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lunes, 7 de noviembre de 2016

¡SOLIDARIDAD?

ESTA BELLA HUMANIDAD

En carta enviada por José Martí al general Máximo Gómez, instándolo a ponerse al frente del ejército mambí en la guerra de liberación cubana del colonialismo español, en 1895, le decía, entre otras cosas: “sólo puedo ofrecerle el placer del sacrificio y la probada ingratitud de los hombres”. En tan lejana época ya Martí estaba consciente de lo que podía esperarse de aquellos a quienes tanto se servía... Winston Churchill, el hombre (entre otros pocos) al que la mitad de Europa agradece vivir en libertad, perdió las elecciones posteriores al fin de la II guerra mundial... En la obra del gran escritor austriaco Hermann Broch LA MUERTE DE VIRGILIO se describe cómo recibieron al poeta, sacrificado por su pueblo, a su regreso a la tierra natal, con gritos e insultos apabullantes... Luis Buñuel hizo una disección del “agradecimiento” en su genial película VIRIDIANA, con Silvia Pinal como protagonista, quien tras invitar a los “muertos de hambre” a un convite en su casa casi es asesinada por la turba enardecida que intentó abusar al máximo de ella y de su generosidad... Y podría enumerar cientos, miles de ejemplos, de lo que pueden esperar quienes se sacrifican por sus semejantes, aunque no lo hagan esperando nada, sólo, al menos, eso que ya casi no existe: agradecimiento por lo que han hecho con dedicación y amor... Soy pesimista, lo confieso porque soy sincero, y este siglo XXI no nos promete ser mejor que el XX. Me dirán algunos que no ha habido (todavía) ninguna guerra mundial, pero en 1916 tampoco había habido ninguna. Habría que esperar, pues las guerras regionales pululan y duran, sin que la generosidad y el servicio a la humanidad haya dado ningún fruto. El clásico ejemplo es Iraq: actualmente se ha convertido en una fábrica de cadáveres, y por muy mal que se viviera con Saddam Hussein, el dictador impío que sumió a su pueblo en un infierno, ahora los iraquíes han conocido un infierno todavía mayor y más espeluznante, donde cada día mueren decenas de personas en atentados y crímenes indiscriminados e incontenibles. Repito: un solo ejemplo, de los muchísimos que podría citar. En fin, que admiro y respeto a quienes viven para hacer el bien, pero el mundo que me rodea me ha obligado a catalogarlos como ingenuos, si piensan que con ello esos que sirven con tanto cariño van a agradecerles lo que hacen por ellos. Hay que ayudar, sí, a quienes necesitan ayuda. Pero ¡cuidado! No se engañen a sí mismos: nadie agradecerá lo que hagan por ellos. Sólo lo disfrutarán. Y si con eso son felices las nuevas “Teresas”, pues mis felicitaciones por la encomiable labor que realizan sin esperar otra cosa que, como decía Martí: “el placer del sacrificio y la probada ingratitud de los hombres”...

LOS BUENOS BUENÍSIMOS

Todos los conocemos: son aquellas personas que dicen de sí mismas que son mejores que Crisanto Buenagente, que piensan más en los demás que en ellas mismas, que sirven sin pedir nada a cambio y que son seres excepcionales que disfrutan haciendo el bien (sin mirar a quién, como dice el refrán). Donde mejor se ven estos seres excepcionales es en la política: se sacrifican por el pueblo (palabra que de tanto uso ya nadie le hace caso), no descansan, viven para los demás, y todos sus pensamientos, sus ideas, sus acciones, sólo tienen un fin: servir al pueblo que algunas veces los eligen y otras los mandan a la oposición, como en las últimas elecciones, aunque siempre los hay que no admiten que pueden perder, a pesar de que los ganadores no son ejemplo de nada mejor, pero los votos son los votos y las elecciones son las elecciones. La vida nos da lecciones a diario, sólo que la mayoría (inmensa o no) no las asimila y casi todos vuelven a caer (porque son personas y no perros que no caerían una segunda vez) y vuelven a elegir para después arrepentirse, aunque no tengan el valor de confesarlo. Pero todo seguirá igual, las mujeres ganarán menos que los hombres por el mismo trabajo y serán maltratadas, golpeadas y asesinadas por sus parejas, sin que al parecer haya una fuerza capaz de impedirlo. ¡Qué hermosa es nuestra vida, verdad que sí? Y ¡qué hermoso porvenir nos espera ahí mismo, al doblar de la esquina! Sólo hay que oír a los políticos que nos ofrecen un paraíso terrenal que sólo existe en su imaginación, porque los paraísos, terrenales o celestes, nunca han existido, ni en la Biblia ni en la realidad, y lo peor: jamás existirán...

Augusto Lázaro




http://elcuiclo.blogspot.com.es

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