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lunes, 5 de octubre de 2015

IGUALES Y DISTINTOS

Leyendo un artículo de Rosa Montero titulado NO HAY NADA MAS COMUN QUE UNA RAREZA (El País Semanal, 9-8-2015, p 74), me acordé de un amigo al que algunos le llamaban “rarito” (no raro, sino así, en diminutivo), porque tenía varias características que para esos propios resultaban fuera de lo común. Y algunas de esas “rarezas” de mi amigo eran que

--no le gustaba el fútbol
--no consumía bebidas alcohólicas
--se acostaba y se levantaba a la misma hora cada día
--no solía irse de juergas ni de putas nunca
--su esposa era la única mujer con la que había tenido relaciones sexuales

Pensando en las características de mi amigo no tuve más remedio que mirarme en el espejo a ver cuántas rarezas yo tenía, y que siempre había creído que eran mías solamente, pues no concebía que hubiera otras personas que las tuvieran. Me atreví a numerarlas y a sacar, entre ellas, las que me parecieron más comunes entre los mortales y que yo había creído hasta entonces que eran, efectivamente, rarezas, porque un día a mí también un amigo me llamó “rarito”, por otras razones que no vienen al caso. Corriendo el riesgo de exagerar pudiera decir que yo tengo la mala costumbre de bañarme todos los días, de cepillarme los dientes 3 veces cada 24 horas, de lavarme las manos en varias ocasiones y siempre antes de comer, y de otras lindezas que harán reír a quienes me lean, pues esas cosas –dirán- las hace todo el mundo. ¡Error! Se asombrarían si descubrieran, como yo, tras un intensivo análisis investigativo, la cantidad de personas que no las hacen con la misma frecuencia que un servidor.

De todo esto puede sacarse una conclusión a priori: siempre que pensemos que nos ocurre algo que nos haga preguntarnos (como me sucedió una vez al padecer un episodio de vértigo que me tuvo maldiciendo mi suerte muchos días) ¿por qué a mí, por qué yo solo padezco este mal?, busquemos alrededor y nos pasará lo inevitable, como me pasó a mí con el dichoso mareo: encontré en el edificio donde vivo nada menos que a 14 personas que padecían o padecieron vértigo, cuando me creía el único desventurado que la mala suerte había condenado a sufrir esa desgracia.

El ser humano, cuando está atravesando un período de afectación de su vida o de su
salud, tiende a creerse que es el único que la padece, y maldice el momento en que ese mal apareció, acusando a la humanidad de no sentir el malestar y la rabia que él siente por esa razón.. Si dedicara algunas horas a investigar, como hice yo en la situación citada, comprobaría que todos tenemos nuestros problemas y no sólo de salud, y así al menos no nos sentiríamos tan abandonados de la suerte y padeciendo en solitario aquello que nos hace maldecir y odiar al prójimo que creemos no padece lo que a nosotros nos hace la vida tan amarga.

Es natural, por supuesto, pensar en uno mismo, egoístamente. Es normal. Pero en tiempos tempestuosos, no por consolarnos, sino por saber que no somos los “elegidos” para padecer cierto mal, conviene comprender que los seres humanos nunca estamos ok al 100%, ni somos saludables al hierro (siempre se tiene algo que perturba ese estado que debería ser el natural de cada persona), ni jamás podemos sentirnos librados totalmente de problemas o situaciones que son inevitables por el solo hecho de vivir y estar en contacto con la humanidad, con la naturaleza, con la vida misma, tan llena de misterio y de sorpresas que muchas veces se nos aparecen para echarnos a perder una hora, un día, una semana, o quizás, para algunos, una vida entera...

Augusto Lázaro


@augustodelatorr


www.facebook.com/augusto.delatorrecasas

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