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domingo, 7 de diciembre de 2014

ESPAÑA EN EL CORAZON

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España se está convirtiendo, con velocidad de crucero, en el país de la Unión Europea donde prima todo lo negativo que puede mostrar una sociedad moderna. Un ejemplo de ello es la comparación (no odiosa sino dolorosa) del número de aforados que tienen algunos países occidentales:

Reino Unido.........................0
Alemania..............................0
EEUU...................................0
Italia....................................1
Portugal...............................1
Francia..............................21 (miembros del gobierno)
España........................17,621

Esto, además de una desvergüenza tolerada por el gobierno, la oposición, los sindicatos, el Poder Judicial (dependiente), y todos los organismos e instituciones públicas, constituye un avance espeluznante de lo que nos espera en un país que es incapaz de eliminar de una vez sus gravísimos problemas y defectos y se enzarza en cuestiones baladíes que no tienen importancia y que no afectan realmente a los ciudadanos, sobre todo a los de a pie, muchos de los cuales se han acostumbrado a que lo que en cualquier otro país sería un puntual inaceptable, en el nuestro es, desde hace tiempo, lo más normal que puede esperarse de una sociedad enferma que ha perdido el norte y se dirige, al parecer, inevitablemente, al descrédito internacional que ya está apareciendo en muchos medios en todas partes del mundo.

¿Debemos aceptar esta situación? ¿Qué podemos hacer los que amamos a España para rescatarla de la mediocridad, de la incapacidad, de la condena a malvivir elevando a categoría de héroes a personas que no pasan de ser “destacados” en algunas manifestaciones menores (y a veces negativas como la “telebasura”)? Ahí les dejo la pregunta. Yo sólo tengo la preocupación y no dispongo de medios para ayudar a esta difícil empresa regeneradora.

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Uno de los principales problemas que confronta España es la ilimitada tolerancia con la delincuencia y hasta la criminalidad más grave. Es demasiado frecuente en los medios la noticia de excarcelaciones de personajes que en otro país se pudrirían encerrados, y que en el nuestro muchos magistrados que parecen o bien amenazados o bien comprados con dinero --justificándose con su personal interpretación de las obsoletas leyes que el flamante Poder Legislativo (el Congreso de los Diputados) no puede, o más bien no quiere cambiar de una vez para acabar con tanta tolerancia que tanto irrita al pueblo-- ponen en libertad, a veces sin siquiera cargos ni fianzas. La mano suave sólo conduce al endurecimiento de las actividades criminales (la historia lo confirma): al enemigo no puede combatírsele con pétalos de rosa edulcorados con jarabes de tolerancia. A día de hoy puede notarse a dónde nos ha conducido esa lamentable equivocación: aumentan los actos delictivos y violentos, y la calle se va convirtiendo en escenario de batallas campales con vándalos, delincuentes, ultras y otras yerbas a las que la policía detiene (inútilmente) y los magistrados devuelven a las vías públicas para que continúen amedrentando y amenazando, golpeando y destruyendo, mostrando ante turistas extranjeros una visión muy desfavorable de un país que hace unas décadas no se parecía en nada a esto que hoy es cosa normal acostumbrada al ojo público.

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Pero como contrapartida, un problema que no acaba de resolverse es la intolerancia con “el otro”, característica al parecer mayoritaria en la sociedad española actual. Es casi imposible encontrar un interlocutor que esté de acuerdo con opiniones contrarias a las suyas, lo que provoca un distanciamiento únicamente salvable cuando se acostumbra a decir SI a cualquier otra opinión o punto de vista, si no queremos entrar en discusiones inútiles que sólo nos provocarán alejamiento del “otro” que se mantiene firme en sus convicciones sin aceptar ni una sola vez que puede estar equivocado o no tener razón. Actitud que parece cosa de poca monta, pero que puede provocar una reacción unilateral en una sociedad que poco a poco se va acostumbrando a que hay cosas imposibles de contradecir, como ha ocurrido recientemente con la cacareada consulta soberanista de Cataluña, de la que ningún medio español se atrevió a manifestar en sus locutores, articulistas, tertulianos, columnistas, etc., la menor discrepancia con el pensamiento único (totalitario a lo cubano) de que LA CONSULTA (o sea, pedir al pueblo su opinión) ERA ILEGAL... Sólo en regímenes comunistas como Cuba o Corea del Norte se entiende esa actitud de que consultar la opinión de una ploblación resulte ilegal. La democracia, en España, con esta intolerancia que debería aplicarse a los infractores de la ley y no al pueblo catalán, está padeciendo de una enfermedad muy dañina que puede conducir a resultados realmente lamentables y sobre todo, ¡peligrosos!

Augusto Lázaro


@augustodelatorr


http://elcuiclo.blogspot.com.es

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