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lunes, 16 de mayo de 2011

¿ILUSIONES VANAS?

Cuando Balzac terminó de escribir su novela Las ilusiones perdidas en 1843 seguramente que se puso a meditar y quizás llegó a la conclusión de que las ilusiones casi siempre son perdidas, porque el hombre no puede vivir sin ellas, pero tampoco con todas ellas realizadas, pues entonces, ¿de qué viviría en lo adelante?

Si el hombre carece totalmente de ilusiones que lo motiven para desear seguir viviendo, posiblemente terminará suicidándose o enfermándose de algún mal mental que no tiene cura porque no existe medicina que logre curar el mal de no desear vivir. Pero así mismo, si el hombre sólo vive de sus ilusiones, se hará realidad aquel refrán que oímos desde niños, tomado de una de las grandes obras de la literatura del siglo XX: quien vive de ilusiones... muere de desengaños. De donde podemos concluir en dos supuestos antípodas: ¿es necesario tener ilusiones para vivir?, y ¿podemos vivir sin tener ilusiones?

Si preguntamos a un mendigo que vive en la calle y no quiere de ninguna manera vivir en un albergue cuál es su ilusión en la vida, posiblemente no sabrá qué responder, pues se ha hecho en él costumbre el vivir el momento y no acordarse de que en la (su) vida existen ilusiones. Sin embargo, ese mendigo no será nunca capaz de suicidarse. Y preguntamos entonces: ¿para qué quiere seguir viviendo en esas condiciones, si no tiene ninguna ilusión sobre un futuro en que quizás ya no esté en esa calle donde vive actualmente? Pues lo que ocurre es que ese mendigo no tiene "problemas" acuciantes como puede tenerlos el Príncipe de Gales, aunque esta afirmación parezca exagerada. ¿Por qué? Porque el mendigo no piensa en ningún tipo de problemas: se ha acostumbrado a esa vida y ya él mismo no se concibe en otra, al igual que el preso que ha pasado tanto tiempo en una cárcel que cuando lo liberan no quiere salir de su celda, pues no podría adaptarse otra vez a la vida en libertad.

Las ilusiones pueden ayudar, beneficiar o perjudicar, de acuerdo con la circunstancia en que se tengan, su intensidad, la manera en que se afronten y cómo se desarrollen, porque las hay que se vuelven obsesivas y una obsesión, las más de las veces, causa estragos en la psiquis de cualquier persona. Hay ilusiones laborales: quien piensa obtener un buen trabajo en poco tiempo, en el que verá realizado su sueño de trabajador, geográficas: cuando se percibe una oportunidad para cambiar de ciudad, de provincia, de país, si se desea salir de donde se está, de salud: si se tiene alguna enfermedad preocupante y existe una posibilidad comunicada de su cura a corto plazo que traerá otra vez la sensación de alegría y bienestar, las amorosas: donde se está en esa fase tan humana y universal del enamoramiento y se acerca la hora en que el motivo de ese amor corresponderá a los reclamos que mantienen a cualquier persona en estado permanente de pensar en el ser amado y desear estar con ese ser, y en fin, ilusiones hay para escoger, y todas, mientras no se materializan, mantienen al hombre (a la mujer) en stand by de combate, pues por esa ilusión los deseos de seguir viviendo jamás merman ni desaparecen. Ahora bien: cuando esa ilusión se materializa... entonces otro gallo es el que canta.

¿Qué sucedería si cuando logramos materializar la ilusión que tenemos y que nos ha mantenido con deseos de vivir no aparece otra nueva? Hay quienes dicen que han vivido toda su vida de ilusión en ilusión, que siempre ha aparecido una nueva cuando han alcanzado la actual, pero hay otros que están tristes, o en estado melancólico, que nunca sonríen, que parecen ser depositarios de una terrible noticia, etc. Son esos que vemos que nos parecen personas amargadas o quizás ensimismadas en sus problemas y a las que no les interesan los problemas de los demás, ni siquiera el destino de la humanidad. Esas personas no tienen ilusiones. Y no se dan cuenta de que las necesitan. Y sólo cuando logran tener alguna, vuelven a ser personas normales, con tendencia a la sonrisa, a la alegría, a vivir la vida lo mejor que puedan según sus recursos, pero nunca dar la imagen de aguafiestas ni de rompegrupos. Porque ese es el milagro de una ilusión.

Sin embargo, una ilusión puede llegar a hacer que idealicemos a alguien o a algo, y eso realmente hará más daño que provecho, porque cuando idealizamos a alguien y pasa el tiempo y descubrimos que ese alguien no es lo que creíamos, nos cae encima, con todo su peso, el trágico poder de la decepción, que casi siempre conduce a un estado de apatía y de descreimiento que dedicamos no a una nueva persona, sino a toda la humanidad. Por eso hay que tener cuidado con idealizar. A las personas que conozcamos debemos aceptarlas o no, con sus virtudes y sus defectos, y no creernos nunca que hemos encontrado a la perfección hecha mujer (u hombre), porque la perfección no existe ni podrá existir nunca, en nadie ni en nada. La Naturaleza dicen que es sabia, y la sabiduría consiste en eso, precisamente: en que los seres humanos no pueden ser perfectos, como tampoco lo es la Naturaleza. Oigamos el pensamiento de José Martí que puso el punto en el justo lugar, como solía hacer casi siempre: Dijo el Apóstol de la Independencia de Cuba:

Los hombres no pueden ser más perfectos que el sol, y el sol tiene manchas... los agradecidos hablan de su luz y su calor, los malagradecidos hablan de sus manchas

Augusto Lázaro

1 comentario:

https://lamedicinadecuba.blogspot.com/ dijo...

Augusto es que sin la locura de "El Quijote", algo que nadie mas que los espanoles y Shakespeare entendieron en Occidente, la vida, seria La Insula Barataria permanente. Los franceses son demasiado racionales al punto que su revolucion se lleno de herrumbe en el Caribe, donde la atrapo la selva tropical de Wilfredo Lam. Todo esta dicho en "El Siglo de Las Luces", cuando el personaje que representa la sabiduria decide irse a revolucionar Espana, la fuente, para cambiar el orden social en America Latina ?No es eso una ilusion que raya en la locura de "El Quijote"? Tu blog es una hermosa ilusion que nos da a todos una vision de la cultura, no eres racional, ni sanchezco... por sensiblidad.