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jueves, 28 de abril de 2011

¿SEREMOS ESCLAVOS DE LAS MAQUINAS?


Estoy a punto de convencerme de que en un futuro no sé si cercano o lejano las máquinas dominarán al hombre. Me ha dado por meditar al respecto desde que me conecté a Internet y descubrí que esos aparatos que aquí llaman ordenadores muchas veces no responden a nuestras órdenes y hacen lo que les sale de su software, o sea, de sus entrañas electrónicas. Y mi amigo Juan Maguey me reafirma en mi idea, porque acaba de decirme hace un rato que

--pues cuando estoy más animado escribiendo una carta a un amigo, ¡PUM!, la página de mi correo desaparece y nos quedamos, ella y yo, en blanco, nunca mejor dicho, y a inventar a ver cómo rayos logro retomar mi página de correo, y a ver si cuando reaparezca, si reaparece, todavía está escrito lo que ya había escrito o se borró totalmente...

y es verdad que es como para volverse loco o coger el aparato y lanzarlo por la ventana y al carajo Internet y el diablo y la vela, porque hay que tener sangre de chinche para aguantar que un aparato de porquería haga lo que dé su gana, aunque tú no se lo hayas ordenado. A mí suele sucederme, más a menudo de lo que yo quisiera, y se lo digo a Juan para que se consuele sabiendo que no es el único:

--Si te cuento todo lo que me pasa no vas a creerlo.

--¿Cómo no voy a creerlo? Ya yo creo hasta en las gallinas que ponen los huevos en colores.

Y le cuento algunas anécdotas con Internet, como que me sale un recuadrito abajo a la derecha, sugiriéndome que haga una copia de seguridad, la hago, y al rato vuelve a salir el mismo recuadrito con el mismo mensaje, que a veces no aparece la página web solicitada porque dice que INTERNET EXPLORER NO PUEDE MOSTRAR LA PAGINA WEB, sin explicar por qué diablos, y cuando preguntas por las causas te dicen que no se ha podido descifrar el problema y que esto y que lo otro, y la página no aparece, y otras veces aparece un recuadro amarillo pidiéndome permiso para instalar no sé qué cosa, pincho en NO PERMITIR y en menos de 10 segundos vuelve a aparecer, hasta que colmada mi paciencia pincho en PERMITIR, no sale nada y vuelve a salir el recuadro con el mismo sonsonete, y... para qué seguir.

--Ah, pero no te he dicho lo más humorístico -me dice Juan, pidiendo los cafés- porque hay que reírse: mira, como sabes, tengo una impresora EPSON Stylus etc., de 4 cartuchos, que maldita la hora en que se me ocurrió comprarla... pues bien, oye esto: cuando llevo varios días, con los cartuchos repletos y realizando las operaciones permitidas, entre ellas, imprimiendo textos, de pronto, ¡fuacatán!... nada de nada y de lo otro cero: aparece un letrero que dice NO SE PUEDEN RECONOCER LOS CARTUCHOS... los cartuchos que son exactamente los que dice el aparato que deben comprarse y colocarse y que además están llenos los 4... chúpate ésta.

Y no quiero recordarle a Juan aquel partido de ajedrez en que la máquina derrotó al campeón mundial, porque... no no no, comenzaríamos una larga discusión y yo tengo que irme a hacer otra de mis acostumbradas gestiones... a ver si resuelvo o descifro con alguien el por qué mi ordenador se paraliza algunas veces y ni cursor ni desbloqueo ni tecla ESC ni la cabeza de un guanajo relleno...

Otro día hablaré de lo que pienso que seremos los pobres mortales cuando las máquinas hayan instalado su gobierno en todo el orbe. A ver si hay alguien con poder que me haga caso... a tiempo.

Augusto Lázaro

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