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domingo, 19 de enero de 2014

DESPUES DE NAVIDAD...

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Nochebuena, Navidad, Nochevieja, Año Nuevo, Día de Reyes... festejos (que hasta los mendigos callejeros celebran, porque en esos días reciben más limosnas que les permiten darse un gusto, si es que en su situación de vivir en plena calle pueden darse un gusto) que se han convertido, por obra y gracia de la oferta y la demanda, en una sucesión de ventas y compras que han logrado tajar de un tirón aquelllas felicitaciones tan hermosas (porque eran hermosas) que decían en postales y en persona: FELIZ NAVIDAD... Ahora lo que se dice generalmente, sobre todo en los comercios que sólo aspiran a ganar más dinero, es FELICES FIESTAS, y yo me pregunto si habrá fiestas que no son felices, porque esa expresión comercial es tan absurda y tonta (como tantas otras) que mejor echarla al latón del olvido y seguir celebrando, al menos yo como muchos que conozco, la Navidad, aunque en mi caso no soy religioso, pero confieso que esos días me gustan y desde que nací (en plenos preparativos navideños, un 17 de diciembre) son los días más felices que siempre he pasado en mi ya larga existencia...

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Celebrar la Navidad y el comienzo del nuevo año (una incógnita siempre) cuando se tiene a los seres más queridos en Cuba, en Ecuador, en Monforte de Lemos, en Alcorcón, en Getafe, en Parla, y a algunos en Madrid, ell@s con sus seres queridos presentes, es una disposición a pasar en soledad esos días tan señalados, o quizás con otros seres acompañantes ocasionales que posiblemente no van a dejar huellas profundas para recordarlos cuando se hayan ido y dejado el instante fugaz de unas horas de grata (¿por qué no?) compañía que al pasar las fechas añoradas y otrora disfrutadas al máximo se irán convirtiendo en imágenes que sin poder obviarlo llevan a la pregunta tan simple y tan terrible de ¿POR QUÉ? Y esa pregunta, como tantas que me hago diariamente, no tienen respuesta...

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Pero a pesar de todo celebro la Navidad y doy la bienvenida al año nuevo con una sonrisa tal vez esplendorosa. Porque la amargura y el mal semblante son dos actitudes que nunca he mostrado, no por simular una alegría no sentida (soy generalmente una persona alegre) sino porque nadie tiene derecho a importunar al prójimo con caras tristonas y palabras negativas, que bastante tenemos ya con la situación de este mundo en que parece que no hay a la vista ninguna solución a los muchos problemas que padece nuestro querido y tan maltratado planeta...

Augusto Lázaro


@augustodelatorr

http://elcuiclo.blogspot.com.es





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