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miércoles, 14 de abril de 2010

¿POLITICOS BUENOS?

--Tiene que haberlos -le dije a mi amiga Esther, que tras echarse el último buchito de su cortado se apresuró a encender un pitillo.
--Eres un ingenuo -me dijo, lanzándome una bocanada en pleno rostro-. Si fueran buenos no serían políticos. Listos sí, pero buenos... y por cierto, ¿cuál es tu concepto de político bueno?
Pues le di también un último traguito a mi descafeinado (que he cambiado por el acostumbrado cortadito), reprochándole por milésima vez el feo vicio que tenía de echarle humo a sus pulmones, con el riesgo de que me repitiera, también por milésima vez, que sus pulmones eran suyos y que no mareara más la perdiz con el rollo de la fumadera, que igualmente compraba los pitillos con su dinero, no con el mío. Pero en fin, le expuse que yo entendía por político bueno (y caí en el lugar común manido) un político honrado, honesto, decente, que se dedicara a servir al pueblo, parte del cual lo había elegido para eso y no para otra cosa. Pedí otro cortado para ella y otro descafeinado para mí, mientras Esther se echaba a reír con su boca abierta totalmente.
--No tienes remedio. Eres un ingenuo, te lo repito.
--Mujer de poca fe -le repliqué, al darle el beso de despedida, porque anunciaron por la megafonía que mi tren se aproximaba. Esther se quedó en Chamartín, esperando lo que no le pregunté, pues conociendo su carácter me hubiera mandado a la...

En mi casa me puse a pensar en la conversación, y en los puntos que Esther me había enumerado por los cuales estaba convencida de que no existen políticos buenos. Porque la casi totalidad de los políticos -me había dicho, apolismando el cabito en un cilindro para desperdicios- se dedican a:

1) ganar bastante pasta y vivir como jerarcas en espacios que rebasan los mil metros cuadrados.
2) prometer todo lo prometible y calidad suprema (como los turrones de La Viuda) de vida si son elegidos para posar sus traseros en las instituciones correspondientes (Congreso, Senado, Ayuntamientos, etc.).
3) no cumplir nada de lo que prometieron antes de ser elegidos.
4) salir en periódicos, revistas, suplementos, la radio, la televisión, etc., figurando en otro etilo de famoseo, quizás menos chusma que el rosa, pero igual de sandio, y ganarse la fama que los ayude a ganar la fortuna que tan pronto toman posesión de sus cargos empiezan a amasar.
5) insultarse unos a otros, echándose la culpa de todo mutuamente, haciendo el paripé de que son los más veraces, los más esforzados, los mejores de la historia, y que los adversarios son los peores, etc.

--Pero... ¿y el pueblo?
--Desde luego que contigo... -me dijo, antes de separarnos.
Ycon la duda metida entre las cejas, la llamé por teléfono, diciéndole que tenía razón, pero que se había olvidado de las infaltables excepciones.
--¿Por ejemplo?
--Pues...
Pero no me acordé de ningún nombre de los llamados "padres de la patria". Parece que mi memoria no anda bien del todo en esas lides.

En fin, señoras y señores, que vuelvo a citar a mi tío Pancho Casas cuando me dijo, siendo yo un crío que escuchaba con atención porque quería aprender de personas como él: "de los políticos no esperes nada, sobrino, porque... to's son peores", atusándose el bigote blanco y lanzando el periódico al cesto con tremenda puntería. Quizás otro día me dé por hablarles de Esther, que como todas las mujeres tiene un sentido práctico más desarrollado que los hombres, y de su curioso trabajo. Ahora estoy preparándome unos macarrones con algo que parece carne. Que lo pasen estupendamente.

Augusto Lázaro

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