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domingo, 26 de julio de 2015

LEER, UNA BUENA OPCION

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Por cada folio que leo quedan otros 999 que me gustaría leer y que sé que no voy a poder leer en lo que me resta de vida, sin contar que en ese tiempo aparecerían otros miles de folios que tampoco podría leer. Porque el día sólo tiene 24 horas, y en el planeta diariamente se publican miles de libros, periódicos, revistas, tabloides, suplementos, separatas, artículos, opiniones, blogs, comentarios, resúmenes y otras menudencias en Internet, además de diversos escritos que resultan de interés a mi siempre activa curiosidad. He tenido que resignarme incluso a que ni siquiera puedo hacer una lista de prioridades, porque no podría leer todas esas prioridades por lo señalado. O sea, que tengo que conformarme con leer lo que pueda y no soñar con otras aventuras como la de repetir la lectura de EN BUSCA DEL TIEMPO PERDIDO, que leí hace muchas décadas y no he vuelto a coger con mis manos. Ni siquiera eso. No hay consuelo para tanta avidez de lectura y no creo ser el único mortal que “padece” de esa “angustia”, que se manifiesta de manera especial cuando entro en una biblioteca y me paseo por los estantes recreando mi vista en tantos libros que no podré leer. Entre las cosas que me gustaría hacer antes de morirme es ésa (la lectura de tantos imposibles) la que más me pesa, pues otras necesidades pueden cubrirse más o menos con un poco de tiempo y de interés, pero la lectura no, pues crece cada día y por cada folio que leo salen al mercado cientos de nuevos folios de los cuales, como dije, quisiera leer muchos a los que puede que no vea ni en fotos adornando algún comentario o crítica en  uno de los suplementos culturales que (menos mal) están al alcance de mi tiempo de lectura.

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Según una encuesta (una más qué importa) España es el país donde más libros se publican y donde más autores hay en relación con el número de habitantes que tiene. Lo que no acabo de explicarme es por qué se publican tantos títulos si por otra parte dice otra encuesta que los españoles leen poco. Y las editoriales se supone que ganen dinero con esas publicaciones. Entonces, ¿cuál es el destino de esos libros que pululan en las librerías y que nadie compra (nadie lee)? Bonita pregunta. Porque aparte de los nombres consagrados y de algún que otro que recibe el empujonazo de la promoción en los medios, la mayoría de los títulos que reposan en esos establecimientos y en algunos centros comerciales son de autores que no conoce ni el cura del pilar de la horadada (-que- como todo lo da, no tiene nada). Además, está de moda que cada presentador, cada columnista, cada figurín que aparece en la tele o que tiene alguna experiencia médica o de otra índole, aparte de sus respectivos oficios (modista, tertulian@, corresponsal, dietétic@, emprendedor, etc.) publique al menos un libro al año, de ahí que haya quienes se atrevan a afirmar que en el 2050 1 de cada 2 españoles habrá publicado un libro.

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Para mí lo más práctico es ir a la biblioteca y por la circulante sacar los libros que me interesan y llevármelos a casa hasta el vencimiento del préstamo en que volveré a devolverlos y a sacar nuevos, método que sin dudas ahorra un dinero que puede servir para otras cosas, ya que tenemos la suerte de que en este país existen bibliotecas circulantes. El único problema es que para leer los que se editan en el momento debo esperar 6 meses o un año para que esos libros estén en la circulante, pero por suplementos y periódicos me voy enterando de las novedades y así cuando los libros lleguen no estaré tan atrasado en mis conocimientos sobre la literatura que se escribe y se publica...

Augusto Lázaro

@augustodelatorr


www.facebook.com/augusto.delatorrecasas

domingo, 12 de julio de 2015

OLA DE CALOR

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¡40 grados a la sombra en Madrid! No, esto no es el verano con sol, calor, ropas ligeras y las calles llenas de gente disfrutando del buen tiempo. Esto es un infierno, una sauna, un crematorio. Quien no disponga de aire acondicionado lo pasa muy mal, no sé cómo se escapará de esta pesadilla. Otra semana más con ola de calor, peligrosa por cierto. Un vecino del edificio está hospitalizado porque sufrió un golpe de calor. Me erizo. Ya no me quedan las pocas ganas que tenía de salir a dar mi paseíto diario. ¿Despegarme del fresquito del aire? Ni soñarlo. Mejor aquí, ejecutando el arte de leer y en papel, que es todo un señor placer, y asomarme a la ventana, de vez en cuando, a contemplar las hojas verdes que ya cubren los árboles que estaban pelados hasta hace muy poco. Y pensar que habrá que inventar un refrán que venga bien al caso: no hay ola de calor que dure todo el año... ni cuerpo que se adapte a la candela...

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Prefiero el frío por una razón muy práctica y sencilla que está al alcance de todos: si usted siente mucho frío, siempre podrá encontrar un abrigo con que taparse, una manta, algo, aunque esté viviendo en plena calle como mendigo: una iglesia o una persona altruista le suministrará lo necesario para que no se tulla de frío. Pero lo que nunca veremos es un mendigo callejero con un equipo de aire acondicionado, ni siquiera con un ventilador de mano. Por tanto, el calor puede hasta matarlo. El frío, nunca. Y así me sucede: por mucho frío que haga, me abrigo y se acabó. Pero cuando el calor aprieta, aunque me desnude seguiré sintiendo calor. Además, el frío me gusta porque durante su etapa me siento mejor, más fuerte, puedo caminar muchísimo sin cansarme, siempre tengo buen apetito, estoy relajado y refrescante, y etc. Allá quienes sueñan con la maravilla de una playa repleta de turistas sudados y donde echarán hasta la salfasia y después sentirán más calor que si se hubieran quedado en sus casas, eso sí, con un buen aire...

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Vivo en una ciudad cuyo clima puede variar hasta 10 grados en un mismo día. Madrid es original en muchos aspectos, pero en ése es la hostia: a veces por la mañana, cuando me levanto, alrededor de las 07.00, hace tal fresquito que hasta tengo que ponerme al menos una cazadora para salir. Pero a las 13.00 de ese mismo día, la cazadora estorba, porque casi sudo por la temperatura que ha subido varios grados, y si no hay viento, aleluya. Por eso en Madrid se ven tantas personas con un jersey o una cazadora colgados en la cintura, pues les sucedió lo que a mí: se levantaron con fresquito casi frío, y al pasar las horas, sintieron el calor del mediodía. Nada, que para gustos... aunque en mi caso, casi nunca me cuelgo nada en la cintura, pues prefiero llevar los jerseys o las cazadoras en las manos, aunque sea tan molesto. Cosas de las costumbres, supongo. Y a disfrutar del clima madrileño, que eso no se ve en cualquier ciudad...

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El verano es la estación en que las mujeres, especialmente las jóvenes, ostentan su real estatura: ninguna se ve con tacones, al menos durante las horas en que el sol machaca, y de ese modo las bajitas son bajitas y no pueden engañar o simular con los taconazos que a veces dan miedo por lo largos y afilados. Muchas revistas recomiendan el no uso de esos tacones porque perjudican la salud, pero nada, que aparentar ser más altas, eso no se lo quita a las chicas ni el desmolleje. Para mí lo único agradable que tiene el verano es que pueden verse, además de las caras y los pelos, partes del cuerpo a las jóvenes que a pesar de la canícula crematorial pasean por las calles adornando con sus bellezas (siempre una mujer tiene cosas bellas si se la mira bien) el ambiente tan poco propicio para el disfrute callejero. Porque en el invierno, adiós visión idílica: sólo caras y pelos, y a veces sólo caras, y hasta a veces sólo parte de las caras. Pero así y todo lo demás, prefiero, como ya dije y ahora repito, el invierno: me gusta el frío y no me importa que el termómetro baje de cero. Un buen abrigo, o una buena calefacción en caso grave, y basta. Y hasta que la ola de calor me despeje un poquito para ver si se me ocurre algo que escribir en el blog. Sean felices y refrésquense. Hasta la próxima entrada.


Augusto Lázaro