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sábado, 21 de mayo de 2011

LOS NIÑOS, LOS QUE SABEN QUERER

Acabo de leer la novela El niño con el pijama de rayas (The boy in the striped pyjamas) del escritor irlandés John Boyne. Es un libro hermoso y triste, muy triste, que deberían leer todos los adolescentes, los jóvenes y todos los seres humanos que piensan que esta humanidad puede mejorar, porque esta novela, cuando se llega a su página final, resulta aleccionadora, y el lector siente como un fuerte golpe en el pecho, provocado por ese engendro diabólico llamado guerra que en pleno siglo XXI sigue ocasionándole múltiples sufrimientos a los pueblos de este pobre planeta.

Sin dudas se trata de un libro contra la guerra. Libros contra la guerra hay muchos, así como películas, programas radiales y televisivos, discursos, etc., pero éste tiene algo que lo coloca en un lugar referente de la literatura anti-bélica: enfrenta la barbarie de la guerra con ternura, con amor, mostrando la amistad de dos niños que viven dentro de esa situación que divide a los seres humanos en dueños y esclavos, en opresores y oprimidos, a pesar de que su argumento se desarrolla en una época reciente cuando ya no debería existir ningún tipo de esclavitud. Y sin embargo, existió, y lo peor aún, que todavía existe, en pleno siglo XXI.

No voy a contar el argumento, ni por supuesto su final, sólo recomendar a quienes como yo odian las guerras con toda la fuerza de su sangre, la lectura de esta novela, con el logro de esos dos personajes niños que enamoran con sus actos, su inocencia, sus diálogos tan logrados que parece que estamos oyéndolos, y su estupor ante la barbarie de una guerra que jamás comprenderán, y en uno de los niños su asombro convertido en confusión cuando va descubriendo lentamente la realidad que lo rodea, dentro de su status de hijo de un oficial de alto cargo, con su nuevo amiguito, dentro de los seres humanos esclavizados por el horror del nazismo.

Boyne ha logrado novelar una historia que seguramente se repitió con frecuencia durante la ocupación alemana de varios países europeos, con un lenguaje delicado y suave, precisamente obteniendo con su uso el impacto que sacude al lector con la inocencia de esos dos niños viviendo dentro de un absurdo que de un lado de la alambrada resulta incomprensible y del otro inevitable, en toda su fuerza de realismo cruel que mata ese mundo infantil de sueños y fantasías, postergado a la fuerza por la guerra salvaje que no les deja realizarse como niños con su mundo tan distinto al mundo en que viven inmersos en ambos lados de la cerca.

Libro apasionante que no permite pausas. Hay que leerlo cuidadosamente, hay que meditar su mensaje que como en las grandes obras se nos da indirectamente para no ser digerido como un panfleto más ni como una obra politizada que tan malos resultados han dado siempre cuando se intenta convertir la literatura en mensaje ideológico o polìtico. Y esa es la gran virtud de El niño con el pijama de rayas: el mensaje llega con más fuerza, porque parece que no está en ninguna página.

AUGUSTO LAZARO

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