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miércoles, 31 de octubre de 2012

¡COMO ME GUSTA EL METRO!

La verdad es que hay que tener guayabitos en la azotea para meterse a esta hora en un metro de la línea 6, porque como decía mi padre, hace un calor que parecen dos, no no no, línea 6 con calor y sin aire, y con 500 personas a bordo, muchas de las cuales no juegan con el agua y el jabón desde las navidades, dígame usted si hay que estar como una cabra montañesa, joder, las sardinas al menos tendrían el espacio del aciete o del tomate para moverse un poco si pudieran, pero aquí en estos coches del tiempo de las trompetas, no hay manera, majete, ¡buf!, me dice un señor de unos 50 más o menos, canoso y casi calvo, con gafas de culo de botella, que intenta en vano leer un periódico para no enterarse de cómo va este precioso mundo que nos ha tocado en mala suerte: me pregunto si en los crematorios nazis habría tanto calor, grotesca imagen pero con cierto símil, y trata de sacar del bolsillo trasero del pantalón un pañuelo o quizás una servilleta pretty quick o algo que le sirva para quitarse el brillo de la cara, el pobre, parece que no sabe que a los 2 minutos tendrá la cara otra vez como un espejo, que hay que joderse, en este metro que según la propaganda oficial vuela, claro, cuando no repta como las babosas, o cuando no se para de pronto en el medio del túnel y aquí te espero con paciencia, sin dar ninguna explicación de por qué carajo se ha parado, y nosotros los viajeros con el nerviosismo y la desesperación, con las gotas de sudor corriéndonos por las mejillas y por todas partes, hay que leer las cartas de los lectores que no leen los jefes ni los políticos que no saben qué cosa es un Metro por dentro, la sofoquina de los de a Metro, como nos bautizó Venancio el top manta de los discos pirateados donde puedes conseguir el último estreno antes de que lo pasen en los cines que quedan, que cada día quedan menos, porque la gente prefiere quedarse en casita con la tele o el DVD y ver las pelis en short y en chanclas y con una cañita bien fría al alcance de la mano y de la boca, ¡ah!, y cuidado, mucho cuidado con los carteristas, ¡eh!, que esa es otra, simpáticos que son esos personajes que forman parte del folclor urbano, esos sí que sí, se mantienen y ya los vigilantes ni caso les hacen, ¿para qué?, si detienes a uno y a las 2 horas de entrar en la comisaría ya está en la calle planeando otra vez a ver a qué inocente pueden sacarle la pasta sin que el pobre o la pobre se den cuenta de que su mano suave se ha metido en su bolsillo o en su bolsa de la compra, si hasta se han repartido las líneas del Metro por grupos, porque están organizados mejor que las instituciones públicas, a éstos les toca operar en Chamartín y la línea 10, a aquéllos en el Centro y las líneas 1, 2 y 3, a los de más allá la zona sur y las líneas 5 y 6, y que viva la pepa, que esto es Jauja por la libre, claro que si yo viviera en una ciudad de 50 mil habitantes no tendría este problema, no sufriría este martirio, y llegas a tu estación donde te vas a apear y el caos, la gente que espera no deja salir a los que llegan, los dos grupos desesperados, unos por entrar y otros por salir, del Metro, de la estación, del círculo de Dante que habla de este medio de transporte aunque no lo diga claramente, ¡Dios nos ampare y nos favorezca y nos quite de padecer este calor en este metro inmisericorde, carajo!, si el verano fuera permanente se arruinaban los dueños de las saunas, la gente preferiría entrar aquí para perder los kilogramos que le sobran, pero basta ya de quejarme, que no estoy a punto de entrar en un quirófano, a esperar, que ya en la próxima me bajo, al fin, cuando llegue a mi casa tendré que ducharme otra vez, porque esta pestecita a rayos encendidos se me va a quedar impregnada en la ropa, o como decía mi madre, interpretada en la piel, que nunca dicho en mejor forma y sentido, así que la próxima me lo pensaré 2 veces, a ver si las piernas resisten la distancia, porque es preferible caminar y además dicen los médicos y esas revistas que lanzan decenas de páginas de recomendaciones de vida sana que caminar es un buen ejercicio, aunque tú no seas infartado ni tengas que dispararte varios kilómetros para moverte de un lugar a otro en esta urbe gigantesca y a veces dantesca, sobre todo en la línea 6 del Metro en la hora pico... si no me crees, anda, entra aquí y ya me dirás...

Augusto Lázaro

@augustodelatorr

 

 

 

viernes, 26 de octubre de 2012

EL PRECIO DE DECIR LA VERDAD

Lo único que no nos miente nunca es el espejo: en ese cristal azogado siempre encontraremos la verdad que muchas veces no encontramos incluso en los mejores amigos. Porque decir la verdad puede traernos consecuencias nada gratas. La verdad es un arma de doble filo: puede ayudar, puede perjudicar. Pero cuando alguien se acerque a decirnos "te estoy diciendo la verdad", lo mejor es desconfiar, porque quien realmente dice la verdad no tiene por qué asegurar que está diciéndola. Es como si yo que soy un hombre le dijera a mis amigos "soy un hombre", cuando a simple vista se ve que no soy un ciervo. Por eso, sin pecar de desconfiados, hay que poner como escudo protector ante lo que nos dicen aquellas palabras históricas del gran Marx (¿Carlos o Groucho?): "lo único cierto es la duda"...

No hay que exagerar, por supuesto. Pero si meditamos sobre las consecuencias de decir siempre la verdad podemos encontrarnos ante situaciones muy desagradables. ¿Ha oído a alguien llamar a alguna amiga, compañera, vecina, o a otra persona con la que se relaciona con frecuencia algo así como "oye, feúcha, te quedó bien el peinado"? Claro que no. A cualquier persona se le dice "guapa", aunque esa persona sea un adefesio. ¿Mentira piadosa? ¿Regla de buena educación? ¿Comportamiento social adecuado? Bien, pero eso no quita que en ese llamado no estemos diciendo la verdad. Y ejemplos como éste hay por tongas. Tampoco se le dice a alguien que sabemos que miente que está mintiendo, en su cara, aunque después, con otra persona lo proclamemos con enfado. Pudiera citar numerosos ejemplos del diario mentir, pues el ser humano miente casi por costumbre, aunque en la mayoría de las veces sin mala intención, sin deseos de hacer daño, como sí sucede en algunas ocasiones.

Decía Ernest Hemingway que para triunfar con las mujeres había que mentirles, engañarlas, porque a todo el mundo (aunque él sólo se refería a las mujeres) le gusta que le digan cosas agradables y bonitas, eso siempre se agradece y quien las dice siempre cae bien, es aceptado y siembra simpatía en quien recibe la alabanza. Sucede lo mismo con los hombres en general: nadie aceptaría de buena gana que le dijéramos algo que tan evidente resulta, como "oye, Juan, eres un engreído, presumes de lo que no eres, caes mal, viejo, y por favor, lávate con más frecuecia". Y no me digan que eso sería una grosería, que lo es, pero la sinceridad muchas veces se conjuga como grosería. Porque la verdad casi siempre resulta grosera.

¿Qué hacer entonces? Pues tenemos dos opciones: ser sinceros y correr el riesgo de caer mal a las personas que tratamos, o ser... digamos diplomáticos, y engañar a esas personas a la vez que nos engañamos nosotros mismos, pues si no somos sinceros quizás ganaremos simpatía en los demás, pero también podremos pecar de hipócritas, pues no todas las personas prefieren que las engañemos con alabanzas que suenan tan falsas que provocan risa... o quizás rabia.

Augusto Lázaro

@augustodelatorr

viernes, 19 de octubre de 2012

UN POLITICO HONRADO

La noticia ocupó las primeras planas de todos los periódicos en grandes titulares: APARECE UN POLITICO HONRADO. Algunos diarios sacaron una pequeña edición especial vespertina. Las emisoras radiales y los canales de televisión interrumpieron su programación habitual para no quedarse atrás, y dieron la gran nueva: ENCONTRADO UN POLITICO HONRADO... UN POLITICO HONRADO ES HALLADO TRAS UNA LARGA BUSQUEDA... FUE SORPRENDIDO CON SU ESPOSA DE COMPRAS EN UN SUPER-MERCADO... y muchos más titulares, que seguidamente daban sus versiones sobre el enorme hallazgo que paralizó por un momento toda la actividad nacional.

En la calle, las opiniones variaban hasta el punto de formar un revoltillo oral:

--¿Un político honrado? Sí, hombre, cómo no, y un futbolista pobre, y un dentista gratis, sí señor...

--Ya no saben qué inventar.

--Si encontraron un político honrado, pronto encontrarán quien se lo crea.

--¿No será un alienígena infiltrado entre nosotros?

--Usted verá que ahorita van a decir que hay un político que no dice mentiras... y nosotros lo vamos a creer, ja ja ja...

La población se movilizó de inmediato y en los más céntricos puntos de las principales ciudades se organizaron manifestaciones apoyando al político honrado, con gritos enardecidos, pancartas, telas desplegadas, hasta grupos musicales amenizaban las aglomeraciones en las ciudades donde muy poca gente permaneció en sus casas. Sin embargo, lo curioso es que el político honrado no hizo su aparición en ningún punto, como se esperaba, porque nadie había dicho dónde habían encontrado a esa maravilla de persona que hacía muchos años había desaparecido de la sociedad.

Entonces el gobierno creó una comisión (una más) de búsqueda y aclaración (con semejante título ya se sabía el resultado) que se encargaría de dar con ese ser extraño que a los miembros del ejecutivo les pareció alguno de esos farsantes competitivos que embobecen a las personas que de buena fe los creen y alimentan su esperanza inútilmente. Porque si alguien conocía la verdad... era el gobierno. Y ése sí sabía que tanto alboroto no tenía ninguna base sólida. Experiencia le sobraba.

La única pregunta que al final del día siguió pronunciándose en todos los rincones del país fue: "¿quién es ese político honrado y dónde está que no da la cara?" Hubo quienes dijeron que quizás tenía miedo, otros que el hombre (porque al parecer era un hombre) se había ido del país porque aquí desentonaba, y no faltaron quienes se retiraron a sus casas pensando que seguían siendo mequetrefes, pues al final se descubriría que la noticia no era otra cosa que un globo lanzado para entretener a los electores, ya que se acercaba una nueva convocatoria a las urnas, y de ese modo quizás muchos se animarían a depositar sus votos por alguno de los postulados, quién sabe si pensando que entre ellos se encontraba el político honrado...

(CONTINUARA UN DIA DE ESTOS... O QUIZAS NO)

Augusto Lázaro
@augustodelatorr

domingo, 14 de octubre de 2012

¡ESTOS ESPECIMENES!

1

Los dictadores casi siempre tienen suerte: mueren en sus camas, plácidamente. Casos como los de Mussolini y Ceausescu son excepciones. Y las excepciones confirman las reglas. Aunque los políticos también casi siempre tienen suerte, en ese sector las excepciones son más numerosas: no todos se retiran a tiempo o destiempo y se van a sus camas a morir tras disfrutar de sus prebendas económicas que les permiten una vida por todo lo alto, como si realmente hubieran servido al pueblo que juraron servir. Pocos, muy pocos, dimiten, y otros pocos muy pocos son cesados de sus cargos por otros políticos o por las presiones del pueblo y de los medios en algunas circunstancias nada edificantes. Pero en general, dictadores y políticos son especies de las que me alegraría recibir la noticia de que también están en peligro de extinción...

2

Como es natural, los grandes empresarios (incluyendo los banqueros) son los que más ganan, pero les siguen bastante cerca, los políticos y los futbolistas. Y en un modesto cuarto lugar, aunque a gran distancia, los famosos (sobre todo los televisivos) y los dentistas, que son la única especialidad en la salud pública que no está amparada por la Seguridad Social, cosa que por más que intente explicarme no logro entender. O sea, que en nuestra sociedad hay 3 especímenes que viven muy por encima del resto de la población, casi sin aportar otra cosa que problemas, fanatismo, envidias, etc., ya que de listillos estamos rodeados: personas que aunque no sepan cuál es la capital de Nueva Zelanda, sí saben muy bien cómo arreglárselas para enriquecerse y a vivir la dolce vita, que como dice el refrán: "al que Dios se la dio...", etc.

3

Y estas diferencias se notan mucho más en tiempos de crisis, como la que actualmente padece la gran mayoría de la población que no pertenece a ese grupo privilegiado de empresarios, políticos, futbolistas, famosos y dentistas. Hay que joderse. Quizás me señalen que hay muchos que sin formar parte del grupo élite viven muy bien, y es verdad, pero son minoritarios y no llegan a integrar un porcentaje digno de separarse de la totalidad. Pero no hay que rasgarse el meollo averiguando por dónde le entra el agua al coco: siempre ha sido así y siempre será así. Porque la igualdad nunca ha existido y esa otra igualdad prometida por una ideología pasada de moda no es más que un mito que nunca llegó a cuajar. Derecha e izquierda forman parte del gran mito, la gran ilusión, la mentira eficaz que ha logrado en la historia que tantos millones de seres humanos crean que una sociedad basada en el voto de los ciudadanos por unos personajes que vociferan y prometen es la que puede resolverles el problema vital de sus vidas. Y sólo uno mismo puede resolver su problema vital. Sin esperar a que ningún farsante llevado al poder con votos o con balas pueda hacer algo para mejorar ese nivel de vida tan desmejorado precisamente por culpa y gestión de quienes sólo piensan en si mismos. Y que el pueblo se las arregle como pueda.

Augusto Lázaro
@augustodelatorr

miércoles, 10 de octubre de 2012

Y MI MADRE: UN PERSONAJE


Permítanme presentarles a la persona que más quiero en la vida (porque después de muerto ya no se quiere a nadie): yo mismo. ¿Qué esperaban? ¿Que dijera: la reina Isabel? Pues no señor. ¡Yo mismo! ¿Quién mejor? Pero debo aclarar que antes no era así, antes no era yo la persona que más yo quería. No. Era el prójimo. Como lo oyen. ¡El prójimo! Yo quería mucho al prójimo. Pero un día, afeitándome frente al espejo, me quedé mirando la otra cara reflejada en el azogado, y le pregunté: oye, ¿tú crees que hago bien queriendo tanto al prójimo? La otra cara, muy seria, me contestó:

--¡Serás tonto! –hizo una mueca-, ¿no te das cuenta de que para querer a alguien primero tienes que quererte tú mismo? ¡A tu edad con eso!...

Y desde ese día decidí quererme más que al prójimo, que en definitivas, no me da ni los buenos días cuando me pasa por el lado y lo saludo. El prójimo se ha vuelto muy mal educado. Quizás sea la crisis. La crisis y esta gente que anuncia que el mundo se va a acabar en este 2012. Mi mamá, cuando oía estas cosas (porque eso del fin del mundo es más viejo que el negro Primitivo), cuando oía a algún zoquete decir que el mundo se iba a acabar, exclamaba: “sí, para el que se muera”, y lanzaba una carcajada que se oía a tres casas de distancia. ¡Mi mamá! Un personaje. Le gustaba embromar. Una vez le dijo a una vecina, al enterarse de que otro vecino había decidido pasar a mejor vida (esto de mejor vida me huele a jodedera, porque el tipo lo que había hecho era morirse y nada más, pero en fin):

--Oye, Josefina, ¿qué te parece lo de don Antonio? Primera vez que se muere, el pobre, ¿eh?

La vecina se quedó impávida (¿estaré usando bien esta palabra?), parece que turbada, porque mi mamá la cogió por sorpresa, y sólo dijo:

-¿Eh? Que... ¿Cómo dices?

Pero no contenta con su éxito, mi mamá insistió en reírse de la humanidad, que en estos tiempos es lo mejor que uno puede hacer, y en un velorio (ella siempre asistía a los velorios para enterarse de los chismes del barrio) donde entre los dolientes voluntarios se encontró a otra vecina que solía hacer comentarios indiscretos sobre el resto del vecindario, pero que no era muy avispada de sesera, se acercó y se sentó junto a ella, susurrándole:

--Oye, Jacinta, ¿tú has observado cómo últimamente se está muriendo gente que nunca se había muerto?

La tal Jacinta cerró los ojos, abrió la boca, se persignó, y cuando pasaron varios minutos reaccionó y le dijo a mi mamá:

--¡Ay, doña Carmen! Pues si usted supiera... no había pensado en eso...

Y aquí estoy yo ahora presentándoles a ustedes, que desde el momento en que me están leyendo demuestran que al menos sabios no son, estas entraditas que intentarán buscar lectores entre la enorme mayoría de personas, o sea, entre los no-sabios, porque no creo que el  cosmonauta Pedro Duque deje lo que esté haciendo y se ponga a leerme. El español cosmonauta, o viceversa. Cosa rara, ¿eh? Pero sí.

Augusto Lázaro

@augustodelatorr

domingo, 7 de octubre de 2012

OTOÑO... ¿ARDIENTE?


1

Con las primeras brisas del otoño las calles se pueblan de jerseys, de chalecos abiertos, de lanas y paños que protegen del viento tan molesto que ahora se pega algo frío a la piel de los rostros, ya la única parte de los cuerpos que se van dejando ver, aunque todavía algún que otro calorcillo mantiene algunas vistas. Se irán terminando los pies desnudos de las muchachas y de algunos hombres, los shorts apretados, las sandalias abiertas, las blusas sin mangas, la piel que se veía al vuelo irá desapareciendo para ocultarse en ropas más cubridoras de lo que cada cual mostraba al aire hasta hace unas semanas. El otoño nos priva, por tanto, de apreciar las bellezas a pura carne expuesta, y sólo nos deja la visión fugaz y rudimentaria de rostros y cabellos, de manos, y de nada más. Tengo un amigo lejano que me confesó que no le gusta el invierno, entre otras cosas, precisamente porque oculta lo que es bello y se puede apreciar a simple vista en las muchachas que pasean por las calles muy pobladas. No es nada obsceno confesar el gusto por la belleza femenina. Pienso que sin ella, la vida, ya de por sí tan desgarrante, sería, además de aburrida, insoportable...

2

En mi anterior entrada hablaba de la vida de un hombre cualquiera (claro que basaba mi observación en alguien que existe y vive tal como lo describí) que llegando a esa "hermosa" edad a la que algunos llaman "tercera" y otros más directos "provecta", y unos pocos realmente sinceros califican de vejez, no sabe qué hacer con su tiempo (cosa muy triste) y las horas del día le parecen eternas. Quizás por eso esas personas "mayores" se tiran en sus camas y se quedan dormidas más tiempo del necesario para sus edades, tal vez pensando que pudieran tener otra vida, o mirando los cielorrasos con la ilusión de que se hallan en un sueño del que despertarán muy pronto con otra realidad y así podrán disfrutar de esa vida que se les está escapando casi sin darse cuenta. Pero la vida, su vida, no va a cambiar, y entonces surgen, lamentablemente, aquellas palabras de Jorge Luis Borges que machacan a la tercera edad: "la espantosa humillación de envejecer"...

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Pero la vida sigue y puede ser hermosa todavía, aunque al detenernos y observar la energía y los deseos de vivir de esos jóvenes que se lanzan a "comerse" el mundo, sintamos la nostalgia inevitable y los recuerdos nos envuelvan en una especie de sopor donde pasan, como escenas cinematográficas, los mejores años que hemos vivido, y por supuesto, con cierta tristeza tengamos que pensar en cuántas cosas hemos hecho que hubiéramos hecho de otro modo y que ya no pueden ofrecernos una segunda oportunidad de acometerlas. La vida sigue y a pesar de todo, con mucha o poca edad, estoy seguro, puede ser hermosa todavía. De nosotros depende que lo sea...

Augusto Lázaro

@augustodelatorr

miércoles, 3 de octubre de 2012

EL ETERNO RETORNO

lunes, 09.00 hrs.

Despierta. Entra en el baño. Defeca, orina, se asea, se afeita, se ducha. Sale del baño. Entra en su habitación. Entra en la cocina. Calienta un café. Vuelve a la habitación. Se viste. Revisa todo lo que hay en su habitación con un rápido vistazo. Sale a la calle.

martes, 10.00 hrs.

Camina hacia la parada del autobús. Sube en el autobús. Entra en una cafetería del centro. Desayuna. Conversa con algunos usuarios. Hojea un periódico. Compra algunas cosas. Regresa a su casa.

miércoles, 12.00 hrs.

En su casa. Conecta el equipo de música. Se adormece. El equipo se apaga automáticamente al terminar el disco. Despierta. Sale del sopor.

jueves, 14.30 hrs.

Se levanta. Prepara su almuerzo. Come. Conecta la televisión. Se acuesta a mirarla. Se adormece.

viernes, 16.30

Despierta. Se levanta. Calienta un café en el microondas. Da varias vueltras en su habitación. Entra en el baño. Sale. Entra en su habitación. Conecta el equipo de música. Se recuesta en la butaca a oírlo. Se adormece. Despierta. Conecta la televisión. Se sienta a verla. La apaga. Conecta el equipo de música. Se sienta a oírlo.

sábado, 22.00 hrs.

Apaga el equipo de música. Se acuesta. Se duerme.

De las 22.00 hrs. del sábado a las 09.00 hrs del domingo

Duerme feliz. Quizás sueña.

lunes, 09.00 hrs.

Despierta. Entra en el baño. Defeca, orina, se asea, se afeita, se ducha. Sale del baño. Entra en su habitación. Entra en la cocina. Calienta un café. Vuelve a su habitación. Se viste. Revisa todo lo que hay en su habitación con un rápido vistazo. Sale a la calle.

Augusto Lázaro

@augustodelatorr