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domingo, 15 de junio de 2014

LA CAMA Y OTROS MENESTERES

I

el gran descubrimiento

Dos viajeros en un autobús urbano:
--Pues como te digo, estoy contentísimo de haberlo descubierto.
--¿Y cómo lo descubriste?
--Bueno, en realidad fue Carola la que me hizo descubrirlo.
--Cuéntame.
--Pues mira: cuando la conocí en casa de Roberto, que estábamos allí todos viendo un partido, ella me preguntó al final si me apetecía irnos a un concierto de rock en la plazoleta, cerca de allí... y claro, como me gustaba la tía, pues fuimos... y fue allí, en el concierto, que me di cuenta, gracias al entusiasmo de Carola, de que la vida tenía otras cosas además del fútbol.
--Vaya sorpresa, caramba.
--Pues sí señor. Y a partir de esa noche, con Carola o solo, voy descubriendo las cosas que me había perdido hasta ahora...

II

la cama, ¿remedio de todos los males?

No recuerdo la primera vez que oí esa frase (quizás la leí) y me gustó tanto que nunca la he olvidado. Pero el tiempo se encargó de que profundizara más en ella y descubriera que la cama no es sólo un remedio, sino que también puede resultar un problema en algunas circunstancias si no se encuentra en ella el objetivo que se espera alcanzar. Por ejemplo: una relación insatisfactoria con la pareja: cuando sale mal, la cama se convierte en un infierno al que se maldice y se recuerda con odio. Y fui descubriendo con la edad que la cama tiene tantas posibilidades, positivas y negativas, que llega el momento en que la chola comienza a calentarse y entonces no queda más remedio que (SI) tirarse en la cama y así encontrar en ella el ídem para ese mal a veces incurable que es romperse el coco intentando descubrir por dónde le entra el agua...

III

en el bar, ahogando las penas

Pero lo que no saben o no han descubierto todavía aquellos que primero olvidan la dirección de donde viven que la del bar de sus consuelos etílicos (donde además beben algunos para alegrarse, otros para ver el fútbol, y los más para gustar de una caña bien fría o de alguna copita de su vino preferido)... es que las penas, las muy putas,
han aprendido a nadar... y aquellos tiempos en que se bebía para olvidar han pasado a ser sólo recuerdos olvidados otrora en los tragos que ahora lo que logran es hacer recordar con más brío y quizás comprender los errores cometidos dentro o fuera de ese recinto casi elevado a la categoría de iglesia, pagoda, mezquita, o sede de cualquier otra religión habida y en vísperas de ser creada (como los nuevos partidos políticos)...

Augusto Lázaro
@augustodelatorr


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