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domingo, 31 de diciembre de 2017

TOLERANCIA, LA CLAVE


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Oí decir a alguien que una di
scusión entre dos puede evitarse si uno de los dos no la desea. Como cada día se hace más difícil encontrar una persona, sobre todo en España, que admita que está equivocada, lo mejor es evitar discusiones tontas que se van exaltando y pueden terminar con una relación amistosa de largo tiempo, especialmente si esa discusión trata de asuntos políticos, pues la política es "el arte de dividir y enemistar". Y ejemplos me sobran, porque yo incluso he perdido grandes amigos a causa de la política, sin detenerme a analizar ahora cuál de los dos discutientes tenía la razón y cuál estaba equivocado. Cuestión, que las discusiones no ayudan nada a conservar amistades y mucho menos si se discute sobre ideología o política, como es el caso...

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La clave para mantener una relación amistosa radica en la tolerancia, virtud que lamentablemente decrece por día, Y me pongo a pensar cómo es posible que dos personas, que sabemos que no pueden pensar ni actuar de igual forma, por el simple y tonto hecho de que una de los dos no piense como la otra, lleguen a enemistarse. Y algunas veces hasta eso que decimos “peleados a muerte”. ¡Qué estupidez!. No sé si antes era igual, pero sé que en las últimas décadas la enemistad se está convirtiendo en odio en muchos lugares de La Tierra, y avanza con gran velocidad, mientras los políticos, que son quienes gobiernan y tienen en sus manos las soluciones posibles (al menos de intentarlo) no hacen nada para buscar la paz y la armonía entre los seres humanos, y esta actitud pasiva y cobarde sólo podrá llevarnos a un inevitable enfrentamiento a niveles mundiales que pasará, de ser situaciones personales irrelevantes, a guerras sin tregua que pondrán a la humanidad al borde de la desaparición…

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Pero no es tan fácil poner a la humanidad al borde de la desaparición: ¡cuántas veces se ha anunciado que el mundo va a acabarse! Y en este caso sucede algo parecido: sé que por una pareja, digamos, que se disuelve, o por una amistad que se pierde tras lagos años de feliz convivencia, no va a acabarse el mundo ni nada que se le parezca. Lástima que los intolerantes que no admiten haberse equivocado, o que jamás dan la razón al “otro” no se den cuenta de cuán mínima es su importancia en este pobre planeta tan maltratado donde deberíamos convivir para ser felices y ayudar y no para buscar “broncas” por el “terrible crimen” de no pensar igual. Es tan absurda la posición del “infalible”, tan ególatra, tan megalomaníaca, que si no fuera por su densidad circunstancial, nos echaríamos a reír como tontos, cuando escuchamos a esos sabios de pacotilla, que son los verdaderos tontos, echar pestes de todo aquel que piensa con su cabeza y no con la de ellos… en cualquier asunto o tema, por minúsculo y baladí que sea…

Augusto Lázaro

@lazarocasas38

lunes, 25 de diciembre de 2017

LOS ARBOLES, NUESTROS PULMONES


Han ejecutado un arboricidio en el patio de la Basílica de San Francisco, lo primero que veo cuando me levanto y me asomo a la ventana. Pienso en los gorriones (no veo a las palomas ni a las urracas por ninguna parte) que no tienen dónde cobijarse, y menos mal para ellos (porque para nosotros es más mal) que hace tiempo no cae una gota en Madrid, al menos en esta zona del Centro, donde vivo, y donde hasta hace poco podía verse ese patio tan poblado en primavera y en todo el verano, pintando de verde el entorno, que ahora parece agonizante porque no hay ni una sola hoja en ningún árbol, y sin árboles a la vista los amaneceres no son ya apacibles (parodiando el título de aquella novela de las tantas que nos impusieron en la Cuba de entonces donde sólo se podía leer lo que el gobierno autorizaba). Pero eso no viene al caso. Y creo que ya no viene a ningún caso…

El caso es que me gustan los árboles, y como hay mucha gente a la que parece no gustarles, unas veces los talan buscando material para fabricar papel y otras, las peores, los destruyen mediante incendios provocados que es un panorama ya acostumbrado en cada nuevo año, por la desidia y la tolerancia del poder que no es capaz de evitar que esos maleantes sigan quemando bosques y amenazando a la atmósfera saludable de un país que sin árboles está condenado a morir sin remedio…

José Martí amaba los árboles, al punto de que escribió: “sembrar un árbol, tener un hijo y escribir un libro…” que eran para el Apóstol las 3 cosas fundamentales para que un ser humano pudiera llamarse con ese calificativo. Yo he sembrado cientos de árboles, he tenido 3 hijos, y he escrito algunos libros, de los que han visto la luz sólo unos pocos, porque un día me levanté mareado de tanta literatura y me dije que si no podía escribir una obra como La Montaña Mágica, no merecía la pena continuar “emborronando” cuartillas (ahora electrónicas) para que mis obras se publicaran y a los 3 meses nadie se acordara de ellas. Mejor sembrar (y cuidar) árboles, que con toda seguridad hacen más bien a la humanidad que cualquier libro de esos millones que a diario se publican y que corren esa suerte de la intrascendencia y el olvido…

Y así vivo mis últimos años, añorando el verde, color que por cierto no me gusta nada en el vestuario ni en otras manifestaciones, pero sí en el que nos regalan esas áreas verdes que tanto bien nos hacen y que estamos perdiendo lentamente, porque a algunos cerebros estrechos que controlan y gobiernan el panorama no acaba de entrarles en sus meollos (si es que los tienen) que la Naturaleza existe para beneficiar al hombre y por lo tanto hay que cuidarla, no destruirla…

Augusto Lázaro

@lazarocasas38

pd: hoy precisamente cayó agua en Madrid, aunque no demasiado, pero al fin cayó…

lunes, 18 de diciembre de 2017

¿AMIGOS? SOLO UNOS POCOS


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Defender una buena causa es loable. Y tener amigos (¿) que te secunden es estupendo. Pero ¡cuidado! Los falsos amigos, que abundan más que los verdaderos, pueden dejarte solo en el momento en que su presencia te haga más falta. Ser pesimista tiene su encanto: nadie puede traicionarte, porque a nadie le das esa confianza que tan segura te parece en algunos, hasta que el desengaño te convence de que cometiste el error de confiar demasiado en quienes no debiste confiar. Pero lo peor es que cuando llegue ese momento, será ya demasiado tarde. Entonces comprenderás al fin (si todavía no lo has hecho) que estás solo, y solo tendrás que resolver tus problemas y los problemas de los demás que desees resolver…

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Desconfía de las personas que presumen de tener cientos de amigos: nadie tiene cientos de amigos: los verdaderos amigos (que se prueban en momentos difíciles) no pasan de 4 ó 5. Los demás son conocidos o compañeros de estudio o de trabajo y nada más. Por eso hay refranes que señalan que uno debe cuidarse de los llamados amigos, pues los enemigos ya se conocen y por muchos intentos que hagan por no parecerlo, siempre serán enemigos. Las grandes traiciones sólo pueden llegarte de las personas que tratas, a veces como amigos, ningún enemigo puede traicionarte, pues como enemigo al fin tú lo conoces bien y no puede hacerte ninguna trastada. Pero ojo con los amigos, que no todos son verdaderos. No reconocer este aserto ha costado más de una traición, incluso más de una vida, porque confiar es bueno, pero tiene sus límites, y cuando esos límites se pasan y se toleran, aparece lo que después nos miramos al espejo y nos decimos “¡qué tonto he sido!”, “¿cómo pude confiar hasta ese límite?” Pero ya es demasiado tarde: el puñal trapero ha penetrado en tu carne (simbólicamente) y saldrá de ella ensangrentado, dejándote roturas irreparables…

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Tengo la suerte de no necesitar de nadie (casi) nunca. Pero las veces que he necesitado de alguien, quien me ha brindado su ayuda es… (oigan este soneto de autor ignorado):

Escucha, Fabio, tu mejor amigo / es aquel a quien nunca protegiste. / Si a un amigo favores mil hiciste / y uno dejas de hacerle, es tu enemigo. / Brinda al extraño protección y abrigo / y no te pese, que si bueno fuiste / quién sabe si otro pobre a quien no diste / su pan alguna vez parta contigo. / El extraño te pide, y agradece / lo que tu mano en su dolor le ofrece / porque nada con ello le has pagado. / En cambio, del amigo que más quieras / tonto serás si gratitud esperas. / ¿Le hiciste un bien? ¡Estabas obligado!...

Augusto Lázaro

@lazarocasas38


lunes, 11 de diciembre de 2017

A DORMIR, QUE SON DOS DIAS

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Misántropo no es quien odia a la humanidad (especialmente al sexo masculino) sino quien detesta contactar con personas insípidas que nada bueno pueden proporcionarle. Soy uno de ellos y puedo confesarles que me siento feliz de poder aprovechar todo mi tiempo sin perderlo en conversaciones idiotas con personas que parece que de tanto hablar han perdido la perspectiva de aquel refrán que dice: "quien mucho habla, mucho yerra" No y no. Hay que aprender no sólo a decirlo, sino a usarlo (el NO, por supuesto): eso traerá mucho bienestar, mucha paz y sobre todo, sentirse bien consigo mismo...

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Hay muchas maneras de perder el tiempo: durmiendo. Conozco a más de uno que duermen -increíblemente- 16 horas diarias, casi como un koala, con varias siestas. Así como se lee: varias. Pero la razón no es la edad (mis casos citados todos pasan de los 65 años, lo que parecería una contradicción, pues desde pequeño siempre oí y leí que a mayor edad menos necesidad de sueño, pero en fin), sino yo pienso que es porque simplemente esos casos no tienen nada que hacer despiertos y sus organismos se han acostumbrado a “matar el día” durmiendo, pues si se mantienen despiertos y no tienen nada que hacer (o ellos así lo piensan), se aburrirían espantosamente. Y no hay nada peor que pasar las horas aburridos sin hacer nada, que en esos casos el reloj casi no camina y el tiempo demora mucho más y por tanto, el aburrimiento y la pesadez aturdirían mucho más a los durmientes “sin oficio ni beneficio” en las veladas obligatorias. Son los casos que lo mismo se duermen viendo la televisión que esperando en la cola del autobús, o ya en él, durante la travesía que tengan que hacer. ¿Quién entiende a la ciencia que tantas pifias comete?

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Si usted es observador y cerca de su casa hay un bar frente al que usted debe pasar cada día, habrá notado que casi todos los clientes son siempre los mismos, la mayoría personas de avanzada edad o que no tienen trabajo, que se pasan los días en ese lugar tan pintoresco, tomando el mismo vino o la misma caña, y discutiendo de fútbol, de política, o de asuntos personales propios de la vida que según ellos les ha tocado vivir en sus años de ocio, qué remedio. Me pregunto si ese es el destino que nos tocará, obviando la infinidad de actividades y lugares existentes en ciudades como Madrid, para “matar” el tiempo en bares de donde tras pasar unas horas y llegar a su casa nadie se pregunta: ¿he aprendido algo?, ¿me ha servido para mejorar mi vida esa estancia? Seguro que no. Y si se lo preguntan, pensarán que esa es su vida y ese es el lugar donde deben y quieren terminarla… y los más jóvenes, simplemente habrán aceptado la idea de que les resulta imposible encontrar un trabajo digno u otra forma de pasar cada día de sus jóvenes vidas…

Augusto Lázaro

@lazarocasas38

lunes, 4 de diciembre de 2017

PODEROSO CABALLERO


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El dinero se ha convertido en la fuerza que mueve el mundo, aunque hay millones que aseguran que siempre lo fue. Quizás tienen razón. Sólo que hoy esa fuerza lo domina todo, incluyendo la voluntad de los seres humanos. O sea, que todo (o casi) se hace por dinero o con esperanza de conseguirlo. Desde el nivel de contenido de los litros de leche o demás envases de productos lácteos (que ha bajado algunos milímetros o más) hasta los ordenadores (computadoras) que ahora vienen totalmente sellados: tanto han usado la imaginación, que es prácticamente imposible abrir uno de esos equipos en casa, solo, sin otra ayuda que su necesidad (o deseo, costumbre, etc.) de sacarle la batería, porque a ud le gusta usar el equipo siempre conectado a la red eléctrica. Pues no: el dinero manda. Si es su caso, olvídese: no podrá abrirlo, haga lo que haga: tendrá que llevarlo a donde lo compró, para que un señor, en un cuarto oscuro, sin que ud lo vea, le haga "el favor" de sacarle la batería, claro que obrándole cierta cantidad por ese "enorme" trabajo, destinado únicamente al vendedor que sumará muchos euros a la empresa que le paga por hacer algo que si ud estuviera en ese cuarto oscuro aprendería a hacer fácilmente en su casa… Y así en todo… Cuestión, que "poderoso caballero..." etc. Lo tomas o lo dejas...

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No hay una sola acción del ser humano que no esté determinada, directa o indirectamente, por el dinero. Cualquier aspiración que se tenga en la vida tiene como fondo obtener esa preciosa varita mágica que abre todas las puertas y ofrece todas las posibilidades. Un hombre sale a la calle sin dinero y no puede hacer nada que no sea caminar y mirar la gente y el paisaje a su alrededor. Y si esa situación es permanente, su oficio será mendigar para sobrevivir y nada más. Por eso todo aquel que estudia, se supera, aprende algo, sigue cursos, etc., tiene un solo fin: ganar dinero, pues aunque existan (todavía) en nuestro mundo unas pocas madres Teresa, tendrán que acudir irremisiblemente al dinero que reciban o en su lugar a las dádivas alimenticias obtenidas por dinero de otras personas, pues gratis no hay nada, aunque algunas cosas (como la enseñanza) lo parezcan: detrás de cada gratuidad se esconde lo que alguien ha de pagar por ella, generalmente toda la población por vía de impuestos, donaciones u otras acciones llamadas altruistas, por darle un nombre honroso y a la vez escaso…

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Sí, es una pena que sea así, pero aquel amor que movía (dicen algunos) el mundo antaño, digamos en el siglo de oro, ya hace rato que pasó a la historia: ahora ninguna mujer de alta sociedad se casa con un pobretón, aunque éste sea todo un erudito y persona decente, honrada y sincera. Este es el mundo que nos toca y contra eso luchar es cosa de ingenuos románticos. Al menos no conozco a nadie que esté dispuesto a dar su vida por ideales que defiende, siempre que detrás de esa defensa tenga un soporte, además de intelectual, monetario, pues hasta hacer una pancarta protestando por algo cuesta dinero. No hay vuelta que darle: el poderoso caballero controla nuestras vidas y convierte nuestras luchas y nuestros esfuerzos en alcanzar ese solo objetivo. Al final, todo el fin termina en lo que se va a obtener monetariamente. Sin eso, nadie haría nada y la gente se sentaría en un parque a hablar de fútbol… o peor, de política…

Augusto Lázaro

@lazarocasas38

lunes, 27 de noviembre de 2017

¿ARREGLAR EL MUNDO?


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Una mañana se me acerca una señora residente en mi edificio, para quejarse de la situación, de cómo estamos, de lo que viene, etc., y preguntarme si no vamos a hacer nada, si nos vamos a quedar con las manos sobre las rodillas, esperando... Yo la escucho sin interrumpirla, como es mi costumbre, y después le digo: mi querida señora, no cuente conmigo para quejas, escritos, protestas, manifestaciones, etc. Nada de eso sirve, nada de eso da ningún resultado. Fíjese en las querellas que a diario se ponen: ¿cuántas conoce usted que hayan dado resultado? Es más, ¿cuántas querellas conoce usted que hayan sido siquiera tramitadas, aunque después pasen días, semanas, meses y hasta años y jamás se vuelvan a mencionar? Y la señora se queda muda, quizás comprendiendo que es inútil intentar cambiar lo que no va a cambiar con esos métodos... Y con "otros"... pues no veo que se pueda en las actuales condiciones... El escepticismo no es fortuito: se adquiere con la fuerza de la realidad imperante. Y una vez adquirido, es casi imposible de derrotar...

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El optimismo y el pesimismo son como el amor y el odio: recuerdo una canción cubana que cantaba Barbarito Diez que decía que “el odio es cariño, / no me cabe duda, / porque te odio y te quiero a la vez / y no vivo sin ti”… y eso mismo sucede con estas dos llamémosle actitudes ante la vida (aunque esto suene al agit-pro de los “progres”), lo mismo que la felicidad, que ya sabemos que no existe, sino que lo que existe es momentos felices o días felices, pero una felicidad constante y permanente, ñiringa de pato, amigos, eso no se da. La actitud pesimista forma parte de la misma vida: unas veces se es o se está pesimista por muy diversos motivos o razones, pero algunas veces, en ocasiones contadas, el pesimista se siente optimista. Y así pasa la vida de cualquier ser humano. No puedo autocatalogarme como pesimista permanente, ni tampoco como lo contrario, pero en general, soy escéptico ante el mundo en que me ha tocado vivir, y me inclino a pensar que mi “pesimismo” es más ben una actitud realista: no me engaño, sé que esto es una mierda, pero eso no quiere decir que todo sea una mierda ni que yo desee colgarme del baño de mi casa y gritar ese lugar común de narrativa barata: “adiós, mundo cruel”. Porque el mundo es como es, ni cruel ni bondadoso. A cada cual le toca un décimo como en la lotería, y en ese décimo está todo lo que puede pensar, sentir, ser, y etc. No hay más…

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Cuestión, que es mejor pensar que el mundo siempre ha sido así, y que si ahora nos parece horrible, es porque ahora tenemos un contacto directo con lo que sucede en cualquier parte (prensa, radio, televisión, internet, aviones, etc.) y al minuto, un hecho ocurrido en Vladivostok se conoce en las Islas Caimán, mientras que hace sólo apenas un siglo (que es poco tiempo para lo que ha vivido este planeta) no nos enterábamos de nada, ni siquiera viviendo en la misma región donde ocurrían cosas parecidas a las que hoy ocurren en cualquier lugar. O sea, que no hay que lamentarse tanto por cómo está el mundo, mejor leer La Iliada o En busca del tiempo perdido, y veremos lo poco que ha cambiado el ser humano en sus ideas, pensamientos y acciones. Pues eso… lo demás son impresiones del momento por desconocer que la historia de esta bola casi redonda que da tantas vueltas sin que lo notemos, es muy similar a todo lo que está ocurriendo en esta actualidad tan absurda y compleja…

Augusto Lázaro

@lazarocasas38

lunes, 20 de noviembre de 2017

¿QUE ESTA PASANDO?


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Según los medios universales, Al Gore estuvo cobrando $200,000 por cada conferencia que impartía sobre el llamado cambio climático, logrando con ello amedrentar e intimidar a millones de personas que se pusieron a temblar pensando que ahora sí se acabaría el mundo, derretido por tanto calor... Sin embargo, Gore no pudo implantar un récord para entrar en el famoso libro de Guinnes (que casi nadie ha visto), pues el ex-presidente de EEUU, Barack Obama, anda por ahí dando conferencias por las que cobra nada menos que $400,000 (por cada una, claro). Nada, que es muy sabroso ser ex presidente de EEUU, mucho más que ser Presidente, pues así se evitan problemas, críticas, etc., y se vive a sus anchas, sólo con sentarse en una silla y recordar las cosas que según su parecer interesan a una gran cantidad de seres humanos. Aunque en el caso del último, no creo que la gente tiemble por las cosas que se le ocurran al gran salvador del régimen castrista. Con ese solo hecho, ya tiene para que lo juzgue la historia...

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En un país con 3’500,000 desempleados, resulta indecente (y hasta grotesco) que los políticos cobren las enormes cantidades que cobran por distintos motivos, además de sus jugosos salarios y sus dulces perspectivas de que cuando se retiren permanezcan el resto de sus vidas cobrando 10 veces (por lo menos) lo que cobraría cualquier jubilado normal. Conozco un caso (personalmente) de un señor diputado que pertenece a otra comunidad pero vive en Madrid, y cobra a pesar de que no tiene que gastar en transporte, un viático extra por… oigan esto: “por distancia”. Sí, la distancia de 10 manzanas que tiene que caminar (no necesita coche aunque lo tiene a su disposición) para llegar al Gimnasio. Después uno tiene que oír a algunos tertulianos que declaran sin ningún pudor que los políticos españoles están mal pagados. Por eso cada vez son menos quienes creen a esos sabelotodos que se atreven a hablar y opinar sobre asuntos y problemas de los que saben menos que Celedonia González. Y lo mejor: ¡cómo cobran sus comparecencias a los platós de las tertulias!. Ya me gustaría a mí ganar la centésima parte de lo que gana uno de esos personajes que se hacen llamar “padres de la patria”, que seguro que se ganan el pan con el sudor de sus frentes. Hombre, ¿quién lo duda?

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España es (creo) el país donde más premios se otorgan: haciendo un pase rápido en Twitter, cada 10 tweets (como mucho) aparece alguien que ha recibido un premio. La mayoría son personas desconocidas y nadie sabe qué es ese premio que ha recibido, que seguramente estará acompañado de una buena suma de euros. Además, es el país donde más libros se publican, y sin embargo, los medios en su mayoría están de acuerdo en que es el país donde menos se lee. No sé si será cierto, lo que sé es que según la ciencia exacta de las Matemáticas, no es posible imaginarse a los millones de ejemplares que duermen en las librerías, siendo consumidos por los 45 millones de españoles (incluyendo niños, analfabetos, ciegos, etc.), y entonces me pregunto: ¿quién lee tantos libros con tantos ejemplares que a diario se publican y se exhiben en las librerías y en otros centros comerciales? Confieso que no lo sé. Pero tampoco lo creo. Sí, ya sé que muchos me dirán que cada día creo en menos cosas… ¡Y tienen razón!

Augusto Lázaro

@lazarocasas38

lunes, 13 de noviembre de 2017

NO SABER DECIR QUE NO


Desde niño estoy oyendo refranes y sentencias, casi todas de mis padres, sobre todo de mi padre, y casi todas sacadas de la biblioteca EL TESORO DE LA JUVENTUD, que mi tío Juan Antonio tenía en su casa, y a la que yo comencé a acudir desde antes de ir a la primaria. Entre esos refranes o sentencias había varios que nunca se me han olvidado, entre ellos cito 2 que me sirven muchas veces en cada momento de duda (lo único cierto según Carlos Marx):

“El que da lo que tiene, a pedir se queda”

“Si fío, pierdo lo mío. Si presto, al cobrar molesto. Si doy, a la ruina voy”

Este último lo tomó mi padre, al parecer, de la bodega donde comprábamos los alimentos que diariamente consumíamos, pero sirve igual para afrontar los avatares de la vida, que nos puede ocasionar muchos malos momentos si accedemos a lo contrario a lo que nos enseñan estas sentencias.

En mi vida he ayudado a mucha gente, cuya respuesta nunca ha estado a la altura de la circunstancia, pues no ha respondido como yo ante su solicitud (excepciones nunca faltan, pero son minoría inmensa). Con los años, descubrí 2 cosas que me han servido de mucho: 1) que en el diccionario hay una palabra poco usada, pero que tiene implicaciones favorecedoras: NO. Y 2) que Sor Juana Inés de la Cruz, desde aquella época tan remota, vislumbró lo que significaba ayudar en demasía, y escribió algo así como “padecemos más por los plegarias atendidas que por las no atendidas” (cito de memoria). Cuánta razón tenían los 2, el diccionario y Sor Juana. Porque si hubiéramos aplicado estas dos opciones durante nuestros años vividos, nos hubiéramos evitado muchos dolores de cabeza por ser tan “buenazos” y creernos que estamos obligados a “no saber decir que NO”.

En el fondo, todos tenemos algo de románticos y de solidarios, sólo que no nos damos cuenta de que no podemos arreglar el mundo tan lleno de injusticias, y por tanto, a veces llegamos a extremos de quitarnos algo nuestro para ayudar a quien consideramos que lo necesita más que nosotros. Conozco un caso que no deja dudas: un señor que recibe una pensión contributiva (el doble que la que reciben los que cobran la no contributiva) tiene una bien ganada fama de pedigüeño, porque siempre está pidiendo dinero prestado con algún cuento que encuentra oídos receptivos que caen en la trampa. Una señora respetable y seria del edificio donde vivo me contó que 2 veces le había prestado €5 a ese individuo, y por supuesto, no recibió la debida devolución. O sea, picó nada menos que 2 veces. ¿Y qué logró con eso? NADA. O sí, logró contraer un estado de nerviosismo depresivo, porque cuando necesitó esos €10 para cosas necesarias, se dio cuenta de que no tenía más que unas calderillas que no le alcanzaban ni para un café. El tipo siguió pidiendo y no resolvió su situación ni la resolverá, porque pedir y gastar lo obtenido en vicios y juegos, no da ningún resultado.

En resumen, que es aconsejable aprender a usar el NO y no dejarse desplumar por estos elementos que nos toman el pelo porque saben que algunos de nosotros caeremos, nos creeremos sus cuentos, y les daremos lo que jamás nos devolverán, ocasionándonos problemas económicos que pudieran haberse evitado con una sola palabra del diccionario que casi nunca nos atrevemos a usar y que es muy útil para ayudarnos a nosotros mismos, recordando que para ayudar a los demás tenemos que empezar por ayudarnos a nosotros mismos, que no somos Amancio Ortega ni la madre Teresa, vaya…

Augusto Lázaro

@lazarocasas38

lunes, 6 de noviembre de 2017

PODEROSO CABALLERO

Cuando era niño, mi papá me repetía con frecuencia, cada vez que en casa había una situación de emergencia económica: "el dinero es un rey loco / y esa es la pura verdad: / no da la felicidad, / pero le falta muy poco"... supongo que con eso intentaba justificar que no todo lo que yo quería o le pedía estaba al alcance de sus posibilidades, aunque yo no entendía entonces el por qué de esa situación. Pasó mucho tiempo, nuestra situación mejoró cuando comencé a trabajar, y así hasta hoy: nunca dejamos de ser pobres, pero de esos a los que algunos vecinos llamaban "desahogados"...
Si nos atenemos a la cuarteta (o como se llame la sentencia paterna), el dinero puede proporcionarnos una vida mejor, y eso no hay quién lo dude. Pues bien, si el dinero (casi) da la felicidad, o le falta muy poco para darla, cada vez que dejas de recibir, por alguna excusa inventada por los comerciantes o las empresas que se dedican a sacarte del bolsillo hasta el último céntimo, cierta cantidad de dinero, eso quiere decir que serás un poquito menos feliz. Un solo caso como ejemplo irrebatible (porque es mi propio caso que quizás a alguien pueda interesarle, por eso lo expongo):
Este año (que llega a su fin), me han aumentado en €5 la factura de mi contrato con Internet, mi banco (!), que nunca me ha cobrado comisiones, me ha cursado aviso de que a partir del próximo año me cobrarán unos €60, o sea, €5 mensuales, por mantenimiento de la cuenta, y para colmo, en el comedor que antes pagada algo más de €4, ahora tengo que pagar €5, por el mismo (o quizás peor) servicio que recibo. Cuestión, que sumando estos 3 nuevos gastos, voy a vivir €12.5 menos feliz que hasta ahora. Nada, que nos estamos volviendo más pobres, porque a todas éstas, casi todo ha subido menos los salarios y las pensiones: a mí me aumentan (asómbrense) €1 cada año en mi pensión. Así como suena. Saquen la cuenta y me dirán. España se está volviendo un país pobre, digan lo que digan los propagandistas políticos y mediáticos tomándonos por tontos (que puede que en eso no les falte razón, porque muchos somos tan tontos que no nos damos cuenta de lo que antes he expuesto)... y uno se ve en la disyuntiva de seguir haciendo el tonto, o sea, aceptando cada nuevo aumento en sus pagos, o renunciar a todo y vivir sin esos adelantos técnicos que crean adicción y son difíciles de abandonar…
Y ante tal situación, no hay otro remedio posible que ahorrar en extremo, ya que en la mayoría de los casos de personas honradas como el Menda, no puede esperarse una entrada extra de dinero. O sea, que la única forma de afrontar nuevos gastos es nuevos ahorros, hasta el punto de bajar el nivel de vida cada vez más, y conformarse con ese eufemismo que llaman “vida decorosa”, que es la que se debe mantener. Y sobre todo, no pensar que hay quienes pueden darse el lujo de comprarse un yate de ídem que cuesta la friolera de €15 millones, o una mansión cuyo precio me da hasta vergüenza señalar en este comentario. Pues eso, que vivimos en un país libre y democrático, donde todos somos iguales y tenemos los mismos derechos a ser iguales que nuestros semejantes, aunque no podamos comprarnos ese yate de €15 millones ni esa mansión colosal que parece sacada de una película de fantasía infantil con hadas madrinas y príncipes azules. Pero no hay que desesperarse: estamos vivos… ¡que no es poco, vamos!
Augusto Lázaro

@lazarocasas38

lunes, 30 de octubre de 2017

¿QUE HE HECHO CON MI VIDA?

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Lo más difícil para un ser humano normal es descubrir si su vida es o ha sido útil y si lo que ha hecho hasta hoy es lo más y lo mejor que podría haber hecho. Porque es demasiado triste y frustrante llegar a cierta avanzada edad, pararse frente a un espejo, y preguntarse a sí mismo: ¿qué he hecho con mi vida? ¿Dejaré algo cuando llegue mi última hora? ¿Alguien pronunciará mi nombre cuando yo haya muerto? Y entonces, si hacemos eso y somos sinceros con nosotros mismos, nos daremos cuenta de que no estamos conformes con nuestras vidas y que quizás si pudiéramos repetirlas, haríamos las cosas de otro modo, aunque la mayoría declare que “haría lo mismo” si le preguntaran al respecto. Yo declaro que si pudiera repetir mi vida, todo lo haría distinto. Porque pretender engañar a los demás diciendo lo que no se siente es, en primer lugar, engañarse a uno mismo, y cuando se tienen tantos años esa pretensión no pasa de ser una estupidez.
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Como también es una estupidez considerarse a sí mismo como lo que no se es, porque los Einsteins y los Hawkins no abundan como las patatas fritas, y por lo tanto, estas personas que tienen la mala costumbre de creerse eruditos y/o sabios capaces de indicarle a sus semejantes cómo deben vivir y lo que deben hacer, terminan por caer mal y aunque la mayoría no se los suelte en sus caras, por detrás, como es habitual, denostan y rajan de esos individuos y en general no los resisten ni soportan, augurándoles un futuro de soledad nada agradable que los mantenga alejados de cualquier grupo “normal” que no se deje influenciar por los iluminados consejeros rectificadores capaces de enmendarle la plana al mismísimo Tolstói.
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Vivimos en un mundo en que para desgracia nuestra se valora más lo externo, y donde la cultura, la educación, la sabiduría y la inteligencia tienen realmente muy poco valor. Y eso se muestra en los medios, sobre todo en la televisión, que es una especie de meta que ha provocado que en la calle y en los lugares donde se reúnen personas de diversas características, se llegue a decir que “quien no sale en la televisión no existe”. Y estas palabras no me parecen exageradas, sólo les añadiría que quien no posee los méritos anteriormente señalados (belleza física y sus componentes) está condenado a pasar inadvertido y lo peor, a no poder aspirar a una vida más plena y con mayor nivel (quizás siendo un verdadero erudito) y a tener que conformarse con la “suerte” que le ha tocado en la única vida que tiene, pues no hay otra oportunidad de volver a nacer para emprender una nueva búsqueda de esa felicidad, ese bienestar y ese alto nivel de vida al que todos, según papeles que resisten todo cuanto le garabateen encima los poderosos que hacen las leyes, tenemos derecho…
Augusto Lázaro

@lazarocasas38

lunes, 23 de octubre de 2017

SOLO EN TU CABEZA

No sé si antes (cuando digo antes me refiero a varias decadas atrás) habría en el mundo tanta gente con stress o depresión, sólo sé que según las informaciones que a diario leemos, actualmente el número de personas deprimidas es bastante alto. Precisamente ahora que la ciencia y la técnica han avanzado tanto y existen tantos aparatos y medicamentos que se supone mermarían los estados depresivos que mucho daño hacen. O quizás precisamente por esa abundancia de tecnología y medicamentos es que se produce ese aumento en estas sociedades consumistas y súper desarrolladas que disfrutamos y/o padecemos. Descifrar el “misterio” requeriría un estudio mucho más amplio que los que se están haciendo o ya se han hecho.
Diariamente me encuentro con hombres y mujeres cuyas caras denotan que no se sienten del todo bien. A quienes trato, por ser amistades o personas con las que tengo un contacto casi diario, lo mismo en persona que por vía de Internet, les pregunto, cuando existe suficiente confianza, qué les sucede para estar en ese estado que tanto perjudica su salud mental, y por lo tanto, las demás actividades que debe o tiene que realizar durante cada día. La respuesta es similar en la mayoría: “me siento deprimida”, “tengo un estrés que me tiene medio loco”, “no me digas nada, estoy…” y así más o menos. Por supuesto que yo no soy médico ni especialista y mucho menos ese tipo de gente que se pasa la vida dando consejos como si fueran Sigmund Freud o como si lo supieran todo y estuvieran en condiciones de dictaminar lo que debe hacer cada cual para aliviar o eliminar su estado depresivo. Sólo soy un investigador de causas que tienen que ver con la vida de las personas (y de los animales) y me gusta saber. Eso es todo. O casi.
Hay un libro titulado TODO ESTA EN TU CABEZA de la famosa neuróloga Susanne O’Sullivan, que a juzgar por el subtítulo (9 historias reales de enfermedades imaginarias), ya pueden imaginarse que se trata no de uno de esos libelos llamados de autoayuda que no ayudan a nadie, sino de un relato de la actuación de esta doctora que leí con atención y lo consulté con mi médico de cabecera, llegando ambos a la conclusión de que el libro puede ayudar a muchos a comprender que la mayoría de las veces el estrés es provocado por cosas que sólo existen en sus cerebros y por lo tanto, con un esfuerzo y sobre todo con fe en que lo que se lee es cierto, les va a ayudar en su problema y en la mayoría de los casos estoy seguro de que aliviarán o eliminarán su estado depresivo. Como me sucedió a mí…
Después de todo, con probar no van a perder nada. Y pueden ganar mucho. Y ayudar a la gente, aunque muchos no merezcan esa ayuda, produce un bienestar que evita precisamente caer en una situación de estrés naturalmente evitable...
Augusto Lázaro

@lazarocasas38

lunes, 16 de octubre de 2017

LA GENERACION (IN)MOVIL

No soy de los que piensan que "todo tiempo pasado fue mejor". Pero estoy convencido de que con tanto adelanto en la técnica y la electrónica, sobre todo en la informática, la gente ha perdido en gran parte su disposición de comunicarse personalmente con sus semejantes, prefiriendo la soledad ante un aparato que en menos de un minuto logra poner en contacto a personas que pueden estar distantes miles de kilómetros. La pregunta de si eso es bueno, si ha hecho más beneficios que perjuicios a la humanidad, no estoy en capacidad de contestarla, y me veo obligado a dejársela a quienes investigan la sociología del momento, controlada casi totalmente por aparatos y máquinas que se desentienden de los seres humanos "en persona y frente a frente". Lo que sí sé es que estamos creando una generación de tontos cuyo único sentido en sus vidas parece ser el móvil (celular), sin el que prefieren no seguir viviendo, aunque esta afirmación parezca exagerada. He hablado con decenas de jóvenes (y algunos no tanto) que me han confesado que prefieren perder cualquier cosa (algunos han llegado a afirmar que hasta la salud) antes que renunciar a su adorado aparatico que llevan incluso cuando van a hacer sus deposiciones en el cuarto de baño. ¿No lo creen? Yo tampoco lo creía. Pero tuve que convencerme de que lamentablemente esa es la realidad…
Alguien la llamó “la generación del móvil” y no le faltaba razón, porque actualmente es casi imposible ver a un joven sin ese adminículo que absorbe gran parte de su vida. Una mañana, al subir al autobús de costumbre, en el que había alrededor de 14 personas, conté con la vista y noté que de esos 14, incluyendo a personas de todas las edades, había 9 con un móvil en las manos, totalmente abstraídos, como si lo que tuvieran ante su vista fuera el elíxir de la juventud eterna. Otra anécdota conocida (o no) es la de 4 chicas que se citaron en un bar para pasar un buen rato juntas, pues hacía tiempo que no se veían. Estuvieron allí alrededor de 3 horas, en las cuales las 4 apenas se dirigieron la palabra, pues cada una de ellas se entretuvo en mirar y manipular su móvil. Y al despedirse (lo mejor), una de ellas dijo “¡qué bien la hemos pasado! ¿Cuándo nos vemos otra vez?”. Sí, de esta generación depende el futuro. Menos mal que ya pronto viviremos en Marte… según dicen algunos científicos, claro…
Pero la vida no se reduce sólo al uso del móvil. La juventud ha perdido el deseo de realizar actividades físicas o no, que lo mantengan en contacto con sus semejantes: prefieren llegar a sus casas y enseguida conectarse al ordenador o al móvil que ya llevan conectado, y ponerse en contacto con amigos a distancia a los que a veces ven en las pantallas, gracias a las videollamadas, lo que les resulta mucho más interesante y además les permite estar en la comodidad del hogar sin soportar el gentío bullanguero que molesta o las incomodidades del transporte, junto a otras cosas no muy agradables que se encuentran en las calles. Así han llevado sus vidas a casi una sola acción que puede darles momentos agradables, pero al mismo tiempo los aleja cada vez más de la comunicación natural entre las personas, que con el tiempo, como se ve en la novela EL SOL DESNUDO, de Isaac Asimov, se convertirá en el único modo de encontrarse con seres queridos, amistades o personas que por alguna razón o motivo tengan que ver y tratar. Quizás ese tipo de vida sea mejor, no lo sé, pero sé que a todo se acostumbra el ser humano y a esta nueva forma de existencia tendremos que irnos acostumbrando, pues ya forma parte del sentido de nuestra vida mientras estemos en este planeta, porque quién sabe si en otro la situación que encontremos no nos permita dedicar tanto tiempo a tantas nimiedades…
Augusto Lázaro

@lazarocasas38

lunes, 9 de octubre de 2017

OSCURIDAD

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Mientras el futuro de la humanidad está en manos de un par de locos capaces de cualquier cosa, en España los políticos y sus medios sólo se preocupan de un asunto intrascendental como es el famoso referendo de Cataluña en busca de su independencia. Cada cual con su problema, claro, pero deberían pensar un poco más que en cualquier momento a uno de esos locos se le ocurre apretar el botón fatal y ni referendo ni Cataluña ni España ni nada...
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Por fin se celebró el referendo que unánimemente llamaron “ilegal” sin explicar por qué era ilegal. Al menos, no me enteré nunca del por qué esa calificación. El caso es que todo llegó, como es característica de este país, demasiado tarde: hasta la intervención del rey a última hora, cuando el daño ya estaba hecho. Y lo más lamentable y triste: que todo este follón que dejó cerca de mil heridos podía haberse evitado si se hubiera actuado desde el principio. Pero no se hizo. Pudo más la comodidad de la espera, esperar sentados que las cosas se resolvieran solas. ¡Ay, España!
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Y en definitivas, ¿alguien ganó algo con toda esa parafernalia política? Insisto y perdonen, pero yo gobierno hubiera dejado que los catalanes votaran todos los referendos que se les ocurriera, que al final veríamos que la mayoría de votantes (como el voto es secreto) hubiera votado por permanecer en España (como Québec y Escocia) y todos felices y contentos, siempre y cuando se hubiera hecho un pacto “de caballeros” para que los vencidos aceptaran la votación de la mayoría y se acabó. ¿Ven ahora lo fácil que todo hubiera sido? Pero nuestros políticos son empecinados, además de aferrarse a sus ideas como si fueran los sabios de la Grecia antigua que cuando decían que estaba lloviendo la gente corría a protegerse de la lluvia…
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Y al final ¿qué? Todavía no hay independencia. Todavía sigue la monotemática de los informativos. Todavía la gente está hasta los huevos de tanto referendo, de tanta independencia, de tanto perder el tiempo sin que quienes pueden se decidan a hacer algo. Seguimos esperando, como siempre. Es nuestro verbo definitorio. Pero lo peor de todo es que la mayoría de nosotros (y me incluyo) no sabemos realmente qué coño estamos esperando…
Augusto Lázaro
@lazarocasas38


lunes, 2 de octubre de 2017

UNA SOLUCION

Sí, ya sé que me van a decir que en ningún país se respeta la libertad de expresión, pero yo vivo en España y voy a hablar de España, porque me gusta hablar de España, de lo bueno y de lo malo. Sí, ya sé que me van a decir también que todos los países tienen cosas buenas y cosas malas, pero repito que como vivo en España no me interesa hablar de Bangla Desh, eso se lo dejo a los interesados en esa otra parte de este planeta que el día menos pensado puede deaparecer. Al menos sus habitantes, aunque la pelotita que gira y gira en el espacio no creo que explote y ¡pum!, adiós La Tierra. Además, en caso de acabose, siempre quedarán agunos bípedos, además de las cucarachas, que como se sabe, son inmortales y resistirían cualquier hecatombe. Está probado. Pero a lo que iba (siempre estoy incluyendo eso que llaman... pues no recuerdo cómo, pero los lectores inteligentes -ustedes, claro-, saben a lo que me refiero). Pues eso. En España, país libre y democrático según dicen los que lo dicen, hay algunos aspectos que demuestran que no hay total libertad de expresión. Veamos varios ejemplos:
1)      El peligro de caer en el pensamiento único: en algunas tertulias televisivas nadie puede opinar que está en contra de las corridas de toros, ni que está a favor de la independencia de Cataluña, ni que no le gusta el fútbol, etc. Tal parece que todos los tertulianos que participan tienen una misma idea sobre temas trascendentales e importantes y “cállate, soldado”. Y eso niega la democracia. Pero también sucede en periódicos y emisoras radiales. Vean y oigan, hagan la prueba y me dirán.
2)      Cuando alguien se expresa libremente sobre algo que está en el ambiente con una opinión distinta, corre el riesgo de ser llamado (saliendo bien) “rarito” y sentir, aunque no se lo digan directamente, el rechazo del grupo que parece estar de acuerdo unánime. Otra muestra antidemocrática, pues la unanimidad no existe, aunque algunos pretendan imponerla.
3)      Si es ud una persona con gustos diferentes a los de la mayoría, no los exprese, pues decir, por ejemplo, que la pelÍcula TAL del director MASCUAL es una (...), es buscarse problemas, porque aquí todo el mundo es entrenador de fútbol, crítico de todo y se cree que tiene la llave de los truenos, o sea, la verdad verdadera, total y única. ¿Democracia? Y menos mal que no les de a esos grupos por darle una azotaína, a eso no hemos (todavía) llegado.
Y podría poner otros muchos ejemplos, pero no vale la pena emborronar cuartillas hablando de cosas de todos conocidas. El caso es que la democracia y la libertad de expresión son dos términos muy fáciles de aplicar y muy difícles de ejecutar y probar, y por lo que se nota, parece que este es un mal que va a perdurar por largos y ¿felices? años...

Augusto Lázaro


@lazarocasas38

lunes, 25 de septiembre de 2017

¿ESTO TIENE ARREGLO?


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España está revuelta. ¿Alguien lo duda? Pero la pregunta clave es: ¿podrá arreglarse? Y su continuación: ¿habrá alguien (o alguienes) capaz de acometer tan enorme tarea de arreglar algo que a todas luces parece, si no imposible, sí tan difícil que habría que pensarlo cuidadosamente para poner manos a la obra y no morir en el intento?. A mí se me ocurre una tercera pregunta que no logro contestarme: ¿cómo hemos llegado a esta situación? Quizás tendríamos que remontarnos en la historia sin memoria, pero de eso se encarga Pérez Reverte en su página semanal, y además, no soy historiador ni el más indicado para descifrar el intríngulis del por qué este país está tan revuelto por todas partes y en todos los sectores…

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Un gobierno totalmente incapaz de defenderse (y recordemos que la mejor defensa es el ataque) que sólo hace minúsculos intentos cuando la oposición lo machaca, dejando en manos de la izquierda todas las iniciativas que ésta sí tiene, y no resaltando ningún valor de la llamada (mal llamada) derecha, que los tiene, pero que nadie conoce porque los que dicen tener esa ideología no divulgan nada que pueda llegar a las masas, y no es ése el único problema que presenta este país, cuyo sumario alargaría demasiado este comentario, por lo que lo dejo para otras instancias y quizás otras entradas, que hoy, con la que está cayendo, no siento deseos ni de comerme una uva…

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El caso es que con tantos problemas que tenemos nos empeñamos en rechazar su existencia, y todos (los que detentan el poder o los poderes) están a su aire y por su propia causa: quienes ocupan un despacho en La Moncloa quieren seguir ocupándolo por tiempo indefinido, y quienes no, luchan denodadamente por ocuparlo. Gobierno y oposición: me pregunto si en verdad les preocupa la situación de millones de españoles que lo están pasando mal y con el temor, imposible de evitar, de que pronto lo pasarán peor, a pesar de los avances económicos que tanto se pregonan en los medios, y a pesar de que el 90% de los mismos los controla la izquierda que se resiste a admitir que al menos se ha avanzado algo (o bastante) en la vida en general de los habitantes de este bello país. En fin, que, esperando el dichoso 1ro. de octubre a ver qué pasa, seguimos en stand by confiando, ilusos que somos, que no va a suceder nada “del otro mundo”, mientras el “gordito” de Corea del Norte se demora en apretar el botón que podría acabar con nosotros en menos de 3 días. ¡Qué panorama, eh? Pesimista, sí, pero realista. Y es mejor abrir los ojos a seguir pensando que “estamos en el mejor de los mundos posibles”, como dijo no sé quién (pero ustedes sí)…

Augusto Lázaro

@lazarocasas38

lunes, 18 de septiembre de 2017

ANTES Y AHORA


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En un diálogo a 3, en los bajos del edificio donde vivo, mi amiga Esther afirmaba con rotundidad que siempre, en la historia, ha habido casos de estupros, incestos, maltratos a mujeres, etc., y que todo esto se desconocía porque antes no había radio, televisión, Internet, móviles, etc., y la gente vivía al tanto sólo de lo que ocurría en su entorno. Sí, interesante observación con cierta tónica de veracidad. Pero, aunque estoy de acuerdo con su apreciación, puedo citar varios ejemplos que la niegan en su totalidad: cuando yo fui un estudiante de primaria, secundaria y estudios superiores, recuerdo que si un profesor entraba en el aula todos nos poníamos de pie, todos lo tratábamos de doctor (aunque no lo fuera), y ningún alumno le tiraba pelotitas de papel, ni le faltaba el respeto, ni mucho menos, cuando el profesor lo regañaba, le iba con el cuento al padre, que acudía, hecho una furia, al centro, a entrarle a golpes al profesor por haber tratado mal a su hijo o (¡qué horror!) suspenderlo en una asignatura... hoy es todo lo contrario. O sea, que no puede asegurarse que siempre todo ha sido igual, porque pecaríamos de ilusos que tendríamos que cambiar el refrán tan fallido de "cualquier tiempo pasado fue mejor" por uno que dijera: "cualquier tiempo pasado fue igual al presente". Y quienes no somos ignorantes sabemos que eso no es cierto...

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Pero las discusiones, en pareja o en grupos, siempre terminan igual: los participantes en la misma se separan, cada cual pensando lo mismo,  pues es muy difícil, casi imposible, que alguien cambie de opinión por otra opinión distinta a la suya, de donde se deduce que discutir no es más que perder el tiempo que bien podría emplearse en “empeños mayores”, como decía mi suegro en Santiago de Cuba. Aunque al parecer, a la gente le gusta discutir, y cuando entras en un bar, por ejemplo, te encuentras a grupos de clientes que combinan su consumo con distintas opiniones que a veces terminan en bronca. Lo más sano, ya lo dije, es mantenerse al margen de estas “peleítas” dialécticas que no van a dejarnos ningún beneficio y sí algún que otro disgusto tan fácil de evitar, ayudando con eso a nuestra salud mental y física...

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Discutir es, al parecer, cosa habitual en los seres humanos. Y en las discusiones en las que no se gana ni se pierde nada, hay siempre una eminencia que intenta (y muchas veces lo logra) imponer su opinión sobre la de los demás, que la aceptan porque piensan que esa eminencia no va a hablar por hablar, que es lo que precisamente está haciendo. En mi diario bregar me he dado cuenta de que evitar las discusiones no sólo ayuda a mantener una buena salud y también una buena relación con los semejantes, sino que es más provechoso escuchar que hablar: de este modo, obviando las necedades o estupideces que pueda decir no sólo esa eminencia, sino algunos otros del grupo formado espontáneamente, siempre se aprende algo. Al menos, en muchos casos, se aprende a… no ser como la eminencia de turno en el uso de la palabra veraz y certera. O sea, que como hizo Fouché la madrugada antes de mandar a Robespierre a la guillotina (y es lo que hacía siempre), aprender a callar, cosa difícil, nos da mejores resultados que enredarnos en una discusión sin ton ni son que no va a reportarnos más que sinsabores, molestias y problemas… Contradicciones, ¿eh? Bueno, como todo ser humano…

Augusto Lázaro

@lazarocasas38


lunes, 11 de septiembre de 2017

VERDADES NO ACEPTADAS

los nombres propios
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Monterrey Tomás tenía dos características (entre otras) que llamaban la atención a sus maestros y a sus compañeros de escuela, en la que yo estudié la primaria hasta el grado sexto. Una de esas dos características era su propio nombre, pues lo lógico hubiera sido llamarse Tomás Monterrey. Sin embargo, él se llamaba así mismo: Monterrey de nombre y Tomás de apellido, por eso le decían, algunos con cariño y otros con recelo, "oye, Monte, préstame tu libreta de matemáticas, para ponerme al día", o "Montuno, mira lo que traigo en mi mochila", y así. En todo Pinar del Río, mi ciudad natal y donde radicaba la escuela del cuento, no creo que hubiera otro niño con aquella disposición para aprender y ser siempre el primero en su clase, además de que nunca vi a ninguna maestra (casi todos eran mujeres experimentadas en trabajar con infantes) regañarlo por algo mal que hubiera hecho. Lo que más le gustaba era llenar su libreta de Estudios de la Naturaleza con pequeñas fotos de animales, según los temas que se iban tratando. Una mañana recuerdo que la maestra de esa asignatura tomó su libreta y la mostró a los demás alumnos como ejemplo curioso de dedicación y gusto por el conocimiento. Así era Monterrey Tomás. Muchos años han pasado desde entonces y no sé si todavía estará vivo ni si seguirá en Pinar o en Cuba, pero nunca lo he olvidado, ni a él ni al resto de mis compañeros en mis comienzos a enterarme de qué cosa era la vida... ¡Ah!, y la segunda característica de Monterrey Tomás, que tenía a algunos patidifusos y a otros con cierta envidia saliéndosele por los ojos abiertos del todo era que Monterrey Tomás era... ¡negro! Tanto como el charol. Y muchos se preguntaban cómo era posible que el primer alumno de la clase, en cada materia estudiada, fuera ¡negro! Claro que entonces, y como éramos niños, no lo decíamos con la fuerza y el desprecio con que hoy se habría dicho, o quizás peor, le hubieran hecho la vida difícil, porque no era (no es para muchos todavía, vergonzosamente) lógico que un negro pudiera alcanzar ese tremendo mérito de ser el primer alumno de ninguna escuela...
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los “rectificadores”
Los hay en todas partes, se proliferan con los adelantos técnicos y electrónicos, pero sobre todo con el mal de la megalomanía equívoca. Siempre atentos a lo que tú digas, a las cosas que hagas, a cualquier afirmación que puedan refutar: son los que se dedican a enmendarles la plana a los demás, sin dejar pasar una sola errata (porque errores ni se diga). Sí, amigos: son los “rectificadores”, esas personas que creen saberlo todo, saber de todo, y que tienen el poder y la sabiduría suficientes para rectificarte cada vez que abres la boca. Y lo más curioso: casi siempre se trata de personas que saben menos que tú, que han estudiado menos que tú, y que no están preparadas ni de prácticas para decirte “no, eso no es así” o “estás equivocado” o “perdona, pero no es lo que tú dices”, etc. Se necesita tiempo para estar atentos a las “faltas” de los demás y por eso no lo tienen para el trabajo por el que les pagan. Y sobre todo, se necesita estómago para aguantarlos, pues si entablas una discusión con alguno de ellos (o de ellas), además de perder el tiempo, cabrearte por gusto, pasar un mal rato y demás, lo único que vas a lograr es enemistarte con esa persona con la que discutes. Lo mejor es cortar por lo sano: “hola, buenos días, qué tal, cómo estás, qué bien te ves, bueno, hasta luego”, o en todo caso aplicar la fórmula mágica de L Q T D Q (lo que tú digas, querid@)... Y se acabó la discusión... antes de comenzarla...
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los envidiosos
Creo que fue Arturo Pérez Reverte quien dijo que “el deporte favorito de España es la envidia”. Quizás exageró, pero es cierto que existen personas que sienten ese pecado capital por quienes están por encima de ellos en alguna actividad, y aunque muchos no lo tomen en cuenta, esas personas pueden hacer daño, pues intentan en su iniquidad desacreditar a quienes entienden que no son dignos de su trato o alabanza, y siempre encuentran a algunos que les hacen caso y divulgan calumnias, mentiras o cosas que perjudican la reputación de los “envidiados”. O sea, que hay que cuidarse, pero no sólo de los “enemigos” declarados, sino de las personas con las que por alguna razón tenemos contactos y a veces apreciamos sin saber que realmente no son ellas las dignas de nuestra atención ni mucho menos de nuestra amistad…
Augusto Lázaro

@lazarocasas38