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viernes, 9 de julio de 2010

PAPELES SON PAPELES

Cuando puso un pie en el aeropuerto de Barajas tenía muchas ilusiones, traía muchos sueños y muchas esperanzas. Como tantos. Había llegado a la tierra prometida, a la Madre Patria, al Primer Mundo. Era un soñador, y con ese viaje pensó que al fin su sueño se haría realidad. Como tantos que pensaron como él. Miró a su alrededor, comenzando a descubrir su nueva patria. Sonrió. Y se dijo: "ahora, a comerme al primer mundo"...


Pero la realidad siempre se impone a la ficción y quien vive de ilusiones muere de desengaños. O agoniza, que es peor. Los refranes casi siempre son certeros y él no era adicto a ellos. Por eso se enfrentó a la incógnita, a lo desconocido, a la aventura de buscar una nueva vida en una tierra nueva. Y pasó diez años intentando encontrar esa nueva vida, despejar esa incógnita, vencer lo desconocido. Y triunfar, por supuesto. Pero...


En esos diez años tuvo que vivir dedicado casi totalmente a 3 asuntos:

1) hacer gestiones para sobrevivir
2) obtener documentos para seguir sobreviviendo
3) manosear papeles de todo tipo de tamaños, espesores, consistencias, formas y colores, siempre con membretes, cuños y firmas, que fueron engrosando su archivo de visitas, reuniones y entrrevistas con funcionarios públicos con los que tramitaba sus correrías por el mundo de la burocracia. Un mundo que no aparecía en sus sueños...


Diez años, una década, casi nada, de aquí para allá y de allá para acullá, caminando, sudando, subiendo y bajando escaleras en el Metro, entrando y saliendo de oficinas encargadas de mantenerlo activo (como para que no se le encogiera el corazón y le diera un infarto) y en constante movimiento, eliminando la palabra sedentarismo durante esos dos lustros, lo que nunca pudo ejercitar. El se cansaba a veces, pero los funcionarios públicos no: esos no se cansaban de pedirle papeles, documentos, certificados, hagoconstares, comprobaciones, fotocopias, y muchas veces teniendo en sus gavetas o en sus ordenadores los datos que volvían a solicitarle. "Es como para reírse", comentaba con un compañero de desgracias a la salida de una institución obligatoria...

El mejor ejemplo de su lucha contra la estupidez de la burocracia lo tuvo cuando le pidieron un certificado que acreditara la fecha de su llegada al país, certificado que ya había entregado hacía algún tiempo para otra gestión, pero que una funcionaria del MININT le informó que tenía que llevarle uno "actualizado". Chúpate esa, Marcelo. "¿Actualizado?", le preguntó a la funcionaria. "Pero señorita, ¿cómo voy a actualizar mi fecha de llegada a España, si eso no varía? Haga lo que haga y tenga la situación que tenga, la fecha en que llegué a este país va a ser siempre la misma, y esa ya está en sus controles"...

Pero ya lo dijo Hemingway: "no te atrevas a discutir con un imbécil, la gente podría pensar que son dos". Claro, no siempre se trata de un imbécil, lo que sucede es que esos funcionarios cobran sus sueldos gracias a los papeles. Imagínense que nadie pidiera papeles a nadie para nada. ¿Cuántos españoles quedarían en la calle, engrosando aún más la cifra de parados que ya causa pánico? Pues nada, a pedirle papeles a todo el mundo, que ese es su trabajo. A pesar de que mi amigo se preguntaba sin encontrar respuesta: ¿para qué sirven los enormes avances en la tecnología de la computación? Si todos los documentos que piden están registrados en esas pantallitas que ya dentro de poco te vas a encontrar hasta en los baños públicos? Con sólo pulsar una tecla ya tienen hasta los lunares que uno luce en las nalgas...

Mi amigo no entendía ni hostias, pero quería convertirse en funcionario, ya que en ninguna otra cosa pudo convertirse para ganar un salario más o menos decoroso que le permitiera vivir como Dios manda ( y que parece que nadie obedece). Sí, funcionario público, cinco días semanales laborables muy bien pagados, digan lo que digan los protestones y los huelguistas salvajes o civilizados. Pero pasaron sus movimientos intentones y mameyes verdes. La burocracia es todopoderosa, implacable, indestructible. Pues eso, que acabó admitiendo que los papeles no se acabarían jamás. La última vez que lo vi me dijo que se largaba a otro país en busca de nuevos horizontes. No quise desanimarlo diciéndole que tal vez en ese otro país tendría que enfrentarse a lo mismo, porque eso no lo sé, ya que no vivo en otro país sino en éste, al que conozco muy bien. Nos tomamos nuestro último café, le deseé buena suerte, lo abracé, y me puse a pensar cuántos habrá como él, víctimas de un sistema tan machacador de personas que sólo buscan en sus vidas una estrella que los ilumine y les dé alguna esperanza de encontrar lo que no pudieron encontrar en sus países de origen por obra y gracia de dictaduras repugnantes o situaciones económicas insoportables. Y eso es una espina enorme que millones de seres humanos tienen que llevar clavadas en sus desesperanzados corazones, mientras muchos se dan el lujo de despilfarrar dinero público, sobre todo los políticos, que son parte del tumor canceroso que padecen los pueblos...

IMPOTENCIA ANIQUILADORA

Te sientes sacudido en medio del tornado
de la burocracia
que te machaca los cojones del alma
hasta el agotamiento de tu insistencia en ver el vaso
medio lleno (pobre iluso que creíste lo que te dijeron)
y todavía dudas quizás recordando aquello tan lejano
de que la duda es lo único cierto.
Dudas mareado y sin perdices en una vereda que se difumina
hacia uno y otro lado de tus ojos:
¿doy la batalla contra el poderoso aparato
del Estado?
¿Me resigno a continuar borregueando a merced
de las pocas mercedes que Don Estado me lance
sin mirarme a los ojos en el cuerno
de la escasez y la carencia permanentes hasta quién sabe
si post mortem?
¿Qué hago entonces, qué puedo hacer entonces
para librarme de estas madrugadas de ojo abierto
y de respiración acelerada
estrujando las sábanas inútilmente esperanzado
en que antes de la luz estaré ya morfeando?,
porque no hay insomnio que dure tantas noches
ni tantos desvelos en un túnel sin fondo.
Pero deja de pensar, insolente, desvalido,
no vuelvas a intentarlo, no vuelvas a sufrir
(¿es que eres masoquista?).
Pienses lo que pienses,
digas lo que digas, hagas lo que hagas,
y sobre todo, envíes lo que envíes
(cartas, solicitudes, documentos,
toneladas de papel emborronados o tecleados
en horas raptadas al sueño, cuando haya algo de sueño),
todo será inútil, pobre hombre desamparado y solo
como un farero en su noche sin luna:
el Estado terminará machacándote sin compasión
porque el Estado es el poder que siempre,
en cualquier circunstancia,
machaca, machaca, machaca,
sin mover un solo músculo de su rostro cancerbérico.

AUGUSTO LAZARO

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