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jueves, 12 de julio de 2012

LAS APARIENCIAS... ¿ENGAÑAN?


Lord Henry, personaje casi protagonista de El retrato de Dorian Gray, posiblemente la mejor obra de Oscar Wilde, dice entre otras verdades una que siempre me ha movido a la meditación:
"sólo los tontos no juzgan por las apariencias".
Su contrapartida refranesca, o sea: "las apariencias engañan" invita a pensar que no todo lo que brilla es oro, y quizás por eso surgió aquella máxima de que "la mujer del César no sólo tiene que ser decente, sino parecerlo", como si las demás mujeres, en todo caso, no estuvieran "obligadas" a aparentar la decencia que tienen (a)dentro y que por supuesto, no se anuncia en ningún cartelito frentista (de la frente, no de ningún frente).
Pero quizás por costumbre, la humanidad casi siempre suele juzgar por las apariencias, porque claro que no es lo mismo un mendigo (pobre ser obligado a semejante humillación) rodeado de trapos viejos y de mugre, tirado en plena acera, con un cartelito solicitando alguna ayuda, que una despampanante modelo llena del lujo que engrandece (y a veces envilece) a los seres humanos. Estoy seguro de que si le preguntaran a cualquier viandante, de improviso, con cuál de estos dos seres le gustaría irse a cenar a un gran hotel, respondería que con la modelo. ¿Usted no?
Y esa actitud generalizada ¿a qué se debe sino a las apariencias? Detrás de la modelo quizás se esconda una ignorante que apenas sabe pronunciar su idioma, pero eso ¿a quién le importa hoy? Y quién puede decir o negar que en el mendigo del cuento está un cerebro no sólo prodigioso sino lleno de bondad y de deseos de beneficiar a la humanidad. ¡Ah! Ahí está la razón de la sinrazón. En las apariencias, porque en este caso, como en la mayoría de los casos, puede que engañen, pero lo que no hacen es animar a ningún mortal a decidirse por el mendigo, aunque el hombre sea un segundo Einstein. Porque a nosotros los humanos no sólo nos importan las apariencias, sino que rechazamos la falta de buenas apariencias sin tener en cuenta los demás aspectos. Y siguiendo con el caso, no nos preguntamos por qué el mendigo vive como vive, pero es que tampoco nos importa averiguarlo.
Y sobre la modelo por supuesto que no nos interesa averiguar cómo es por dentro cuando lo que vemos por fuera es capaz de conmovernos... físicamente.

Augusto Lázaro

(para acceder a EL CUICLO pinche en: http://elcuiclo.blogspot.com.es)


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