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miércoles, 16 de mayo de 2012

LA ABUELITA, ESE SER ENTRAÑABLE.

A la memoria de Angelita Díaz-Tendero, siempre en mi corazón.

En medio de un espectáculo de variedades realizado con muy buen gusto (cosa rara) en el cine principal de Santiago de Cuba, de pronto apareció el actor cubano Erdwin Fernández vestido como el payaso Trompoloco, personaje que había animado muchas veces en la televisión y en otros medios, caminando lentamente por el proscenio. Se detuvo, mirando al público que llenaba la sala, y mientras algunas sonrisas se vieron y hasta risas dispersas pudieron oírse, comenzó a cantar:

Di por qué, dime abuelita, / di por qué eres viejita, / di por qué sobre las camas / ya no te gusta brincar....

Y mientras el actor cantaba fueron apagándose hasta los murmullos que quedaban, y de pronto toda la sala se quedó sumida en un silencio no acostumnbrado en ese tipo de espectáculos, porque aquella canción infantil desnudaba sin tapujos una realidad que todo ser humano conoce y enfrenta: ¿quién no ha tenido o tiene una abuelita que lo hace recordar aquellos tiempos tan hermosos en que esa viejecita cariñosa y entrañable le contaba los cuentos más bonitos que de niño podía imaginarse, mientras en su rostro la sonrisa nunca desaparecía?

...di por qué usas las lentes, / di por qué no tienes dientes, / di por qué son tus cabellos / como la espuma del mar...

 El payaso seguía su canto, haciendo penetrar a los asistentes en aquel mundo tan crudo y real, en el que un niño preguntaba a su abuela lo que sus pequeños años todavía no podían comprender, inclinándose al cariño de aquella mujer que nunca había visto de joven y de la cual había recibido amor, voluntad, compañía, y muchas horas que hacían de su niñez un jardín de colores fascinantes que embellecían sus pequeños años:

...di por qué frente al ropero / donde hay tantos retratos / di por qué lloras a ratos, / dime, abuelita, ¿por qué?

No recuerdo a ningún filósofo ni a ningún sociólogo, que haya podido resumir en tan pocas palabras la descripción de la vejez. Claro que la vejez no es sólo eso, pero lo que cuenta la canción es una pincelada que puede ser vista como un cuadro en el que esa llamada tercera edad muestra su lado más crudo y real. Porque cuando se es viejo siempre se acude a los recuerdos de los seres queridos que ya no viven y que sólo pueden añorarse con el mismo cariño con que se trataron cuando acompañaban con su presencia física a ancianitas como la de esta canción “infantil”.

Y me vienen a la memoria unas palabras de Oscar Wilde en una de sus obras más logradas, que resumen y sintetizan lo que quizás no queremos aceptar cuando llegamos a la edad en que un niño puede preguntarnos esas cosas que de tan simples son terribles, porque no sabemos cómo responderlas: Dijo el autor de El retrato de Dorian Gray: “la tragedia de la ancianidad no es ser viejo, sino haber sido joven”... y tal vez ese niño que pregunta a su abuelita no se imagine que algún día echará mucho de menos una realidad que todavía no ha alcanzado a conocer... y quizás a disfrutar...

Augusto Lázaro

nota: sobre la autoría de esta canción hay diferentes versiones: aparecen como autores, entre otros, Enriqueta Almanza, Camila Towers, Yolanda del Campo, Francisco Gabilondo Soler, y no voy a entrar en polémica, por lo que no suscribo ninguna autoría y dejo a los lectores que lo deseen investigar a ver si aparece al fin el verdadero (o la verdadera) autor(a).

1 comentario:

Anónimo dijo...



Cuánto me ha gustadod tu escrito, chico... Hoy me estuve acordando de esta vieja canción de mi niñez, la cantaba Trompoloco, yo tenía cinco años... Todo tan lejos, pero me hizo llorar, porquejustamente había estado acordándome de mi querida abuela... Por cierto, quería compartirla en el Facebook, y en una paginna ahí de Cuba, a mucha gente de esa época, seguro que también le encantaba tu artículo. Pero con gran sorpresa, vi que no da la opción para ello, esa página al menos. Es una lástima, no sé, porque creo que merecía ser leída por más personas! Bueno, ahí queda mi sugerencia..