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miércoles, 6 de abril de 2011

NO A LAS GUERRAS

Leyendo por enésima vez El siglo de las luces me convenzo, también por enésima vez, de que las revoluciones nunca han servido para nada, y de que siempre han dejado situaciones peores que las que supuestamente han superado. Esta es una novela totalmente anti-revolucionaria, que Carpentier había terminado de escribir en La Guadalupe, Barbados y Caracas, en 1958, y que publicó en Cuba en 1962, burlándose de la "inteligencia" de la nomenclatura comunista que sólo sabía ocuparse de consignas, propaganda, y planes utópicos que jamás se cumplían. Aunque el autor, como buen zorro y genial escritor, aparentara "estar con la Revolución" residiendo en París entre el lujo del capitalismo "salvaje" que tan bien supo aprovechar.

Una muestra de lo dicho es la propia Revolución Cubana: 51 años inútiles para al cabo volver al capitalismo (como China, con mucha más inteligencia en sus dirigentes que han cambiado la guerra por la economía y les ha salido requetebién), porque ya nadie duda de que Cuba volverá a ser capitalista, de lo contrario -adiós Lolita de mi vida-, no la salvará ni el médico chino Pue Kon To. Lo lamentable es la pregunta que se hacen millones de cubanos: ¿quién me devuelve este medio siglo perdido?

Pero además de las revoluciones (qué jodido está este mundo, carajo), las guerras, todas nefastas, tampoco han servido ni sirven ni servirán para nada. Absolutamente para nada, aunque haya habido contiendas defensivas necesarias para eliminar intentos megalómanos de apropiarse del planeta y esclavizarlo, como sucedió con la llamada Segunda Guerra Mundial. Pero por lo demás, recuerden a Viet Nam y a tantas otras que al terminar, como la de Angola, han dejado las bases para que con los años esos países y lugares retornen a su statu quo, irremediablemente, tras el esfuerzo, el dolor, la destrucción y la muerte, inútiles en su coste.

Ahora en Libia, después del fracaso de Iraq y Afganistán, donde la situación es peor que antes de las hostilidades. Parece que los mandamases de lo que se llama "Occidente" no se dan cuenta de que para combatir el terrorismo islámico hay muchos medios mucho más efectivos que la maldita guerra. Quiero ver cómo reaccionarán esos dirigentes ante otros países árabes como Siria, como Yemen, como tantos otros que amenzan con seguir los pasos revueltos de Egipto y de Túnez. No parece que los que fomentan y generan esas guerras tengan en cuenta los millones de muertos (casi siempre inocentes, pues los grandes jefes se mantienen a buen resguardo de las balas y de los cañones), incluyendo los siempre inevitables “errores”, los acostumbrados “daños colaterales” y hasta a veces, las víctimas del “fuego amigo”, que se acreditan, además de las fortunas que se emplean en semejante barbarie en pleno siglo XXI.

Tantas decenas de miles de soldados pertrechados con los medios más modernos de destrucción, no han podido evitar que tanto en Afganistán como en Iraq, diariamente ocurran atentados, bombas, asaltos, muertes y más muertes, en un clima sofocante y de ninguna manera suprimible con esa fuerza espeluznante que Occidente ha enviado a esas tierras, a morir y a matar... y ¿todo para qué? ¿O es que todavía queda alguien tan estúpido que piense que “el mundo es más seguro ahora que esas tropas están allí”?

Y todo esto ante una gran manifestación de hipocresía y oportunismo intolerables para cualquier civilización que se respete, muy pocas actualmente, por no decir ninguna. Porque vamos a ver: ¿cuántas potencias occidentales se movilizaron para intervenir, con o sin anuencia de la ONU (organismo tan desprestigiado que ya nadie le hace caso) en el centro de Africa, cuando murieron varios millones (¡VARIOS MILLONES!) de seres humanos, en el Congo, en Darfur, en varios países donde al parecer, como quienes morían eran NEGROS, al “occidente cristiano” (y blanco) poco le importó semejante hecatombe.

Y para colmo, el caso más vergonzoso de esta nueva andanada militar es, como era de esperar, España: parece que ya nadie recuerda aquellas manifestaciones de toda la izquierda con pancartas del famoso NO A LA GUERRA, llegando a acusar a Aznar de asesino (de lo que no acusaron a Daniel Solana cuando ordenó bombardear a Yugoslavia sin permiso de la ONU, causando miles y miles de muertes de inocentes que ni siquiera sabían, al morir, por qué iban a morir) y clamando a gritos el regreso de las tropas a nuestro país.

Tampoco se recuerda al Presidente Rojo, al ganar aquellas elecciones -por estupidez de Aznar que debió posponerlas hasta que las aguas cogieran su nivel- sonriendo, siempre sonriendo, con los cadáveres de los asesinados en el atentado terrorista todavía calientes (porque eso es lo único que hace bien Zapatero: sonreír), y pidiendo a todos los países anclados en la guerra de Iraq que sacaran sus tropas de allí. Ahora, vuelta a la tortilla: SI A LA GUERRA con todos los hierros, para que los soldados españoles puedan morir y matar por una causa que ni es nuestra ni nadie nos la ha transferido, sabiendo que nada van a conseguir en ningún país árabe, porque no se han dado cuenta de que da lo mismo Gadafi que Juan de los Palotes: el islamismo no es cuestión de nombres, pero eso no lo sabe la izquierda. Ni tampoco la derecha, dormida en España sobre cómodas encuestas sin hacer lo que tiene que hacer una oposición verdadera, como tampoco -increíblemente- parece saberlo el señor Barack Obama, cabeza pensante que ostentando el título absurdamente otorgado de PREMIO NOBEL DE LA PAZ se dedica a seguir enviando tropas a otros países, como si fuera el iluminado que se encargará de llevar a cuanto descarriado haya en la Tierra al camino correcto.

Ante semejante desfachatez, sólo cabe repetir la frase de mi amigo Juan Maguey cuando ayer estuvimos comentando esta situación tan lamentable: "Mierda de mundo que nos ha tocado, tío", me dijo, sin sonreír ni una sola vez...

Augusto Lázaro

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