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martes, 14 de diciembre de 2010

ESAS LEYES... ¡POR DIOS!

El diario EL PAIS publica en su edición del sábado 27 de noviembre pasado, en letra pequeña, un MANIFIESTO CONTRA LA LEY ELECTORAL, firmado, según nota al pie, por más de 3,200 nombres, además de algunos de personalidades de la cultura, la sociedad y la política, como Andrés Trapiello, Helena Tabena, Julio Anguita, Almudena Grandes, Emilio Gascón, Asunción Esteban, etc. He añadido mi firma a la lista, porque considero ese documento muy positivo y me atrevería a decir que imprescindible para comprender mejor nuestro país y para comprender a la vez cuán necesitado está de ese cambio que tantos cerebros sensatos solicitan a los encargados de cambiar nuestras leyes, que por cierto, casi nunca se ocupan de cambiarlas, ignorando los reclamos de una población cada día más harta de eso que llaman "la clase política española", que parece ocuparse sólo de sus propios asuntos y de llenar sus cuentas corrientes mientras la palabra pueblo les resulta lejana y exótica.

El Manifiesto comienza así:

La ley electoral es antidemocrática e injusta. Contraria al espíritu de la Constitución. Intolerable. No se debe consentir. De mantenerse esta ley electoral, España seguirá sin ser una democracia plena. Hoy no lo es, porque el Parlamento no representa la voluntad popular.

Esta aseveración de los firmantes del Manifiesto, que parece exagerada por lo grave, pasa desapercibida, precisamente por ser eso: grave, porque estas cuestiones que a cualquier extranjero le llamarían la atención hasta el asombro, el pueblo español no las conoce o las ve como a la corrupción, que se está convirtiendo en algo tan normal que no vale la pena censurarla o protestarla. El pueblo sí sabe que nadie le hará caso si se trata de perjudicar a los políticos, que ya son casi el problema principal que afronta este país. Habría que cambiarlos a todos, y eso parece imposible, entre otras cosas, porque ¿a quiénes podríamos colocar en cada escaño que sustituyera a los actuales "padres de la patria?". Porque ser político ya de por sí significa despojarse de honradez y honestidad y vivir para sí, y sólo para sí. Excepciones haylas, por supuesto, pero ¡ay!, son tan pocas...

En otro de sus fragmentos, plantea el Manifiesto, refiriéndose a la ley electoral vigente que

esta ley que aún rige las elecciones en España -después de 33 años-, es una reproducción, en lo fundamental, del primer Decreto Ley dictado por el último gobierno franquista.

Sin comentarios, porque no hacen falta. Parece una broma, pero no lo es, de ahí su gravedad. Y no hay más que asomarse al proceso electoral que se sigue en el país para darse cuenta de hasta qué punto se ha llegado a corromper el concepto de justicia e igualdad, dentro del cual dos partidos políticos mayoritarios se disputan cuanto privilegio exista para esa "clase" que dirige (mal) y controla (peor) los destinos de España, sin que nadie, al parecer, se sienta dolido o siquiera preocupado por remediar (o al menos pensar en cómo podría remediarse) tamaña desvergüenza. Lean este otro fragmento y verán cómo está el patio:

(...) unos diputados necesitan casi 500,000 votos para ser elegidos y otros nueve veces menos, como el PNV, o 7.26 menos como el PP, o 7.25 menos como el PSOE (...)

Por eso es extraño oír a algún político decir que no somos iguales y que por tanto no se respeta el artículo 14 que proclama que "todos los españoles son iguales ante la ley". Quizás, por carambola -porque esto de la ley electoral repercute, claramente, en la aplicación de la justicia- tengamos que sufrir la vergüenza de ser el único país de los llamados democráticos, o del llamado "mundo libre" donde un asesino de 25 personas esté suelto en la calle y además goce de todos los derechos, y para colmo que ahora se descubra que el gobierno actual se lamente de no haberlo liberado antes, como si le parecieran demasiados esos 18 años que cumplió por haber enviado al otro mundo a 25 seres inocentes.

En la ley electoral, como en las demás leyes que rigen actualemnte, y al igual que en la propia Constitución, hay como una mano oculta, diabólica, perversa, que no quiere que exista de verdad la Justicia con mayúscula. Quizás porque a algunos no les convenga, pues de existir, peligrarían sus múltiples privilegios obtenidos por ese afán enfermizo de "meterse en política", que es, junto al fútbol y al famoseo, lo que más fama y fortuna da en España.

Augusto Lázaro

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