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lunes, 5 de septiembre de 2011

EL PRESIDENTE

El Presidente hizo una pausa, tomó un sorbo de agua, y se deleitó ante los aplausos de los cientos de personas que lo vitoreaban en el amplio salón abarrotado de sus seguidores, que todavía eran muchísimos, según los asesores que le animaban a seguir con su mandato tras siete largos años de altas y bajas en los que el Presidente había logrado (también según sus asesores) colocar a su país a la altura de los grandes países que controlaban la marcha del mundo en este imprevisible siglo XXI.

Mientras, en su casa, uno de sus hombres de confianza leía un artículo de Manuel Cerdán en el periódico La Gaceta (considerado tabú entre los miembros de la izquierda tradicional), no haciendo caso a su televisor en el que se veía la imagen de su jefe de filas pronunciando su discurso. El artículo resaltaba algunas frases dichas por el Presidente en sus años de gobierno:

--Hoy estamos mejor que hace un año y dentro de un año estaremos mejor que hoy (sobre ETA, en diciembre de 2006, horas antes del atentado de la T-4).
--España está totalmente a salvo de la crisis financiera (agosto de 2007).
--Estamos en la Champions League de la economía (reunión con el grupo socialista, en septiembre de 2007).
--La crisis es una falacia. Puro catastrofismo (enero de 2008).
--Los parados no son parados, son personas que se han apuntado al paro (febrero de 2008).
--Es un tema opinable si hay crisis o no hay crisis (junio de 2008).
--Mientras yo sea presidente no habrá trasvase del Ebro (marzo de 2008, mitin en Zaragoza).
--Lo enunciaré de forma sencilla, pero ambiciosa: la próxima legislatura lograremos el pleno empleo en España. No lo quiero con carácter coyuntural, lo quiero definitivo (abril de 2008).
--Miente como un bellaco quien diga que hemos hecho recortes (mayo de 2011).

El hombre de confianza del Presidente, que por estar agripado no había asistido al acto, pensó que el periodista quizás tendría razón, o quizás él (el hombre de confianza), al igual que muchos otros, se estaba dando cuenta de que en realidad el Presidente no era tan tan ni muy muy como él (y muchos otros) habían creído. Levantó la vista y aguzó los oídos para seguir el discurso, que en esos momentos enardecía a la masa concentrada. Decía el Presidente que

"la tierra no pertenece a nadie, salvo al viento... y ahora estamos mejor que hace un año... ¡soy rojo!... sí, nos fuimos de Iraq por las mismas razones por las que ahora estamos en Afganistán... mi patria es la libertad... porque nación es un concepto discutido y discutible... y voy a agotar esta legislatura... rebajar impuestos es de izquierdas... ya hemos pasado a Italia y alcanzaremos y pasaremos a Francia...” y los aplausos interrumnpieron nuevamente la voz llena de emoción del Presidente que volvió a tomar un sorbo del vaso con agua que había colocado en un lugar de la tribuna.

El hombre de confianza estornudó, tomó una servilleta de papel y se limpió la nariz, y siguió pensando en su jefe de filas y en que los extranjeros que estuvieran viendo y oyendo al Presidente pensarían que estaban ante un hombre que había perdido la perspectiva, o quizás que se encontraban en un paraíso donde todo marchaba sobre ruedas, esto último, atinó a deducir el hombre de confianza, lo pensaría una minoría cuyo cacumen no podía ocupar mucho espacio dentro de su cabeza. Sin embargo, decidió no atormentar más su cerebro, tomó un sorbito de café directamente de la boca de un termo que tenía en la mesita, junto al sofá, y miró nuevamente a la pantalla no tan chica, puesto que era un televisor de plasma de unos 30 y pico de pulgadas.

Cuando el Presidente terminó su discurso, el hombrfe de confianza apagó el televisor con su mando a distancia (corta distancia por cierto), y dobló el periódico, pensando con cierta dosis de generosidad que “su” Presidente quizás creía de verdad lo que decía, por lo que llamarlo mentiroso no era más que otra de las muchas calumnias de la oposición, que en realidad no era tal, puesto que sólo la hacía, y no con mucha contundencia, el segundo partido más votado en las pasadas elecciones.

“Sin dudas –se dijo el hombre de confianza, dirigiéndose a su dormitorio para echar una siesta reconfortante-- que los extranjeros eran una cosa y los nativos otra”, por lo que se sentía seguro, al fin y a pesar de los pesares, de que el Presidente volvería a ganar las elecciones generales que se efectuarían en el año 2012...

Augusto Lázaro

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