¿A quién se le
ocurre ir a pasear al parque de El Retiro, en diciembre, con un frío
congelahuevos, y con ropa ligera para la temporada? Adivinaron: a la susodicha
y al Menda, o sea, a la Encarni y a este seguro servidor. Seguro sí. Lo de
servidor... es discutible. Pues sí, señoras y señores: Los dos tórtolos (o
tontos, como quiera verse), acurrucándonos en las arboledas del parque y
olvidándonos del ventarrón con amenaza de lluvia que se cernía sobre nuestras
cholas en declive, porque para esa aventura tarzánica retando al frío invierno
madrileño, hay que haber nacido 5 minutos después...
--Este jersey está
impertinente, nené, casi no puedo...
--Y tú con ese
abrigo casi transparente que mira, si se te ven las costillas.
--Caramba, no
sabía que tenías la vista como Superman...
--Mira, nene, deja
la milonga y ahora concéntrate, que yo
cuando tengo un
calentón hasta Woody Allen me parece apetecible...
Y así fue, como
diría la Biblia. Los dos pescamos un resfriado que por poco nos ingresan, por
hacernos los cheches, que cuando nos encontramos hasta sentíamos un calorcito
agradable con lo que teníamos encima, y mira tú lo que nos cayó. Ella poco
tiempo, enseguida se recompuso y siguió con sus cosas, pero yo me tuve que
pasar en posición horizontal y descanso forzoso lo que establece la metodología
de la gripe (aunque fue un catarro, pero en fin), o sea: con médico 7 días, sin
médico una semana. Ah, pero lo que se dice disfrutar, disfrutamos, y estoy
seguro de que un nuevo calentón no nos va a coger desprevenidos en El Retiro,
aunque la Encarni se empeñe en dejar que el viento frío le sacuda la piel de su
cutis tan fino, delicado, terso, etc.
Todo tiene una
explicación, aunque no tenga una razón (lógica, justa, correcta): nos gusta el
frío, para bien o para mal, cosa rara en caso de los calentones, que según dice
la voz del pueblo (¿) suelen producirse mucho más en verano por razones obvias
que no voy a repetir aquí. Eso mismo. Y ya ven lo que puede pasar (lo que pasó)
cuando no se siguen las normas acreditadas en los cerebros bien pensantes para
protegerse de los inclementos (¿existe esa palabra?) temporales o de otra
índole.
--Porque cuando
hace mucho calor, tener un cuerpo pegado al de una lo que da son ganas de darle
un empujón y lanzarlo bien lejos (opinión de ella).
--Porque cuando
hace mucho frío siempre siento deseos de caminar, de moverme, de hacer cosas,
duermo requetebién, tengo apetito a todas horas, y lo demás, ya se sabe. Y en
fin, como siempre (opinión mía).
En efecto: el frío
es el tercer personaje de la escena de marras, aunque a veces nos cueste su
disfrute. A abrigarse bien y a reírse de los resfriados, que a un gustazo...
una semana camera con mucha lectura y confianza en que no será la última...
Augusto Lázaro
@augustodelatorr
http://elcuiclo.blogspot.com.es
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