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sábado, 11 de septiembre de 2010

¡OH LOS PREJUICIOS!


Motivados por la pasión, por el enamoramiento, o por la circunstancia, cometemos
lo que nuestras abuelas llamarían pecado, después pensamos que en realidad lo
hemos cometido, nos atormentamos quizás por esa debilidad que nos ha llevado al
arrepentimiento, y al final nos damos cuenta de que hemos, como dice el refrán,
convertido en un huracán devastador lo que sólo era un chorrito de agua...


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VAMOS, MUCHACHA.


Vamos, empuja la puerta de cristal, penetra en ese aire acondicionado tan frío que
eriza los vellos de tus brazos, de tus axilas, de tus muslos, estremécete, goza de ese aire que te gusta tanto, mira la gente, las lámparas blancas, los cuadros, la entrada al bar pequeño, acogedor, íntimo, oscuro, las mesitas, las arecas, camina despacio,liviana, menuda, por los mosaicos relucientes, por la alfombra afelpada, oye la música indirecta, disfrútala, camina sobre el piso suave, sobre la suavidad de tus sandalias, escápate de todo, pero no, no puedes, todo te recuerda lo que has
hecho, ya no eres la misma, ya no serás nunca la misma, ya el olvido se ha alejado
por tiempo indefinido de tu mente, dirígete hacia la carpeta, descuélgate del
hombro la cartera, busca en ella alguna libretica de notas, algún lápiz, pídele la
llave al carpetero, sonríele, extiéndele la mano, toma la llave de la habitación que
te alcanza, toma junto con la llave un sobre blanco, pequeño, transparente, que
por fuera sólo tiene escritos tu nombre y el número de tu habitación, asómbrate,
abre el sobre, lee la carta que está dentro, piensa que no puede ser, que es un
error, que es una broma, lee otra vez la carta, comprueba la fecha, mira a todas
partes, toca, estruja la carta, el sobre, muérdete los labios, mira otra vez el sobre con tu nombre, mira la hoja de papel cebolla del color que más te gusta, mira
esa letra sola que termina la carta, convéncete de que está escrita por él, ah,
sí, reacciona, métela en el sobre, guarda el sobre en la cartera, qué pensará, qué
creerá, qué hará, esta misma tarde, en el parquecito, en el mismo parquecito de
la iglesia, cómo se enteró que te marchabas, cuántas cosas que decirse, pero no
te quedes parada ahí como una estúpida, vé hacia los elevadores, no des lugar
a que todos te miren, tonta, si te vieras la cara, aunque ya no es la misma cara,
cuándo lo viste por primera vez, únete al pequeño grupo que espera para subir,
cuántas veces has salido con él, mueve tus piernas, a cuántos lugares han ido los
dos, mira los números que se iluminan hasta el uno, cuántas cosas en tan pocos
días, se abre la puerta del centro, apúrate, tropieza con alguien, excúsate, entra
en el elevador, siente esa sensación que da en la boca del estómago la rápida
ascensión en un elevador de hotel, pero déjate de niñerías, acaba de salir, camina
hacia tu cuarto, anda rápido, atraviesa una vez más este pasillo solitario que te
sabes de memoria, acuérdate de que tienes que hacer todavía muchas cosas antes
de ir, si vas a ir, has tenido una mañana bastante movida, te despertó el teléfono
de la habitación porque así se lo pediste anoche a la operadora, anoche cuando
decidiste marcharte sin decírselo, enseguida te pusiste en pie, nerviosa, te acercaste a la ventana para ver cómo estaba amaneciendo, pensaste cuántas personas se estarían levantando a esa hora como tú, con tanto en qué pensar como tú, si
todo sería igual todos los días, si las cosas podrían cambiar como has cambiado tú,
el mar que apenas se movía a un lado de tus ojos, al otro las siluetas de los edificios dormidos, el trazado de calles inmóviles, las chimeneas, la ropa tendida en algunas azoteas, los objetos tirados o perdidos en casi todas ellas, los vehículos que ya comenzaban a nutrir el tránsito, el ruido, todo igual, todo distinto, la vida podía cambiar o no cambiar, tú habías cambiado, todo pequeño, todo allá abajo, la piscina sola, las taquillas solas, las sillas solas, recuerda, anoche, antes de este amanecer tranquilo, apacible, pero si ya estás aquí frente a tu cuarto, detente, so boba, si casi te pasas, en qué piensas, muchacha, vamos, acaba de entrar en tu cuarto, decídete, cruza la línea del umbral que lo separa del pasillo, entra, abre el clóset, escoge cuidadosamente la ropa que vas a ponerte, porque vas a ir, sí, vas a ir, seguro, la ropa que más le gustaría, pero no la de anoche, no, esa te recuerda lo que has hecho, no, mejor la blusa de pespuntes blancos, de mangas, esa que parece una camisa, esa misma, no lo pienses más, la puedes combinar con la falda azul de paño, ponla sobre la cama, mírala, serénate, imagínate cómo lucirías con ella, tiene onda, la tarde se presta, imagínate otra vez con él, ahora que ya nada es lo mismo, el cinto de la hebilla blanca, los zapatos de tacón de punta, ya lo tienes, ahora quítate la ropa, entra en el baño, piensa en lo que vas a hacer, a decirle, a sentir, la blusa, la saya, las sandalias, el ajustador, el blúmer, coge el jaboncito, abre la ducha, suelta un grito en el primer contacto con el agua fría, pon la mano debajo del chorro, gradúa el agua, siente cómo se va calentando lentamente, cómo corren todos los recuerdos uno tras otro, como el agua por tu piel, no, no irás, no debes ir, qué has hecho, ya no eres la misma, siente el agua tibia que te cae encima, que se desliza por tu cuerpo, entrégate a ella, ríndete a su sensación, escucha junto al golpe del agua las notas musicales que te llegan desde el radio que está junto a la cama, piensa ahora en tu cuerpo, pásate las manos por tu cuerpo, enjabónalo, ¿es el mismo cuerpo en que enjabonas?, ¡ah!, disfruta de la espuma, tócate, acaríciate, quita el polvo que puede haber en cada poro, piensa en él, en tu cuerpo, colócate debajo del chorro de la ducha, restrégate, frente al espejo, deja que tus manos ajusten la imagen reflejada en el cristal, deliciosa, te diría él si estuviera aquí contigo, como te dijo anoche, pero no lo recuerdes, que tus manos resbalen por tus muslos, por tus caderas, por tu cintura, por tus senos, por tus hombros, por tu cuello, contémplate desnuda, mojada, bella, deseable, sí, deliciosa, sí, recuerda, su voz, su mirada, sus manos acercándose a tu cuerpo, el mismo cuerpo, recuerda, quién eres, qué edad tienes, qué hiciste ayer, qué has hecho hoy, qué haces aquí tú sola en un hotel de lujo de La Habana, en una habitación para ti sola, en el baño, desnuda, frente al espejo, imaginándote el deseo que puedes despertar en sus ojos, no, no te avergüences, por qué habrías de hacerlo, algo más, los recuerdos, imaginándote el amor, por qué, no has hecho nada, coño, irás, claro que vas a ir, recuerda entonces, cómo lo conociste, cómo comenzó todo esto, cómo terminará todo esto, no pienses, eso no es lo importante, sentir, vivir es lo importante, no te engañes a ti misma, termina de secarte, siéntate en la cama, reflexiona, no, no reflexiones, acaba de vestirte de una vez, arréglate, es tarde, aunque no, es temprano, el tiempo es todo tuyo, siempre será todo tuyo, déjalo pasar un poco, oye la música, no tienes apetito ahora, tú piensas demasiado, vuelve a leer la carta, mira el reloj, anímate, te queda tiempo suficiente todavía, recuesta la cabeza en la almohada, lee un poco, no, no leas, no podrás apartarte de esa idea fija que tienes metida en el cerebro, no irás, pero arréglate de todos modos, qué haces ahí tirada, empapada de tu soledad, termina de darte los últimos toques, cuélgate la cartera, recoge algunas cosas, sal, camina otra vez por el pasillo, hasta los elevadores, aprieta el botón, mira la flecha roja, no tardó esta vez, entra en el elevador, piensa, rememora, todas tus experiencias amorosas anteriores, ésta, esta ha sido distinta, pero qué puede importar eso, piensa en tus padres, en tus amigos, en tu ciudad, ya está bueno, ya lo hiciste, no te arrepientas ahora, el hombre está en el cosmos, no pienses más en eso, no te mortifiques más por eso, mira, se abre el elevador, otra vez en el lobby, dale la llave al carpetero, aléjate de la carpeta, sonríe, no te escapes de nada, decídete por fin, deja tu sonrisa en tu rostro para siempre, sí, irás, irás ahora, irás hoy, irás siempre, hacia él,
hacia el amor, hacia ti misma, camina sobre el piso suave, oye la música indirecta,
disfútala, camina por la alfombra afelpada, por los mosaicos relucientes, camina
despacio, menuda, mira las arecas, las mesitas, la entrada al bar pequeño,
acogedor, íntimo, oscuro, los cuadros, las lámparas blancas, sonríe, mira la gente,
sonríe, goza de ese aire que te gusta tanto, estremécete, sal de ese aire frío que
eriza los vellos de tus brazos, de tus axilas, de tus muslos, pero sonríe siempre, lanza a todo el mundo tu sonrisa, empuja la puerta de cristal, vamos, muchacha, vé a
buscar esa pequeña porción tuya, toda tuya, de la felicidad...


Augusto Lázaro

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