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lunes, 8 de noviembre de 2010

¿INOCENCIA O CARAS DURAS?


Hay situaciones que cuando se conocen no puede apreciarse con total claridad el país donde ocurren, porque cuando se han visitado varios o muchos países se nota cuánto nos parecemos, con sólo algunas diferencias muy poco notables en sus aspectos externos. Una de las diferencias entre España y Cuba es de carácter material, o sea, de que la isla caribeña padece escaseces que conducen a situaciones realmente lamentables, pero en lo fundamental, o sea, en la característica personal de sus habitantes (comportamiento, idiosincrasia, costumbres, etc.) somos tan parecidos que el asunto de este texto literario pudiera haber ocurrido en cualquiera de los dos países. No hay más que leerlo y obviar la cuestión material. Sobre todo ahora, cuando en el gobierno de la nación ibérica se está haciendo una moda ejercer de muchos "oficios" al unísono.



EL HOMBRE INTEGRAL

--Propongo al compañero Inocencio.
Asamblea de servicios. Asuntos generales. Se está formando la comisión de análisis
para la entrega de productos industriales. Cinco trabajadores han solicitado el
despertador que se ofrece en esta oportunidad. De ellos, tres tienen más o menos
los mismos méritos. La comisión deberá estudiar caso por caso y determinar a quién
debe adjudicársele el derecho a adquirir el artículo en la tienda asignada.
--Yo estoy de acuerdo, Inocencio es el hombre.
Los trabajadores han propuesto a varios compañeros para presidir la comisión, pero
todos se han negado, alegando razones diferentes, hasta que se pone de pie un
miembro del ejecutivo de la sección sindical y propone a Inocencio.
--Sí, sí, Inocencio. Es el más indicado para esta tarea.
Inocencio permanece en silencio y apenas se mueve. Está acostumbrado a que sus
compañeros lo propongan, lo elijan para cargos y responsabilidades a granel, lo
aplaudan, lo vitoreen. Nunca dice que no. Le gusta su trabajo. Le gusta cumplir con
su trabajo. Y le gusta compartir con sus compañeros, llevarse bien con ellos, estar
siempre dispuesto a servir a cualquiera que lo necesite.
--Bien, compañeros. Parece que tenemos consenso. A ver, ¿alguien está en contra
de que el compañero Inocencio presida la comisión de análisis para la entrega de
productos industriales?
Nadie levanta la mano. Nadie dice nada. Se miran unos a otros y al final todos
vuelven las cabezas y clavan sus ojos en el rostro siempre sonriente de quien ha sido
propuesto y tácitamente elegido para ocupar el cargo eventual de presidente de
la comisión: el compañero Inocencio Santos Doimeadiós.
--¡Inocencio! ¡Inocencio! ¡Inocencio es el hombre!
--¡Bravo por Inocencio!
--De acuerdo, de acuerdo.
--¡Que viva Inocencio!
Aplausos. Vivas. Gritos. Los más cercanos estrechan la mano de Inocencio y le dan
palmaditas en los hombros y en la espalda. El secretario de la sección sindical se
pone de pie detrás de la mesita presidencial y pide silencio.
--Compañeros: aunque por la aclamación unánime ya sabemos que el compañero
Inocencio ha sido aprobado y elegido, vamos a cumplir lo establecido por el
reglamento sindical para darle la forma legal a esta elección. A ver, los que estén
de acuerdo con Inocencio que levanten la mano.
Todos levantan las manos. Todos, menos Inocencio, que ahora no se está sonriendo.
Algunos lo miran y le hacen señas y gestos. Cuando se calman los aplausos, un
compañero de la masa se pone de pie.
--Permiso para hablar. Compañeros, a mí me parece, ya que estamos con eso de
la legalidad y eso, que se le debe preguntar al compañero Inocencio si está de
acuerdo en presidir la comisión de análisis para la entrega de... bueno, de eso.
Silencio absoluto. Nadie se mueve. En la mesa presidencial se cambian impresiones
hasta que el secretario general se pone de pie y se dirige al aludido.
--Bueno, bueno... ya tú oíste, Inocencio. Por supuesto que tú estás de acuerdo, ¿no?
Otra vez el silencio. Inocencio se pone de pie. Hay expectativa. Esto nunca había
sucedido. Inocencio siempre había respondido con sonrisas, movimientos de
cabeza afirmativos y gestos aprobatorios a todas las proposiciones, solicitudes,
peticiones, nombramientos, etc., que le habían hecho sus compañeros de trabajo.
Ahora está serio. Ahora en la sala de reuniones hay un silencio desacostumbrado.
Todos esperan con curiosidad. Por fin Inocencio rompe el hielo.
--Compañeros... en primer lugar, quiero agradecerles una vez más la confianza que
ustedes han depositado en mí. Realmente me siento muy honrado al ver con qué
entusiasmo ustedes me han propuesto para presidir la comisión de análisis para la
entrega de productos industriales... -hace una pausa y continúa-. Sin embargo, por
primera vez tengo que negarme a aceptar esa responsabilidad... -murmullos y
comentarios en general-. Miren, compañeros: yo voy a cumplir cincuenta años de
vida y treinta de trabajo. Me siento cansado. Siempre he aceptado, y con gusto,
todas aquellas tareas para las que ustedes tan cariñosamente me han solicitado. Y
todas las he realizado con placer, con entusiasmo, con seriedad, como ustedes bien
lo saben -un silencio todavía mayor se apodera de la sala. Todos miran a Inocencio
y todos esperan-. Pero ya no puedo más, compañeros. Miren, oigan bien esto que
voy a decirles: yo soy miembro del ejecutivo de nuestra seccion sindical, soy
miembro del consejo técnico asesor del centro, soy responsable del mural, soy
activista de emulación, ahorro y protección física de esta unidad, en mi cuadra
soy vice-presidente del comitè de defensa, vocal en el consejo de vecinos, padrino
de la Federación, organizador del delegado de la circunscripción para asuntos
domésticos del edificio donde vivo, soy miembro de la defensa, en la cual ocupo un
cargo de asesor para asuntos teóricos, pertenezco a la asociación de innovadores
y racionalizadores, asisto cuatro noches a la semana a la escuela de idiomas, voy a
un curso dirigido en la escuela del Partido todos los sábados, estoy en el coro de
aficionados del sindicato municipal, ayudo en la meca a la empresa de insumos
que está junto a mi edificio (la mecanógrafa está de maternidad y pidió un año de
licencia)... -hace otra pausa, respira, extrae un pañuelo y se seca el sudor- y eso no
es todo, compañeros. Oigan esto: me levanto al amanecer para llegar a tiempo
aquí, regreso a mi casa ya cayendo la noche, cansado, agotado, y me pongo a
ayudar a mi mujer en las tareas hogareñas hasta que salgo para la escuela, casi
acabadito de llegar (a veces no tengo tiempo ni de bañarme) y es rara la noche
que no me llaman para algo, y si a todo esto le sumamos el tiempo, las gestiones y
esfuerzos que tengo que dedicar al trabajo propiamente dicho, a los mítines, las
asambleas, los desfiles y las concentraciones, a las gestiones en la calle, a las citas
de distintas organizaciones y organismos del estado, a las guaguas, a las comisiones
en las que figuro como miembro de honor... -y abre los brazos como si implorara al
cielo- señores, no. No puedo aceptar. ¡No quiero aceptar! -el rostro de Inocencio
comienza a transformarse mientras los rostros de sus compañeros de trabajo se
vuelven máscaras de asombro-. Llegó la hora de decir que NO... Antes, yo veía que
todos los compañeros aceptaban tareas, cargos, responsabilidades... pero desde
hace algún tiempo lo que todos hacen es zafarle el cuerpo a las obligaciones y yo
veo que me estoy quedando solo aquí... ¡El hombre orquesta!... Y no señor. ¡Está
bueno ya de tanto abuso! -Inocencio tiene la piel color de sangre, suda, se ve algo
nervioso y agitado-. ¡Está bueno ya! -ahora gesticula con las manos y los brazos y
alza la voz-. ¡ESTA BUENO YA! ¿Qué se piensan conmigo? ¿Que yo me voy a echar
encima toda la carga y ustedes van a estar paseando por ahí, limpiecitos, ociositos
y yendo al cine o a la playa con esposas y esposos, y el vaina de Inocencio para
aqui y para allá, y el verraco de Inocencio para esto y para lo otro, y el comemierda
de Inocencio en este cargo y en esta comisión?... -casi no puede respirar-. ¡Pues no
señor! Repito: esto se acabó. Y a partir de hoy, óiganlo bien, a partir de ahora
mismo renuncio a todos los cargos que tengo y a todas las mierdas en que me han
metido. Y que todos muerdan el cordobán. Y al carajo el cuento ese de la
integralidad y la multiplicidad y todo ese lequeleque con el que me han embutido
todos estos años -todos están como hipnotizados oyendo a Inocencio-, y sépanlo
bien: a partir de este momento me quedo como miembro simple del sindicato y de
los comités y nada más, ¡Se acabó! ¡Chirrín chirrán! ¡Y AL CARAJO LO DEMAS!
Inocencio se sienta. Está colorado, sudado, descompueto. Todos vuelven sus
rostros. nadie dice nada. El secretario de la sección sindical se queda con la boca
abierta como en éxtasis. Tras unos minutos de silencio se escuchan murmullos. Al fin
el secretario reacciona y se dirige a la masa, tan bajito que casi no lo oyen en el
fondo de la sala.
--Bien, compañeros... ¿hay alguna otra proposición para presidir la comisión de
análisis para la entrega de productos industriales?

Augusto Lázaro

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