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lunes, 29 de enero de 2018

¿HUMANOS O MAQUINAS?


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Cuando se está rodeado de personas con las que no se tiene nada en común, la vida se hace más difícil, pues obliga a encontrar en la soledad un paliativo para soportar la escasa o ninguna comunicación con otros seres humanos, cosa tan necesaria como alimentarse, dormir, moverse, etc. Es entonces cuando surge la disyuntiva de estar solo o buscar alguna compañía que satisfaga los deseos de conversar y pasar un buen rato con algún ser humano y no con equipos electrónicos que están sustituyendo lentamente (o rápidamente) las relaciones humanas en persona. Y esta dedicación cada vez con más tiempo se está convirtiendo en una plaga, o peor, en una enfermedad mental que llega a límites insoportables: “no puedo, ahora estoy en el móvil atendiendo a una amiga”: cosas así se producen diariamente por miles y miles de jóvenes que dan preferencia a la comunicación electrónica a quedar con un amigo que los llama para encontrarnos y pasar un rato juntos…

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Observar a la gente siempre resulta interesante. Quien se dedica, de alguna u otra forma, a escribir o a dejar sus impresiones en papel o en pantalla, tiene que ser un buen observador, pues va a hablar de personas, no de árboles ni de edificios (que también sería de interés para muchos). Pero esta observación tiene su tela y en esa tela se pueden encontrar alegrías y tristezas, confirmaciones y decepciones. Una tarde estaba mirando a una señora abrazar y besar a otra más o menos de su misma edad, con un entusiasmo y un énfasis que tal parecía que la otra señora era la persona que más quería la susodicha. Sin embargo, lo que tiene de curiosa esta anécdota es que conozco a la primera señora y la he oído hablar horrores de la abrazada y besada, hasta el punto de decirle a quien la escuchaba que esa persona haría mejor en morirse pronto, pues sólo servía para chismear y enredar, buscando problemas y provocando enemistades en su entorno social. O sea, que si yo no lo hubiera observado, jamás hubiera creído que se puede ser tan hipócrita y engañar de esa forma a quien tanto se desprecia, disimulándolo al punto de hacerle creer a ciertas personas (no a las que conocen el drama) que ella es un dechado de cariño y buena relación… delante de la gente que la está observando…

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Pero esta gran humanidad no ha avanzado tanto en las relaciones humanas como en la técnica y la electrónica: cada día descubrimos algo nuevo que nos asombra, la ciencia progresa a velocidad supersónica, los avances en el terreno de la medicina, por ejemplo, nos hacen sentirnos más seguros y confiados en nuestro futuro. Nadie lo niega. Pero en cuanto a las relaciones humanas con nuestros semejantes, hemos retrocedido a tajos, porque cada día también nos alejamos más y a veces pasamos meses sin sentarnos a conversar con un amigo en un bar o en algún espectáculo en que nos veamos sin medios mediante. ¿A dónde vamos, a dónde llegaremos cuando sean máquinas como los robots quienes nos recuerden o nos digan lo que tenemos que hacer y cómo y dónde y cuándo. Y sobre todo, con quién o quiénes debemos reunirnos, si es necesario, pues de eso podrán encargarse las propias máquinas sin la intervención humana. Mientras eso llega (que llegará, y pronto), mejor nos dedicamos a disfrutar de lo que nos queda todavía de humanos que buscamos a humanos para para pasar el rato y compartir nuestros problemas, alegrías y tristezas. Porque las máquinas nos atenderán, pero jamás podrán comprendernos como nuestros semejantes…

Augusto Lázaro

@lazarocasas38

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