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viernes, 4 de marzo de 2011

N A T A L I E

Desde niño me gustó la danza, sobre todo me gustó ver cuerpos femeninos bellos moviéndose al compás de esas notas para mí entonces extrañas pero hermosas que todavía no llegaba a comprender, aunque sí a gustar. Así fui adentrándome en ese mundo fabuloso del ballet, con el grupo de Alicia Alonso y sus maravillosas primeras bailarinas Loipa Araújo, Aurora Bosch, Josefina Méndez y Mirta Pla, a las que solía ir a ver en La Habana cuando vivía en Pinar del Río, en la década de los 50.

También me gustó el cine, y desde que vi El ciudadano (Citizen Kane), me di cuenta de que ese tipo de películas era lo que yo quería ver siempre, y que siempre me iba a deleitar con ellas. A partir de esa infancia y de ese comienzo de la adolescencia, ambas artes fueron dos de mis atracciones y pasatiempos favoritos: la danza y el cine, que no he dejado de disfrutar ni en las situaciones más adversas durante mi ya larga vida.

Cincuenta años después de aquel embelesamiento, se aparece de súbito una mujer convertida en ángel, cuyos desplazamientos por la escena me estremecen a tal punto que me parece, viéndola moverse, hablar y sobre todo actuar, que me engaño, que eso es obra de mi imaginación, que no puede ser tan buena, tan exquisitamente buena actriz, que es imposible que todo lo haga bien, y entonces termino en silencio de ver esta joya del cine que se llama, precisamente, como una conjunción perfecta de la música, la danza y el séptimo arte, CISNE NEGRO...

CISNE NEGRO quizás no alcance la categoría de obra maestra (aunque se le acerca mucho), pero Natalie Portman sí es una obra maestra de la interpretación cinematográfica: Nina, la bailarina encarnada por la rutilante estrella, se desplaza por la escena, dueña y señora del espacio, resumiendo en su esplendor la locura, la inconsistencia, la duda, el mundo del relieve y la inquietud disconforme que ella, Nina/Natalie, es capaz de trasmitir y conmover, y de hacernos vibrar de emoción hasta las lágrimas en presencia de lo más acabado, de lo eximio, de lo perfecto.

Nina es dulce, a veces áspera, es sensible, a veces trágica, es porfiada, resentida, perseverante, diáfana en cada gesto, en cada movimiento, en cada palabra que pronuncia con la expresión precisa y requerida para cada situación. Trasmite su mundo de angustia, oscuridad, esplendor, obsesión, personaje contradictorio y a la vez tan firme que convence en todos sus momentos sin cometer un solo error.

Desde la pasión desquiciada hasta el amor no encontrado, pero siempre regalándonos la belleza del arte que destila, en su papel de triunfo magistralmente interpretado, sin caer ni una sola vez en la sobreactuación ni en la exageración teatralizada, defectos que padecen tantas "estrellas" del celuloide de la meca del cine, que parecen confundir el teatro con el cine, lamentablemente. Natalie es cine, sólo cine, soberbiamente actuado.

Natalie Portman se ha incrustado ya entre las grandes: Katharine Hepburn, Vivian Leigh, Meryl Streep, Nicole Kidman... y confío en que su estancia en la constelación de Hollywood será permanente, sin ninguna circunstancia adversa que pueda apartarla de una brillante carrera que le espera segura... Para ella, estos versos, sencillos y sentidos como ella merece:

NATALIE

¿Cómo llamarte cisne negro
si tú llenas de luz cada escena
donde parece que dentro de esas sombras
convertidas en luz
con tu magia exquisita
todo el amor del mundo
se ha metido en tus ojos?

Augusto Lázaro

foto: Natalie Portman al natural

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