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jueves, 7 de junio de 2012

UN NUEVO MUNDO, SI SEÑOR.


¡Cambiar el mundo! He oído y leído estas palabras tantas veces que ya cuando las oigo o las leo me suenan como un anuncio de la tele que cuando lo ves una vez puede que te guste, cuando lo ves dos veces lo aceptas más o menos, cuando lo ves por tercera vez ya comienza a caerte pesadito, pero si llegas a verlo treinta veces... tienes 3 opciones: 1) apagas el televisor, 2) cambias de canal, aunque en la mayoría vas a encontrarte con el mismo anuncio, y 3) coges el aparato, te acercas a la ventana, y lo lanzas, ¡cataplún!, y ya no volverá a mostrarte ni un solo anuncio más (opción recomendada).
A estas alturas todavía existen seres iluminados que se creen que tienen el poder para cambiar el mundo. Por supuesto que todos los intentos de cambiar el mundo han fracasado, porque el problema es simple: el mundo no puede cambiarse. Me dijo Juan Maguey que si él fuera compositor haría una canción titulada El mundo sigue peor, porque Juan piensa, como yo, que el mundo es incambiable. Y ahórrense endilgarme el sambenito de pesimista: hace tiempo confesé que lo soy, y en grado sumo. Pero eso sí, con los dientes al aire...
Vamos a ver: para cambiar el mundo, primero habría que cambiar el hombre. Y cambiar el hombre no es cosa de apretar un botón en un telepilot (mando a distancia). Pero bien: a un solo hombre es imposible cambiarlo, por mucha labia que se tenga. Sin embargo, a una multitud, digamos diez mil personas reunidas en alguna de las miles de concentraciones humanas que se realizan en el planeta diariamente, y que no resuelven ni hostias, sí es relativamente fácil cambiarla. Las masas suelen dejarse conducir por algún “gran jerarca”. Pero ojo: sólo de momento, cuando los gritos enardecidos aplacan la sed de desplayarse con todo lo que se tiene dentro. Después, en casita, a solas, meditando, cada uno de los miles que aplaudió, gritó, dio vivas a quien quería que cambiasen, se da cuenta de que le han tomado el pelo, y nada, de cambio nada, que sigo así, carajo, y que cambie la madre que lo parió, murmurará ese alguien o se lo dirá a su pareja si la tiene cerca. Y es que no todos queremos (ni podemos) ser “héroes” que generalmente terminan ignorados, olvidados, borrados del ambiente, presos, o muertos muchos de ellos. Ahora los héroes que permanecen son otros: en países como España, los héroes son los futbolistas. Y no creo que esos “héroes” tengan interés en cambiar este mundo.
Lo que me llama la atención es que todavía hoy haya millones de seres humanos que crean a estos cambiadores del mundo, los aplaudan, los admiren, los sigan, y se dejen tomar el pelo tan inocentemente. No en balde dijo Celestino Goicuría: “¿tontos?, somos mayoría”.
Augusto Lázaro
Para acceder a EL CUICLO pinche http://elcuiclo.blogspot.com.es

1 comentario:

Loca dijo...

Muy interesante tu punto de vista... Yo en cambio soy la optimista que cree que puede hacer algo para cambiar algunas cosas, aunque es ir contra la corriente... Seguramente no llegue a hacer nada pero moriré en el intento...
Saludos...
(http://mundofloo.espacioblog.com/)