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lunes, 25 de diciembre de 2017

LOS ARBOLES, NUESTROS PULMONES


Han ejecutado un arboricidio en el patio de la Basílica de San Francisco, lo primero que veo cuando me levanto y me asomo a la ventana. Pienso en los gorriones (no veo a las palomas ni a las urracas por ninguna parte) que no tienen dónde cobijarse, y menos mal para ellos (porque para nosotros es más mal) que hace tiempo no cae una gota en Madrid, al menos en esta zona del Centro, donde vivo, y donde hasta hace poco podía verse ese patio tan poblado en primavera y en todo el verano, pintando de verde el entorno, que ahora parece agonizante porque no hay ni una sola hoja en ningún árbol, y sin árboles a la vista los amaneceres no son ya apacibles (parodiando el título de aquella novela de las tantas que nos impusieron en la Cuba de entonces donde sólo se podía leer lo que el gobierno autorizaba). Pero eso no viene al caso. Y creo que ya no viene a ningún caso…

El caso es que me gustan los árboles, y como hay mucha gente a la que parece no gustarles, unas veces los talan buscando material para fabricar papel y otras, las peores, los destruyen mediante incendios provocados que es un panorama ya acostumbrado en cada nuevo año, por la desidia y la tolerancia del poder que no es capaz de evitar que esos maleantes sigan quemando bosques y amenazando a la atmósfera saludable de un país que sin árboles está condenado a morir sin remedio…

José Martí amaba los árboles, al punto de que escribió: “sembrar un árbol, tener un hijo y escribir un libro…” que eran para el Apóstol las 3 cosas fundamentales para que un ser humano pudiera llamarse con ese calificativo. Yo he sembrado cientos de árboles, he tenido 3 hijos, y he escrito algunos libros, de los que han visto la luz sólo unos pocos, porque un día me levanté mareado de tanta literatura y me dije que si no podía escribir una obra como La Montaña Mágica, no merecía la pena continuar “emborronando” cuartillas (ahora electrónicas) para que mis obras se publicaran y a los 3 meses nadie se acordara de ellas. Mejor sembrar (y cuidar) árboles, que con toda seguridad hacen más bien a la humanidad que cualquier libro de esos millones que a diario se publican y que corren esa suerte de la intrascendencia y el olvido…

Y así vivo mis últimos años, añorando el verde, color que por cierto no me gusta nada en el vestuario ni en otras manifestaciones, pero sí en el que nos regalan esas áreas verdes que tanto bien nos hacen y que estamos perdiendo lentamente, porque a algunos cerebros estrechos que controlan y gobiernan el panorama no acaba de entrarles en sus meollos (si es que los tienen) que la Naturaleza existe para beneficiar al hombre y por lo tanto hay que cuidarla, no destruirla…

Augusto Lázaro

@lazarocasas38

pd: hoy precisamente cayó agua en Madrid, aunque no demasiado, pero al fin cayó…

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