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lunes, 24 de julio de 2017

¿SOMOS MALOS POR COSTUMBRE?

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Hay 2 tipos de personas malas: las que lo son sin saberlo, o sea, que ejecutan la maldad sin pretensiones de hacer daño, y las que sí saben muy bien cómo joder a alguien a quien odian o por el que sienten aversión, envidia, u otra de estas "virtudes" que destacan la iniquidad que hoy existe y cada vez más con más fuerza en nuestras llamadas sociedades civilizadas. Porque no son los yihadistas los únicos que hacen daño. No señor. ¡Cuidado! El inicuo puede estar tan cerca de ti, que hasta puede que duerma bajo tu mismo techo. ¿Cómo reconocerlo? ¿Cómo librarse de él (o de ella)? No es fácil, porque estos tipos despreciables siempre se las arreglan para parecer todo lo contrario a lo que son: sonrisas, abrazos, besos, caricias inocentes, muestras de comprensión y ayuda en caso necesario, y sobre todo, demostraciones de una disposición a hacer cualquier cosa por ayudar a quien necesite su ayuda.  Sólo que la verdad, tarde o temprano, surgirá de algún modo, aunque muchas veces la verdad se descubre demasiado tarde: cuando el daño está hecho y las secuencias durarán mucho tiempo y hasta a veces serán irreversibles...
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Es casi imposible encontrar a alguien que te acepte como eres sin decir ni una palabra ante las cosas que tú puedas tener que a esa persona no le gusten. Es un defecto de la humanidad que no va a desaparecer. Por eso las personas intolerantes no tienen tantos amigos, porque los verdaderos amigos te aceptan como eres sin pretender cambiarte. ¿Recuerdan el refrán “lo bueno viene en pomo chiquito”? Pues con los amigos sucede lo mismo. He visto enemistarse a amigos de tiempo por algo que bien analizado no pasa de ser una tontería: opiniones políticas (sobre todo), religiosas, de personalidades y características, hasta de fútbol. Increíble. Es como una manía que tienen de creer y aceptar sólo lo que sale de su cerebro, y pensar siempre que “el otro” es el que está equivocado, porque no hacerlo y reconocer la propia equivocación sería claudicar ante un amigo o conocido que es cualquier cosa menos un enemigo, pero que se tiene en esos momentos de ceguera ignorante como tal. Y esa manera de actuar traerá, con el tiempo, mucho dolor a quien ha cometido un grave error, no por haberlo cometido, cosa muy humana, sino por negarse tajantemente a reconocerlo y disculparse con “el otro” que era quien tenía, en ese caso, toda la razón...
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En fin, que ya he hablado en otras ocasiones sobre el asunto, que tiene tela y necesita un comentario mucho más extenso, que no es del caso. Lo existencial demuestra que la cuestión es muy simple: amigos, sólo cuatro o cinco cuanto más. Conocidos, montones. La amistad no es una enredadera ni una casualidad que surge de momento. Es una hermosa virtud cuando se siente de veras, y hay que cultivarla. Porque vale la pena. Recuerdo a mi padre cuando me dijo una vez que vale más tener una sola camisa de l0 pesos que diez de un peso cada una. Puede aplicarse al dedillo con los amigos. Yo tengo bastante pocos, lo confieso, y no me apena. Prefiero tener hasta uno solo que sea amigo de verdad a ese montón que tanto se ufanan de proclamar sobre todo los famosetes que se jactan de tener en su lista miles de amigos (eso creen ellos, o aparentan creerlo) cuando en realidad, a la hora de la verdad responderán a su llamado sólo esos cuatro o cinco de que hablé. Y hasta quién sabe si menos. Eso sí: buenos, sinceros, leales y amigos de verdad, que la calidad siempre será más valiosa que la cantidad, en amigos y en todo lo demás que existe...

Augusto Lázaro

@lazarocasas38

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