No soy de los que piensan que "todo tiempo pasado fue mejor".
Pero estoy convencido de que con tanto adelanto en la técnica y la electrónica,
sobre todo en la informática, la gente ha perdido en gran parte su disposición
de comunicarse personalmente con sus semejantes, prefiriendo la soledad ante un
aparato que en menos de un minuto logra poner en contacto a personas que pueden
estar distantes miles de kilómetros. La pregunta de si eso es bueno, si ha
hecho más beneficios que perjuicios a la humanidad, no estoy en capacidad de
contestarla, y me veo obligado a dejársela a quienes investigan la sociología
del momento, controlada casi totalmente por aparatos y máquinas que se
desentienden de los seres humanos "en persona y frente a frente". Lo
que sí sé es que estamos creando una generación de tontos cuyo único sentido en
sus vidas parece ser el móvil (celular), sin el que prefieren no seguir
viviendo, aunque esta afirmación parezca exagerada. He hablado con decenas de
jóvenes (y algunos no tanto) que me han confesado que prefieren perder
cualquier cosa (algunos han llegado a afirmar que hasta la salud) antes que
renunciar a su adorado aparatico que llevan incluso cuando van a hacer sus
deposiciones en el cuarto de baño. ¿No lo creen? Yo tampoco lo creía. Pero tuve
que convencerme de que lamentablemente esa es la realidad…
Alguien la llamó “la generación del móvil” y no le faltaba razón, porque
actualmente es casi imposible ver a un joven sin ese adminículo que absorbe
gran parte de su vida. Una mañana, al subir al autobús de costumbre, en el que
había alrededor de 14 personas, conté con la vista y noté que de esos 14,
incluyendo a personas de todas las edades, había 9 con un móvil en las manos,
totalmente abstraídos, como si lo que tuvieran ante su vista fuera el elíxir de
la juventud eterna. Otra anécdota conocida (o no) es la de 4 chicas que se
citaron en un bar para pasar un buen rato juntas, pues hacía tiempo que no se
veían. Estuvieron allí alrededor de 3 horas, en las cuales las 4 apenas se
dirigieron la palabra, pues cada una de ellas se entretuvo en mirar y manipular
su móvil. Y al despedirse (lo mejor), una de ellas dijo “¡qué bien la hemos
pasado! ¿Cuándo nos vemos otra vez?”. Sí, de esta generación depende el futuro.
Menos mal que ya pronto viviremos en Marte… según dicen algunos científicos,
claro…
Pero la vida no se reduce sólo al uso del móvil. La juventud ha perdido
el deseo de realizar actividades físicas o no, que lo mantengan en contacto con
sus semejantes: prefieren llegar a sus casas y enseguida conectarse al
ordenador o al móvil que ya llevan conectado, y ponerse en contacto con amigos
a distancia a los que a veces ven en las pantallas, gracias a las
videollamadas, lo que les resulta mucho más interesante y además les permite
estar en la comodidad del hogar sin soportar el gentío bullanguero que molesta
o las incomodidades del transporte, junto a otras cosas no muy agradables que
se encuentran en las calles. Así han llevado sus vidas a casi una sola acción
que puede darles momentos agradables, pero al mismo tiempo los aleja cada vez
más de la comunicación natural entre las personas, que con el tiempo, como se
ve en la novela EL SOL DESNUDO, de Isaac Asimov, se convertirá en el único modo
de encontrarse con seres queridos, amistades o personas que por alguna razón o
motivo tengan que ver y tratar. Quizás ese tipo de vida sea mejor, no lo sé,
pero sé que a todo se acostumbra el ser humano y a esta nueva forma de existencia
tendremos que irnos acostumbrando, pues ya forma parte del sentido de nuestra
vida mientras estemos en este planeta, porque quién sabe si en otro la
situación que encontremos no nos permita dedicar tanto tiempo a tantas
nimiedades…
Augusto Lázaro
@lazarocasas38
2 comentarios:
Doy testimonio de que la vida continua en la ausencia de electricidad e informática. Gracias a doña a María, prescindí de internet por veinte días. No voy a predicar que las cosas son mejor sin ella. Tampoco puedo negar el placer insólito de manosear las páginas de un diccionario viejo, jugar parchís en pareja y el olor a papel viejo de un libro que lleva demasiado tiempo sobre la mesa de noche.
Señor Grimes: muchas grcias por su comentario. Un saludo de
Augusto Lázaro
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