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domingo, 23 de enero de 2011

MAR PENETRA MI ESPACIO...


Abro los ojos y me desperezo. Rápidamente se van haciendo nítidas las imágenes que encuadran mi entorno habitacional y que veo diariamente, cuando me despierto y comienzo a adaptarme una vez más a los muebles y a los objetos que me saludan en cada nuevo despertar rutinario. Me estiro, me siento sobre el colchón y me dispongo a iniciar una nueva jornada, casi al amanecer, cuando todavía no traspasan las persianas los primeros rayos del sol si el día está tan despejado como anuncian las primeras noticias sobre el tiempo. Sí, todo está igual, todo está en orden... ¿Todo?

No... todo no está igual, porque ella ha roto el orden, ha penetrado mi espacio más íntimo y ha dejado, envuelta en la magia de su estancia, la dulce sensación de una presencia que como un perfume derramado adornará esta habitación (que ahora también será suya), imposible de borrar, porque ella será siempre mucho más que un recuerdo:

ella será siempre un fuego trepidante que destila sensualidad y a la vez una ternura que acrecentará su sonrisa espontánea regalándome en cada nuevo encuentro esa sensación tan ansiada de paz, de alegría de vivir, de sentir cómo se hinchan mis pulmones al verla sonreír, y dormir, y soñar, y despertar otra vez lleno de vida.Porque ella es...

--¿Cómo debe ser una mujer para un escritor?

Me sorprende su pregunta. Todo en ella resulta sorprendente, y lo más curioso: todo en ella resulta agradable. Pero no sé responderle. Porque... ¿cómo decirle que para un escritor como yo, esa mujer debería ser como ella misma?

Augusto Lázaro

Madrid, invierno de 2011.

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