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domingo, 15 de febrero de 2015

ESPAÑA ANTE LA INCOGNITA

Nada menos que en 4 ocasiones tendrán los españoles que acudir a las urnas durante 2015. O no. Depende de cada cual ir o no ir, porque en España, al menos, votar no es obligatorio. Y es curioso que no siendo obligatorio vaya tanta gente a votar en cada cita, a sabiendas de que el 90% de las posibilidades dan como resultado el incumplimiento de tantas cosas bonitas que los políticos (todos) prometen en sus mítines multitudinarios donde se ve una aglomeración de personas aplaudiendo, ovacionando, gritando a sus líderes (en todos los partidos y en todas las convocatorias) que ante semejante aceptación incondicional se creerán que son los nomplusultras del liderazgo que conducirá a ese pueblo que tanto los admira y quiere a la conquista del futuro, esperanzador y promisorio. Lo de siempre. En ambos bandos, o sea: el de los (quizás nuevos) dirigentes y el de los (quizás nuevos) dirigidos tras una nueva cita con las urnas.

Si algo saben muy bien los políticos es cómo conquistar un pueblo. Lo han demostrado en la historia y han llegado a dominar la psicología de las multitudes de tal manera que hablarle al pueblo se ha convertido para ellos en algo tan simple y tan manido como ir a comer caviar a un restaurante de lujo. Y es notable, porque resulta casi imposible convencer a una persona sola (o a solas, mejor dicho) de la bondad de algún político para que lo vote, en países como España, donde cualquier persona desconfía, de entrada, de las buenas intenciones de quien pretende sumarla a su causa. A una persona sola. Pero es muy fácil convencer a miles de personas reunidas en una concentración de un público que enardecido a veces y siempre dispuesto, mira a los políticos, oye lo que dicen o no oye nada, pero al final aplaude, grita, vocifera, y con esa actitud apoya a quien le está dirigiendo un discurso lleno de lugares comunes, palabras huecas y sobre todo, promesas que no va a cumplir, aunque esa masa enardecida no lo sepa o parezca no saberlo. La cuestión es peliaguda: entonces, ¿por qué acuden al mitin? Y lo peor, ¿por qué van a votar en las elecciones?

Quizás se trate de una jugarreta de la esperanza, que según el refrán es lo último que se pierde (en realidad lo último que se pierde es la vida, pero en fin), y cuando el pueblo está cansado ya de tanto engaño y de tanta tomadura de pelo, aparece, surgido como de la magia, algún nuevo líder que hace pensar a muchos: “ahora sí, ahora las cosas van a cambiar, Fulano no es como los demás, hay que ir a votarlo”... Porque en el fondo los pueblos son ingenuos y creen, siempre creen. ¿Cómo podrían vivir sin ninguna creencia? Y los políticos explotan ese sentimiento de ingenuidad histórica, trasmitido de generación en generación, que los lleva al poder desde donde se enriquecen y se abarrotan de privilegios y beneficios a costa de esa ingenuidad de los votantes que nunca van a escarmentar: las elecciones democráticas siempre existirán. Y siempre habrá partidos políticos. Y siempre, cuando se haya ido la última esperanza, surgirá un nuevo líder que alcanzará el poder, gracias a la bondad de los que crean en él (o en ella, aunque casi siempre será EL).

Alguien dijo que la democracia es el menos malo de los sistemas políticos y sociales. Al menos aceptó que bueno no es ese sistema. Lo peor que debemos soportar es que no hay otro, pues los otros que hay y que ya conocemos son tan peores que mejor ni mencionarlos. Triste destino el de esta humanidad que no puede desembarazarse del aluvión de desvergüenza que le cae encima cuando los políticos, que son los que deciden el destino de millones de vidas, toman alguna nueva decisión... para bien del pueblo, por supuesto...

Augusto Lázaro


@augustodelatorr



http://elcuiclo.blogspot.com.es

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