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jueves, 30 de diciembre de 2010

LA CALLE... ¿EL REMEDIO?

La calle, remedio de todos los males... ¿o es la cama? ¿O las dos, que sirven para cualquier circunstancia: ¿que te sientes solo?, a la calle, ¿que estás cansado?, a la cama, ¿que te cogió la depre?, a la calle, ¿que tienes sueño?, a la cama, y así sucesivamente, como suele decirse en estos casos y en los otros. Pero yo, a la calle y con llavín, a ver en qué ha variado el panorama mierdero que veo diariamente cuando salgo, no sin antes bajar las escaleras (uso el ascensor sólo para subir, porque dice mi cardiólogo Héctor Bueno que el ejercicio es muy bueno para el corazón, y yo, como no nado ni corro ni monto en bici ni compito en maratones ni practico el boxing ni un carajo la vela, lo menos que puedo hacer es eso: bajar las escaleras y caminar, que eso sí lo hago, y más de una hora cada día, sí señor). Caminar es saludable, aunque lo que ves cuando caminas por esta ciudad no es como para encenderle una vela a Santa Filomena y brindar con champán por las bellezas que han recreado tus ojos. No. A veces lo que ves es todo lo contrario. Por ejemplo, puedes encontrarte un perro muerto y reventado junto a una alcantarilla, porque eso sí, un billete de quinientos euritos no te vas a encontrar, nené, ni lo sueñes. Así que sigue tu camino que yo seguiré el mío. Pues como decía, saludo a Sonia, la asistente que me sale al encuentro, y después de los buenos días, porque todavía no he perdido del todo la poca buena educación que me queda, le digo ¿qué haces tú aquí a esta hora, en el turno de mañana?, tienes cara de mala noche, seguro que nocturnando, como siempre, y ella, tan cariñosa y delicada como es, sonríe, y me dice: usted siempre me está pinchando. Y es verdad, yo siempre la estoy pinchando. Porque la quiero muchísimo, aunque la muy tonta lo sabe, por eso me regala una de sus sonrisas que refrescan más que un granizado de limón en la canícula madrileña. Pero a la calle, que los bajos del edificio donde creo que vivo no son la calle, y donde yo voy es a la calle...

Por costumbre, no por otra cosa, porque ya sé lo que voy a encontrar en la calle: lo que encuentro cada día que salgo y cuando regreso a cobijarme en mi "hogar, dulce hogar", me doy cuenta una vez más (y esto de darme cuenta una vez más cada día que salgo a la calle me huele a tontuelo del pueblo) de que no he visto ni oído ni sentido nada, absolutamente nada que no haya visto, oído y sentido ayer o la semana que pasó casi sin darme cuenta, que eso es otra cosa, lo rápido que pasan las semanas y yo no me doy cuenta de que cada vez estoy más viejo y que esta situación natural no tiene otro remedio que la resignación y la conformidad. Pero en la calle al menos me entretengo mirando la gente. ¿Habrá alguno o alguna que piense lo mismo? Porque eso también me lo pregunto diariamente. Un día le dije a una joven que se sentó frente a mí en el tren de cercanías que me llevaba al sur, a comer donde como de lunes a viernes, pero eso es otra historia que no le interesa a nadie más que a mí y no pienso contársela a ningún zoquete que me esté leyendo. Pues como decía, le pregunté a la joven si ella pensaba como yo sobre lo mismo. La joven me miró como si yo acabara de aterrizar en un cohete desde el espacio inconocido, y con disimulo, sin abrir su boca, se levantó y se fue bien lejos, hasta el límite del otro vagón. Cosas que se me ocurren. Pobre muchacha, a que pensó que yo estaba medio medio. Pues eso, que a veces yo mismo pienso que lo estoy, pero entero. ¡Ah! La culpa la tiene la calle...

En la calle hay de todo, como en la viña del Señor. Es el sitio más variopinto y a la vez más pintoresco de cada ciudad. Lo preocupante es la cantidad de locos que se ven en la calle, sueltos y sin ningún control. Algunos son pacíficos, pero con ellos nunca se sabe. ¿Será la crisis? Porque óiganme, con estos cuatro millones y medio, casi cinco según la estadística del qué dirán, cualquiera se funde. Muchos lo disimulan inconcientemente, pues ahora con eso de los móviles y de las manos libres, uno ve a cualquiera hablando solo en plena calle y puede pensar que el tipo está pasado, pero si lo mira mejor ve que la señorita no es que esté tururata, sino que está hablando con alguien al otro lado del espacio, mediante ese aparatico del que nadie puede prescindir, pues si no tienes un móvil no existes. Es como la tele, me dice Juan Antonio que quien no sale en la tele no existe, pero ven acá, Juan Antonio, ¿tú crees que la tele es lo único que confirma que tú estás aquí, vivo y coleando aunque no tengas cola?, y él claro, la tele es el cuarto poder, y cuidado si no es el primero, lo que la gente ve en la tele es lo que es, lo demás es mierda, pero yo le señalo que no me refería a eso, sino a que mira, aquí hay muchas cosas que si no las tienes o las haces o las dominas, no existes, y el móvil es una de ellas, como la tele, sí, como tú dices, pero el móvil, y el famoseo, y el fútbol, y si no sabes quién es el cantante de última moda, o la famosilla que saldrá esta noche en el programa Cuéntame la vida de tu enemiga y esas cosas, despídete... Y Juan Antonio se ríe... Hombre, ¿qué va a hacer? ¿Llorar?

Pues eso, que aquí si quieres que la sociedad sepa que tú, Marcelo Doimeadiós, eres, estás, existes, arréglatelas, inventa algún chisme gordo sobre algún peje ídem, y preséntate en algún plató, de esos que pagan cheques generosos por que vaya alguien a contar lo que sabe y lo que no sabe pero se lo imagina, o en último caso lo inventa, del porqué a Belén Esteban (un ejemplo, ¿eh?) le retorcieron la naricita cuando fue a quitarse cinco añitos de su fructífera existencia. Por cierto, ¿quién sabe qué edad tiene la susodicha? ¡Hum! Tarea para Rubalcaba, porque yo me declaro incapaz de averiguarlo, aunque me pagaran una buena suma por eso en los platós del cotilleo, que son casi todos. Así estamos, cuando me pongo a oír hablar a Sole con Fernanda a la hora del condumio, ¿qué oyen mis oídos? ¡Ah! Pues lo que ustedes se imaginan: lo que vieron anoche en la telemierda... porque cuando pasan a Plácido Domingo en una ópera, eso no lo ve ni el crítico de teatro del periódico EL PLANETA (no cito el verdadero nombre por ética profesional, vamos). No, Plácido, el más grande cantante de España de toda su historia, no vende. Lo que vende es Aída, por ejemplo, y esos programuchos llamados reallity-shows (pobre idioma nuestro) donde van a parar todos los idiotas habidos, y quizás dentro de años, los por haber ahora. La sociedad es la que manda: a la mierda la cultura, qué carajo. ¿Quién se va a forrar con Madame Butterfly en hora punta? ¡Hombre!

Augusto Lázaro

viernes, 24 de diciembre de 2010

A LA CALLE... ¿A QUE?

Hoy me he despertado con deseos de seguir durmiendo. Con muchos deseos de seguir durmiendo. Me tiro la colcha por encima, porque siento frío. Y me doy la vuelta, cambiándome a la posición del costado derecho, que es como duermo mejor. Pero no vuelvo a dormirme. Me pregunto por qué no me duermo otra vez si no siento deseos de levantarme. El caso es que no vuelvo a dormirme y a los diez minutos me canso de estar acostado. Luego, siento dos cansancios: el cansancio de haberme despertado con deseos de seguir durmiendo y el cansancio de no poder dormirme y seguir acostado. ¿Qué demonios es todo esto? ¿Un jeroglífico físico con mi propio cuerpo? Pues a ver, porque tendré que levantarme aunque no sienta deseos de hacerlo, porque tampoco siento deseos de seguir acostado despierto. Lo que deseo es dormirme otra vez y ya veo que eso es imposible. Ya hace un cuarto de hora que estoy aquí filosofando tonterías y nada. Nada de nada y nada por todas partes. Pues entonces, a levantarme de una vez. Son las 06.55...

A las 07.00 las noticias: todas negativas, como siempre, como cada mañana en que me levanto y enciendo el aparato sabiendo lo que voy a oír, y lo que voy a oír es que este mundo de mierda cada día está peor y no hay quien lo arregle: guerras, atentados, crímenes, asaltos, robos, sangre, opresión, escasez, pobreza, enfermedad, desolación, desastres naturales, muerte… ¿hasta cuándo podrá aguantar este planeta? Pensar en eso me consuela un poco, porque si me pongo a pensar hasta cuándo podré aguantar yo sería peor, teniendo en cuenta entonces que yo y sólo yo reventaría alguna vez mientras el mundo continuaba autodestruyéndose, pero sobreviviéndome, y eso no sería bueno para mis pensamientos positivos como me dice Nadya que tenga, es que tú no tienes pensamientos positivos, por eso estás así, ¿y así cómo?, le pregunto, pero Nadya no contesta, porque sabe que es inútil entablar conmigo ese tipo de discusión que no conduce a ningún resultado, porque por supuesto yo no puedo tener esos pensamientos positivos que ella quiere que tenga, ¿dónde carajos voy a encontrar algo positivo?, si todo lo que me rodea es, además de mierda, estupidez, ignorancia, zafiedad, etc., una situación tan desechable que mejor entretenerse leyendo uno de esos periódicos gratuitos...

Siempre apago el radio a los pocos minutos de encenderlo, porque me harto de oír tantas barbaridades que cometen los seres de mi especie, aunque sé que mañana otra vez haré lo mismo, o sea: encenderé el aparatico y a los pocos minutos volveré a apagarlo, otra vez harto de oír las mismas cosas, y todas por supuesto negativas. Mi ex me lo decía y me lo repetía, gozando su victoria ante mi irremediable impotencia: ¿y para qué las oyes si sabes lo que vas a oír y lo que vas a oír no te va a gustar?, ¿qué, es que eres masoquista? Es curioso cómo el ser humano se convierte en una máquina repetidora de acciones, día por día, hasta el punto de saber, cuando abre los ojos al despertar cada mañana, todo lo que hará, a qué hora lo hará, dónde lo hará, y cómo lo hará. Una rutina que sólo puede alterarse cuando uno se decide a hacer un viaje y subirse a un autobús, un tren, un avión, un barco, y adiós rutina diaria, ahora sí, piensa el iluso, que voy a desestresarme de mi vida tan normal y tan común que a veces pienso que no la estoy viviendo yo, sino el vecino del frente, o el protagonista de la serie que suelo ver a veces en la telemierda que menos mal que conserva algunos canales que trasmiten algunas cosas interesantes y sobre todo sin anuncios... porque un día descubrí que soy alérgico a los anuncios publicitarios de la tele... las 7.15 y yo aquí, atracándome de virutas de pino ruso...

Fuera de este pequeño espacio donde duermo cada noche (porque nunca duermo de día no porque no me guste sino porque no me entra el sueño) la vida transcurre como siempre: la vida tiene muy poca variedad, o casi ninguna, y cuando aparece alguna es una variedad tragicómica de la que algunos se ríen y otros lloran, pero que en definitivas no aporta nada nuevo bajo el sol. Como me dice Marcelino Granda, el quiosquero al que antes le compraba algún que otro periódico con películas de extras, y que ya no le compro porque desde que metí mis narices en Internet leo los periódicos gratis en la pantallita que me tiene sirico con tanta información desastrosa, porque ahí tampoco aparece un concurso de perros hermosos guiados por niños rozagantes en jardines repletos de flores, ¡le zumba la berenjena!, lo bello cada día va quedando en el rastro del olvido. Pues me dice Marcelino que la vida es así y que no hay fuerza que pueda sacarnos de la rutina o de la monotonía, que para el caso viene siendo lo mismo. Pobre Marcelino, cada vez menos gente le compra los periódicos y las revistas, la crisis por un lado y el Internet por otro y el hombre va a la quiebra. Pero en fin, que yo no voy a remediar ni a Marcelino ni al resto de la humanidad. Fuera la horizontalidad, en pie, que ya va siendo hora...

Pues allá voy, a emprender la misma hoja de ruta que inventó algún burócrata para controlar (pensaba el muy tonto) a sus subordinados que se pasaron el invento por el escroto y cuando salían colocaban en la puerta un itinerario que por supuesto no pensaban cumplir, porque además sabían que el Jefe no iba a vigilarlos uno a uno detrás de cada paso que daban. Esto de los Jefes y de la vigilancia tiene tela. Sí señor. Pero tengo que mover el esqueleto, que dicen los que saben de eso que es muy bueno para la salud mental y física. Y si ellos lo dicen... El caso es que de nuevo a la repetición de acciones, de pasos, de idas y venidas, y el mundo sigue andando sin que se le ocurra ningún hecho capaz de sacarnos de la calma chicha en que estamos viviendo, a excepción de las acciones de violencia y sangre, que por consabidas se están convirtiendo en algo tan normal que ya casi no llaman la atención a nadie. Yo creo que el día en que no ocurra ningún hecho de sangre, como le dicen en los medios mediáticos (con redundancia y todo lo que quieran los correctores de estilo), será el día de la variedad, del cambio, de lo que se salga de la rutina y de la monotonía, y habrá que celebrarlo. Por cierto, voy a comprar una botella de vino del barato (yo nunca bebo pero por si acaso) y guardarlo, esperando los acontecimientos, que el vino mientras más viejo mejor, dicen los iniciados...

Pues sí, la casi totalidad de las personas que trabajan en una oficina que casi nunca sirve para resolver ningún problema, se pasan sus ocho horas de trabajo emborronando papeles que tampoco sirven para nada, porque dígame usted: si se inventaron los ordenadores para acumular todos los datos de los usuarios, ¿para qué le piden a uno lo que ya tienen registrado en sus computadoras? Y después vuelven a pedir algunos papeles que se han entregado, porque esa es otra, que usted entrega los papeles que le piden y en esas oficinas nunca están conformes, siempre falta algún dato, algún informe, algún hagoconstar, y el caso es que usted se pasa demasiadas horas de su vida gestionando papeles que ya ha entregado o cuyos datos están en los ordenadores de las oficinas públicas. ¡Ah! El caso es joder a los ciudadanos de alguna manera. Porque un día me dijo mi Asistente Social, cuando yo le dije, ingenuamente, que ahora éste (el que le entregaba) sería el último papel: "no, amigo mío, nunca habrá un último papel"...

Y es verdad que nunca habrá un último papel, porque si lo hubiera, el desempleo estaría en el 50%, por la enorme cantidad de funcionarios improductivos (pero consumidores) que nuestra sociedad soporta y mantiene. No sé cómo nadie se ha puesto a elucubrar con ese dato: la cantidad de personas que no producen bienes materiales y sin embargo consumen alimentos, ropas, calzado, vivienda, electricidad, agua, gas, energía, transporte, servicios, etc. ¿De dónde sale eso? ¿Y hasta cuándo aguantará este país ese desnivel entre la producción y el consumo que cada día es más amplio? Una vez que me dirigía a Galicia, invitado por mi amigo Manuel a pasar la Navidad y el fin de año en su casa con su generosa familia, noté que por la ventanilla no veía ni una sola vaca, y al llegar le pregunté Manuel, ¿y esa leche que yo me tomo a diario, de dónde coño sale? Porque no he visto ni una sola vaca en todo el trayecto desde el autobús. Manuel se quedó como en éxtasis, parece que de oír semejante gilipollez, porque se supone que las vacas no tienen que estar al lado de las carreteras en exhibición turística. Pero el caso es que no vi ninguna y que me tomo un litro de su leche diariamente. ¡Ay,Manuel! Con semejantes amigos no necesitas ver la tele...

En fin, que el baño, el aseo, el desayuno, otra vez el baño, la boca, el vestuario, los zapatos, la ventana a ver cómo pinta la mañana, no hace falta el paraguas, la maletica para los alimentos, las llaves, mirar si el gas, si el agua, si los equipos electrodomésticos, las puertas, las ventanas, el copón bendito, ¡a la calle!... Decididamente, como dice mi hija siquiatra: un tipo obsesivo compulsivo. La madre que me parió...

AUGUSTO LAZARO

martes, 14 de diciembre de 2010

ESAS LEYES... ¡POR DIOS!

El diario EL PAIS publica en su edición del sábado 27 de noviembre pasado, en letra pequeña, un MANIFIESTO CONTRA LA LEY ELECTORAL, firmado, según nota al pie, por más de 3,200 nombres, además de algunos de personalidades de la cultura, la sociedad y la política, como Andrés Trapiello, Helena Tabena, Julio Anguita, Almudena Grandes, Emilio Gascón, Asunción Esteban, etc. He añadido mi firma a la lista, porque considero ese documento muy positivo y me atrevería a decir que imprescindible para comprender mejor nuestro país y para comprender a la vez cuán necesitado está de ese cambio que tantos cerebros sensatos solicitan a los encargados de cambiar nuestras leyes, que por cierto, casi nunca se ocupan de cambiarlas, ignorando los reclamos de una población cada día más harta de eso que llaman "la clase política española", que parece ocuparse sólo de sus propios asuntos y de llenar sus cuentas corrientes mientras la palabra pueblo les resulta lejana y exótica.

El Manifiesto comienza así:

La ley electoral es antidemocrática e injusta. Contraria al espíritu de la Constitución. Intolerable. No se debe consentir. De mantenerse esta ley electoral, España seguirá sin ser una democracia plena. Hoy no lo es, porque el Parlamento no representa la voluntad popular.

Esta aseveración de los firmantes del Manifiesto, que parece exagerada por lo grave, pasa desapercibida, precisamente por ser eso: grave, porque estas cuestiones que a cualquier extranjero le llamarían la atención hasta el asombro, el pueblo español no las conoce o las ve como a la corrupción, que se está convirtiendo en algo tan normal que no vale la pena censurarla o protestarla. El pueblo sí sabe que nadie le hará caso si se trata de perjudicar a los políticos, que ya son casi el problema principal que afronta este país. Habría que cambiarlos a todos, y eso parece imposible, entre otras cosas, porque ¿a quiénes podríamos colocar en cada escaño que sustituyera a los actuales "padres de la patria?". Porque ser político ya de por sí significa despojarse de honradez y honestidad y vivir para sí, y sólo para sí. Excepciones haylas, por supuesto, pero ¡ay!, son tan pocas...

En otro de sus fragmentos, plantea el Manifiesto, refiriéndose a la ley electoral vigente que

esta ley que aún rige las elecciones en España -después de 33 años-, es una reproducción, en lo fundamental, del primer Decreto Ley dictado por el último gobierno franquista.

Sin comentarios, porque no hacen falta. Parece una broma, pero no lo es, de ahí su gravedad. Y no hay más que asomarse al proceso electoral que se sigue en el país para darse cuenta de hasta qué punto se ha llegado a corromper el concepto de justicia e igualdad, dentro del cual dos partidos políticos mayoritarios se disputan cuanto privilegio exista para esa "clase" que dirige (mal) y controla (peor) los destinos de España, sin que nadie, al parecer, se sienta dolido o siquiera preocupado por remediar (o al menos pensar en cómo podría remediarse) tamaña desvergüenza. Lean este otro fragmento y verán cómo está el patio:

(...) unos diputados necesitan casi 500,000 votos para ser elegidos y otros nueve veces menos, como el PNV, o 7.26 menos como el PP, o 7.25 menos como el PSOE (...)

Por eso es extraño oír a algún político decir que no somos iguales y que por tanto no se respeta el artículo 14 que proclama que "todos los españoles son iguales ante la ley". Quizás, por carambola -porque esto de la ley electoral repercute, claramente, en la aplicación de la justicia- tengamos que sufrir la vergüenza de ser el único país de los llamados democráticos, o del llamado "mundo libre" donde un asesino de 25 personas esté suelto en la calle y además goce de todos los derechos, y para colmo que ahora se descubra que el gobierno actual se lamente de no haberlo liberado antes, como si le parecieran demasiados esos 18 años que cumplió por haber enviado al otro mundo a 25 seres inocentes.

En la ley electoral, como en las demás leyes que rigen actualemnte, y al igual que en la propia Constitución, hay como una mano oculta, diabólica, perversa, que no quiere que exista de verdad la Justicia con mayúscula. Quizás porque a algunos no les convenga, pues de existir, peligrarían sus múltiples privilegios obtenidos por ese afán enfermizo de "meterse en política", que es, junto al fútbol y al famoseo, lo que más fama y fortuna da en España.

Augusto Lázaro

martes, 7 de diciembre de 2010

¿PARA QUE SIRVE UN BLOG?

Mi amigo Juan Maguey (que no cree en la ley) me pregunta por qué y para qué escribo y mantengo un blog, si, como él piensa, nadie lo lee.

--A no ser esos cuatro gatos amigos tuyos a quienes has pedido que te lean.

Y añade que más que por un improbable interés en leer lo que publico, lo hacen porque son amigos míos que como él mismo, de vez en cuando se conectan y buscan LA ENVOLVENCIA a ver qué he echado a volar en el ciberespacio últimamente.

--¿Y por qué piensas tú que nadie me lee, aparte de esos cuatro gatos que mencionas?

--Hombre, si eso está más claro que un mediodía en el Sahara.

Y me explica su teoría al respecto: "en Internet -me dice Juan- hay millones de blogs circulando por todo el planeta. Millones, imagínate. Y entre esos millones está el tuyo. ¿Tú crees que por tu linda cara que ya no es tan linda como hace treinta años miles y miles van a buscar tu blog para disfrutar de tus genialidades?" Pero hace una pausa y me dice que además de millones de blogs, en Internet hay millones de otras informaciones, detalles, datos, notas, artículos, libros, películas, vídeos, música, y bla bla bla...

--Dime tú si alguien, entre tantas millonadas de más interés incluso que lo que tú puedas escribir en tu blog, va a conectarse contigo y renunciar a tantas otras cosas que de seguro le proporcionarán muchìsimo más placer en sus ratos de Internet. Y eso sin contar con la correspondencia de cada cual, que el que más y el que menos la tiene, y no le alcanza el tiempo para contestarla. Tú mismo eres un ejemplo.

Me gustan las personas sinceras, aunque su sinceridad me sea desfavorable y a veces brutal. Juan es una de esas personas, por eso es mi amigo. Y es verdad que si te conectas a Internet te encuentras ante un mundo tan vasto, tan complejo y tan variado que no sabes (a veces a mí me sucede) por dónde empezar. Pero yo también tengo mi razón para seguir y se lo digo sin darle chance a que continúe su diatriba.

--Pues oye esto: todo eso que me dices es cierto, pero como tú no eres escritor no puedes imaginarte el placer que se siente escribiendo en una pantalla que cuando hagas clic desaparecerá de tus ojos y se insertará en ese espacio inverosímil donde quizás miles de ojos te encuentren casualmente, aparte de los que ya te buscan... eso te da una sensación de misterio, de irrealidad, de entusiasmo, que no puedes dejar de hacerlo un día y otro día, hasta sentirte pletórico, encontrando tú también en la pantalla otros textos escritos por otros que piensan y sienten lo mismo, y descubriendo nuevos mensajes de quienes siguen a diario escribiendo en sus blogs, en las revistas, en las redes, en fin... y eso, amigo mío, no se paga con ningún lingote de oro.

Juan se queda en silencio. Se rasca el mentón. Y me dice finalmente:

--Tienes razón: tendría que ser escritor para sentir todas esas sensaciones que tú dices que sientes... o no sentirlas, porque eso no se sabe hasta que se experimenta.

Augusto Lázaro

jueves, 2 de diciembre de 2010

¿LA TERCERA JUVENTUD?

Lo dijo Borges: la espantosa humillación de envejecer, y aunque no se esté de acuerdo con su afirmación, tampoco puede estarse de acuerdo con el panorama de felicidad total que nos quieren hacer ver esas revistas que se encargan de ayudar a los que llaman "personas mayores" a que vivan lo mejor que puedan vivir, a pesar del almanaque, que siempre golpea sin piedad, cada vez más contundente en la medida en que cada cual cumple un nuevo año, pasados los 65, incluso gozando de una salud bastante aceptable para haber vivido tanto.

Examinando a fondo todo lo que tenemos dentro de nuestro organismo, a veces me pregunto cómo puede llegarse a una edad tan avanzada como digamos 80 años. Porque no es fácil escaparse de las afectaciones que pueden cobijarse en nuestros corazones, o en nuestros sistemas digestivos y nerviosos, o en pulmones, hígados, riñones, y tantos otros órganos que tenemos a disposición de cualquier anomalía, molestia, virus, contagio o enfermedad. Y peor aún: me pregunto por qué el cuerpo humano debe tener tantos órganos, músculos, arterias, glándulas, tendones, etc.,
en lugar de estar formado tan simplemente como una saardina, por ejemplo, y así nos evitaríamos miles de trastornos y complicaciones que nos amargan la poca vida que disfrutamos sobre la superficie.

Es tan complicado el cuerpo humano que es casi imposible llegar a 80 años sin haber padecido una o más veces alguna enfermedad que a veces resulta fatal y nos elimina inobjetablemente. Y peor aún, si en lugar de eliminarnos de una vez nos mantiene en agonía brutal durante mucho tiempo, padeciendo y haciendo padecer a nuestros seres queridos que se resienten, al igual que nosotros, a comprender por qué. Por eso muchos se preguntan que si alguna fuerza sobrenatural nos creó, ¿por qué nos creó tan complicadamente formados?

Luego entonces: ¿para qué tantas cosas? Y la respuesta no se hace esperar: para complicarnos la vida, porque vivir tantos años sin que nada se afecte en nuestro organismo es tarea que ni la ciencia ficción ha podido aplicar exitosamente.

Para mí lo peor de la ancianidad no se aviene con lo que dice Sir Henry en la novela de Oscar Wilde El retrato de Dorian Gray: "lo peor de la ancianidad no es ser viejo, sino haber sido joven", sino los múltiples achaques que esa edad nos trae: dejar caer al suelo vasos, cubiertos, gafas, tropezar con las puertas y los muebles, enredarse los pies en los cables de los equipos electrodomésticos, olvidar lo que hemos hecho apenas diez minutos antes, no poder contener algunos ex-abruptos de los que después nos arrepentimos cuando ya no tienen remedio, etc. Eso molesta. Y eso no puede evitarse. En unos más y en otros menos, pero los mayores padecemos de ésos y de otros achaques que a veces nos pone el carácter que hay que querernos mucho para soportarnos.

Pero la imagen más terrible de lo que llega a ser la vejez yo la grabé en mi memoria para toda la vida en una escena de la película italiana El trasplante:

Un anciano millonario que por su edad está impotente, sentado en una cómoda silla plegable, junto a la piscina de su mansión enorme y tan lujosa que impresionaba a quien podía penetrar sus vericuetos, contempla extasiado a varias jóvenes en bikinis que gozan del baño y de las demás atenciones que reciben de la servidumbre del potentado, que las ha invitado a pasar unas horas en su reino. De pronto, sale de la piscina una espectacular mujer joven, con un bikini tan escaso que apenas oculta las zonas más íntimas, y con una anatomía capaz de enervar hasta a un esquimal en pleno mes de enero. La cámara se acerca lentamente al rostro del anciano, contemplando a la joven, y poco a poco comienzan a brotar lágrimas y rodar por sus mejillas, mientras su cara toma la expresión del más cruel desamparo... Nada he visto que retrate tan brillantemente (y tan crudamente) qué cosa es la vejez, por mucho dinero que pueda tenerse, y por mucho poder que pueda ostentarse.

En la película ese anciano intenta que le trasplanten el pene de un hombre joven y fuerte que ha tenido un montón de hijos sanos y goza de una casi perfecta salud. El hombre se resiste y al final cede, aunque a la hora de la verdad vuelve a negarse. Ese es más o menos el argumento del filme en forma de comedia, que esconde una verdad innegable que padecen todos cuantos sienten lo que no es sólo un deseo para el ser humano, sino una necesidad, que en este caso no tiene remedio posible.

Sin dudas que siendo mayor puede vivirse una vida placentera con sus limitaciones. Pero de ahí a decir que la ancianidad está pletórica de ventajas y de jardines de flores, hay un trecho bastante difícil de salvar. Que nos alienten está bien. Pero estaría mejor que nos ayudaran a aceptar nuestros problemas, sin endulzárnoslos, nuestras limitaciones y nuestros achaques, que a veces se tratan de obviar, como si no existieran en la vida de lo que las instituciones llaman "las personas mayores". Quizás así nos harían la vida más soportable aún.

Augusto Lázaro