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lunes, 11 de diciembre de 2017

A DORMIR, QUE SON DOS DIAS

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Misántropo no es quien odia a la humanidad (especialmente al sexo masculino) sino quien detesta contactar con personas insípidas que nada bueno pueden proporcionarle. Soy uno de ellos y puedo confesarles que me siento feliz de poder aprovechar todo mi tiempo sin perderlo en conversaciones idiotas con personas que parece que de tanto hablar han perdido la perspectiva de aquel refrán que dice: "quien mucho habla, mucho yerra" No y no. Hay que aprender no sólo a decirlo, sino a usarlo (el NO, por supuesto): eso traerá mucho bienestar, mucha paz y sobre todo, sentirse bien consigo mismo...

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Hay muchas maneras de perder el tiempo: durmiendo. Conozco a más de uno que duermen -increíblemente- 16 horas diarias, casi como un koala, con varias siestas. Así como se lee: varias. Pero la razón no es la edad (mis casos citados todos pasan de los 65 años, lo que parecería una contradicción, pues desde pequeño siempre oí y leí que a mayor edad menos necesidad de sueño, pero en fin), sino yo pienso que es porque simplemente esos casos no tienen nada que hacer despiertos y sus organismos se han acostumbrado a “matar el día” durmiendo, pues si se mantienen despiertos y no tienen nada que hacer (o ellos así lo piensan), se aburrirían espantosamente. Y no hay nada peor que pasar las horas aburridos sin hacer nada, que en esos casos el reloj casi no camina y el tiempo demora mucho más y por tanto, el aburrimiento y la pesadez aturdirían mucho más a los durmientes “sin oficio ni beneficio” en las veladas obligatorias. Son los casos que lo mismo se duermen viendo la televisión que esperando en la cola del autobús, o ya en él, durante la travesía que tengan que hacer. ¿Quién entiende a la ciencia que tantas pifias comete?

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Si usted es observador y cerca de su casa hay un bar frente al que usted debe pasar cada día, habrá notado que casi todos los clientes son siempre los mismos, la mayoría personas de avanzada edad o que no tienen trabajo, que se pasan los días en ese lugar tan pintoresco, tomando el mismo vino o la misma caña, y discutiendo de fútbol, de política, o de asuntos personales propios de la vida que según ellos les ha tocado vivir en sus años de ocio, qué remedio. Me pregunto si ese es el destino que nos tocará, obviando la infinidad de actividades y lugares existentes en ciudades como Madrid, para “matar” el tiempo en bares de donde tras pasar unas horas y llegar a su casa nadie se pregunta: ¿he aprendido algo?, ¿me ha servido para mejorar mi vida esa estancia? Seguro que no. Y si se lo preguntan, pensarán que esa es su vida y ese es el lugar donde deben y quieren terminarla… y los más jóvenes, simplemente habrán aceptado la idea de que les resulta imposible encontrar un trabajo digno u otra forma de pasar cada día de sus jóvenes vidas…

Augusto Lázaro

@lazarocasas38

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