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domingo, 30 de noviembre de 2014

BAJO UN SEÑOR AGUACERO

La conocí una tarde totalmente nublada. Claro, estaba totalmente nublada porque llovía a cántaros como en Macondo. Llegó corriendo, sin paraguas, intentando inútilmente guarecerse del torrencial con un cartón que después me confesó que había cogido de un contenedor para no pescar un resfriado (que al final pescó). Yo estaba esperando un autobús en una parada donde cabían sin empaparse sólo 6 personas y ya había, cuando ella llegó radiante y triunfal, unas 12. Sofocada, respirando corto, sonriente, no dijo ni buenas, lanzó el cartón a la acequia, me miró de refilón, y se unió al club de los pacientes que esperan autobuses cuando cae un diluvio que humedece hasta el alma. Casualmente mi autobús era el mismo que ella esperaba. Nos subimos, como estaba repleto tuvimos que apachurrarnos un poquito, y entonces ella, que cayó frente a mí, casi pegada como una lapa al cuerpo que yo creía que era el mío, pronunció una frase original:
--Qué aguacero tan molesto, ¿eh?
Y como yo no podía quedarme atrás, le respondí con otra ídem:
--Sí, mire cómo estoy, chorreando agua.
Y así comenzó todo. La casualidad quería unirnos, parece, porque nos bajamos en la misma parada, y como yo tenía un paraguas de 16 varillas, la invité a meterse debajo, pegadita a mí, sin malas intenciones, pensando que iba a rechazar tan caballeroso ofrecimiento, pero de eso nada, enseguida aceptó y juntos y casi revueltos caminamos bajo el huracán hasta la terminal donde pensábamos que quizás un café calientito podría ilusionarnos con la idea de que no estábamos empapados los dos, y los dos chorreando agua. La idea del café calientito fue de ella. Increíble. Desde el primer día me tomó la delantera que ha mantenido hasta hoy la muy.
--¿Así que te llamas Encarni?
--Me dicen Encarni, mi nombre es Encarnación de la Calzada y Peñavieja.
No pude evitarlo: solté una carcajada.
--Me estás tomando el poco pelo que me queda.
Miró mi cabeza y no hizo ninguna mueca.
--Te lo juro. Así mismo me llamo, por eso prefiero que me digan Encarni. Imagínate si cada vez que alguien me llama me dijera oye, Encarnación de la Calzada y Peñavieja...
--Sí, digo no, digo sí, me lo imagino, sí, ya lo creo que me lo imagino.
Y nos tomamos los cafecitos calientitos mientras esperábamos que el tiempo mejorara, cosa que tendría que ocurrir algún día. Ella iba a su casa, a dos pasos de la terminal, yo tenía que esperar un tren que me trajera cerca de mi casa, así que en lugar de ir cada cual a su dirección debida nos quedamos, repetimos el cafecito, y hablamos tanto y de tantas cosas intrascendentes que yo me separé de ella pensando (y creo que ella también pensó lo mismo): ésta es la mujer que me hace falta. No se parece en nada a mí, sólo en las tonterías que podemos hablar mientras esperamos que termine un aguacero monumental a ver qué hacemos y a dónde vamos si no lo sabemos después de la conversación intrascendente... Y así fue. Hasta hoy...

Augusto Lázaro


@augustodelatorr

http://elcuiclo.blogspot.com.es


lunes, 24 de noviembre de 2014

LA BIBLIOTECA

En invierno a las 07.00 todavía está oscuro. Al despertarme pulso el botón que enciende la lamparita de noche (nunca he podido comprender por qué se le llama de noche) y me desperezo, moviéndome en la cama como una iguana huyendo de los tiraflechas infantiles en un matorral. No soy perezoso, aunque me gusta permanecer despierto unos 5 minutos en la cama, pensando, meditando qué puedo hacer hoy que no se parezca nada a lo que hice ayer, y me doy cuenta de que realizarlo es tan difícil que lo mejor es levantarme y a ver qué aparece que pueda hacerme creer que todo es posible si se tiene la enorme voluntad de que todo sea posible, como no es mi caso. Me levanto. A lo de siempre, sin variedad, porque la variedad en mi caso no es algo que me urja redireccionar. Y después de trapichear con papeles (los inmortales e inobviables papeles) y pantallas informáticas e internéticas ¡a la calle! La calle, que como la cama, puede ser el remedio de todos los males. O quizás no.
Hoy debo ir a la biblioteca a entregar y sacar libros de la circulante, que gracias a eso me ahorro, o mejor dicho, dejo de gastar un montón de euros en la compra de libros que por cierto, cada vez están más caros y más gordos, como si por el desembolso la editora compensara con un copón de folios que casi siempre pasan de los 500, como para leer varias semanas (la gente normal, yo, que según algunos soy anormal, sólo tardaría unos cuantos días en dispararme, eso sí, si me gusta y la veo interesante, una de esas macronovelas de 600 pp). Benditos sean el sistema de préstamos y quien lo inventó. Pues eso, que hoy a la biblioteca y así le doy una estocada a la rutina de la calle y mi día no será como el de ayer ni como el de mañana.
La biblioteca me queda a unos 10 minutos de camino. Después, a disfrutar de mi mayor placer: sentarme en mi poltrona tipo Hemingway donde el viejo solía leer horas y horas con un vaso de whisky cerca de sus manos, y a leer (yo en este caso), con un jugo de naranja al natural, y con uno de los 3 libros que saco cada vez, faltaba menos.
Yo también, como Borges, estoy orgulloso no de los libros que (no) he escrito, sino de los que (sí) he leído, cuyo monto es tan ilimitado que no sé (nunca sabría, porque nunca sería capaz de llevar esa cuenta, como de llevar ninguna cuenta) a cuánto ascenderá dicha suma. El caso es que leo unas 6-8 horas diarias, contando con los libros, los periódicos en papel, las revistas culturales, y en Internet, donde además de ahorrar dinero al no comprar periódicos (esos que leo me los agencio de algún lugar asequible, como el edificio donde vivo, por ejemplo) tengo la comodidad de estar en casa, conectarme cuando me vienen las ganas, y no tener que vestirme, calzarme, y disponerme a enfrentar la estupidez humana que me espera en la calle. En fin, la biblioteca, sí. Eso es. Ya veremos... mejor dicho, ya veré, que para ir a la biblioteca no necesito compañía femenina ni de ninguna otra índole...

Augusto Lázaro
@augustodelatorr
Próxima entrada: cómo conocí a la Encarni (el pecado original)




domingo, 16 de noviembre de 2014

ADIOS Y BUEN VIAJE

1
Me lo dijo Carmen: "vive tu vida y que los demás vivan la suya", y yo, que siempre estoy al tanto de lo que oigo, rechazando las estupideces que dentro de poco serán mayoritarias, y guardando en mi cerebro lo que, como en este caso, tiene lógica y sabiduría, he tomado una decisión más (no sé cuántas ya habré tomado, pues no me ocupo de anotarlas ni me interesa hacerlo) y es que a partir de ayer por la tarde cuando Carmen me soltó su máxima (que no es suya, pero que de ella la oí con su buena intención) lo que le suceda a mi vecino Don Pepe Tirabuzón (así le dicen aunque él se pone giro cuando se lo dicen) me importa una plasta. Basta ya de hacer de su Secretario de Oficio, para recordarle todo lo que se le olvida, que es casi todo, porque Don Pepe está perdiendo la poca memoria que siempre tuvo antaño, y cuenta (sin darse cuenta) con mi ayuda para decirle dónde puede haber puesto la llave cuando regresa e intenta en vano abrir la puerta de su apartamento y no la encuentra. Pues nada de nada. Y como decía Juan Retranca: “el que no cambia, se estanca”. Ha sido un placer, querido Pepe, pero en lo adelante, arréglatelas con el olvido y así serás feliz, a veces no acordarse puede ser más sustancioso que acordarse de toda la mierda que nos ha embarrado y que nos pasa dejándonos su peste. ¿No te parece?
2
Mírales a los ojos y notarás enseguida la falsedad, la mentira, la hipocresía, y a partir de esa inspección ocular sabrás a qué atenerte con esas personas a las que ves, saludas y tratas diariamente, porque no te queda otro remedio, y porque desde niño tus padres te enseñaron a ser decente, amable, y a tratar a todas las personas que vieras con educación y respeto. Hoy, a años luz de tu niñez y de aquella enseñanza paterna (que también encontraste en tus maestros de primaria), te preguntas si todo eso te ha servido para algo, y tras sólo unos segundos para pensarlo descubres que todo eso no te ha servido para nada, y que en realidad para triunfar no hace falta nada de eso que aprendiste, sino tener otras virtudes que son las que priman para destacarse y llegar a lo alto en esta sociedad, con un nivel de vida que distas mucho de sostener, quizás precisamente por ser siempre tan decente, amable, educado y respetuoso con todos, sin ninguna distinción. Y no hacer distinciones entre los seres humanos es una estupidez y una ingenuidad, porque todos los seres humanos son distintos y no merecen igual trato...
3
Pues un día me lo dije a mí mismo: muchacho, si no puedes escribir una novela mejor y más grande que LA GUERRA Y LA PAZ, por ejemplo, o si no estás capacitado para decir lo mismo que dice Cortázar en RAYUELA, pero mejor, por otro ejemplo, cierra el teclado y dedícate a mirar la forma que tienen las nubes cuando están tranquilas, así al menos no sufrirás cuando termines lo que crees que será tu obra maestra (y que no es otra cosa que un bodrio de los tantos que se publican) después de desperdiciar varios años renunciando a todos los demás placeres por pasarte horas y horas dando tecla frente al aparatico este que compraste para esa noble tarea de eso que llaman escribir... pues nada, que mejor eso, al carajo la vela y a ver qué haces con el aparatico, que está muy mono, pero que no te sirve ni para dedicarle versos a tu dulcinea imaginaria, porque como es imaginaria no se va a enterar de que los escribes y de que se los dedicas, ¿no te parece? (bis)
El espejo no me respondió, pero hizo una mueca como de confirmación, y desde ese día ya no me dedico a escribir narrativa. Adiós, dulce oficio, ahí les dejo esa mierda, como dijo el Gabo una vez a no sé quiénes que se echaron a reír, como yo ahora me he echado a reír estrepitosamente, condoliéndome por el tiempo que he perdido intentando escribir una novela distinta y diferente...

Augusto Lázaro

@augustodelatorr
http://elcuiclo.blogspot.com.es


domingo, 9 de noviembre de 2014

AMANECER UNA VEZ MAS

Amanezco... abro los ojos y recuerdo que lo último que leí anoche fue la confesión de un escritor que decía: haberme despertado es lo mejor que me ha pasado en todo el día, y me pongo a pensar qué haría en todo el tiempo desde que se despertó hasta que volvió a acostarse ese escritor para decir que lo mejor que le había pasado era haberse despertado, como si todo lo demás fuera secundario o incluso careciera de importancia. Y pienso: ¿puedo decir yo también que lo mejor que me ha pasado (o que me va a pasar) es haber amanecido?

Porque soy yo quien ha amanecido, mientras que millones de otros terrícolas todavía están durmiendo o ya hace rato que se despertaron y se dedican a sus tareas de todos los días. Me desperezo, me levanto, y a hacer lo mismo que hice ayer y lo mismo que voy a hacer mañana sin ninguna variación posible en la mecánica de mi vida diaria. Son las 07.00 y todavía está oscuro. Al baño, a asearme, a afeitarme, a desayunar, a vestirme, y a salir a enfrentarme un día más con lo mismo de todos los días.

A veces me pregunto por qué no intento cambiar mi itinerario vital para convertir cada día en algo nuevo y distinto y no en la repetición casi exacta de todo lo que hago en las 18 horas en que estoy despierto. Pero rechazo la idea, pues estoy seguro de que si eso sucediera me sentiría extraño, como un nuevo cerebro rector en el mismo cuerpo que no circularía por sus movimientos con la seguridad con que ahora circula, convencido de que encontrará en cada acción y en cada sitio la seguridad de no enfrentarse a una incógnita, a una incertidumbre, a lo desconocido. Y lo desconocido no me atrae a estas alturas, ni siquiera por curiosidad.

Lo conocido me resulta más seguro en su quehacer: salir de lo mismo es una empresa a la que yo no estoy dispuesto a acceder: tendría que dar a mi vida un giro de 180 grados y olvidarme de todo lo que hago y que en realidad me produce bienestar y placer. Un vecino me confesó una vez que él todos los días hacía lo mismo porque haciéndolo se sentía feliz, y esas palabras tan simples me llamaron la atención. El vecino continuó con su filosofía de café con leche (así la llama él mismo):

--Mira, mi hermana, cuando viene a visitarme, siempre me lo dice: Pepe, no te preocupes, lo importante es que te sientas bien, y si te sientes bien así como vives, pues olvídate de lo demás y sigue así.

Y eso intento hacer: olvidarme de lo demás y seguir amaneciendo para repetir mecánicamente todo lo que hago durante el día y parte de la noche: esa es mi vida y a estas alturas no quiero buscar otra, y además, ¿de qué me serviría esa otra vida? ¿Me sentiría mejor? Lo dudo tanto que ni siquiera se me ocurre intentarlo una vez a ver cómo sale.

No. La vida es una sucesión de ideas, pensamientos, acciones, y a la larga la vida de todos termina convirtiéndose en una mecánica de repeticiones imposibles de evitar. Somos una rueda de autobús que diariamente avanza por la misma ruta, llega a su destino, y regresa por la misma ruta hasta el punto de donde partió. Y nunca cambia. A no ser cuando su conductor la lleva hasta la sede, y entonces tiene que tomar otro itinerario, quizás con no tanta destreza como en el que realiza siempre, y yo prefiero el refrán que niega ese que dice que “vale más malo conocido que...” Pues para mí, lo malo, ni conocido ni por conocer. Me quedo con lo bueno que tengo, que aunque no es mucho, lo conozco y sé lo que de él puedo esperar...

Augusto Lázaro

@augustodelatorr

domingo, 2 de noviembre de 2014

PAREJA DE LUJO

Tú a tu casa, yo a la mía, solución genial para que las parejas duren al menos lo que dura el amor eterno según filósofos/filólogos/filófilos: ¡3 años! Hombre, eso era en el siglo XX felizmente pasado, aunque el XXI de feliz va teniendo muy poco, pero no viene al texto (por ahora). Actualmente, el amor eterno dura menos de 12 meses, va en picada permanente, y eso sin escepticismo, que si a esto añadimos un poco de eso que dijo Sartre que había inventado él que por supuesto era una de sus tantas bobadas que millones se tragaron, entonces dura unos 6, los que llevamos Encarni y este seguro servidor (un poco de diplomacia no viene mal del todo), disfrutando de un amor que no muere porque está latente, sobre todo porque somos dos seres que no tenemos en común absolutamente NADA. Esa es la clave. Nada de nada, sólo que la pasamos requetebién cuando no estamos discutiendo en nuestros laberintos sin fin de intentar ambos al unísono descubrir por dónde le entra el agua al coco.
--Te lo dije. Pero a ti decirte algo es como decírselo al vendedor de mangos de la terminal.
--Pero si en la terminal no hay ningún vendedor de mangos, querido.
--Precisamente...
Somos una pareja realmente encantadora: ¿una pareja que nunca discute? Pues está muerta, tiene sangre de cangrejo, dos vegetales que aún respiran, bobos de la yuca enyuntados, resignados a la nadería, sin alma y sin sal, condenados al fracaso, paripé del amor, mentiras tuyas, muchacho, eso es imposible, la serenidad perpetua, no juega, no gana, no vende, y en fin... que no, hombre, que no, no puede ser.
--¿Cuándo vamos a visitar a tu amiga que tanto ha insistido en que vayamos a verla, que está muy sola, y que...
--Es que tanta insistencia me relame un poco.
--Traduce, que ese idioma no lo conozco.
--Ya veo que son muchas las cosas que no conoces.
--Pero bueno, deja el brete y aclara lo de que te relame la insistencia de tu amiga.
--Pues nada, que con tanta insistencia me pregunto qué se traerá.
--Qué desconfiada eres. ¿Qué se va a traer?
--¿Tú qué sabes, si apenas la conoces?
--Cierto, pero la conoces tú y no creo que alguna de tus amigas no esté a la altura de tu categoría.
--La ironía no te sienta bien, querido.
--L Q T D Q, pero entonces ¿qué?
--¿Qué de qué?
--¿Vamos a no vamos a casa de tu amiga?
--Déjame pensarlo.
--Para ir a visitar a una amiga ¿tienes que pensarlo? El colmo.
--Mejor me callo y no te digo lo que quisiera decirte.
--Ya me lo imagino.
--Qué va, si te lo imaginaras me soltarías una de tus groserías.
--¿Tan malo es lo que quisieras decirme?
--Pues sí, tan malo es... mejor intenta imaginártelo a ver si puedes,
y así me ahorras el calificativo.
--Ya está bien de atracarse de cascaritas de chayote, nené. Mira, si tienes que pensarlo, decidido: no vamos y se acabó.
--¿Sabes una cosa? Que de pronto se me ha ocurrido que tienes razón, o sea: vamos a visitar a mi amiga...

Augusto Lázaro


@augustodelatorr

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