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Dejé de creer en todo la noche en que, haciéndome
el dormido, descubrí a mi padre colocándome los juguetes debajo de mi cama,
junto a la cartita a los reyes y el agua y las yerbitas a los camellos que yo
siempre ponía cada noche del 5 de enero, confiando en que al despetar vería
junto a mi cama todo lo que había pedido, que era más de lo que mis padres me
podían conceder, pero que como yo no creía en ellos, que eran pobres, sino en
los reyes, que eran magos y todo lo podían, escibía en la cartita peticiones
que ahora me dan risa y a la vez, tristeza en la nostalgia del sufrimiento que
le daría a mis padres al ver cuántas cosas yo pedía que ellos de ninguna manera
(ni robando quizás) podrían regalarme ese tan bello día de celebración y
felicidad para casi todos los niños. Porque ser un niño es eso: no entender lo
que no se puede, pero vivir la ilusión de despertar una mañana cualquiera con
su sueño ralizado gracias a esos 3 viejos que sobre los camellos recorrían el
mundo dándole un poco de felicidad a los niños "que se habían portado
bien" y merecían ser dichosos... aunque fuera un solo día...
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Las creencias, en general, generan más dolores que
placeres. Siempre he respetado a quienes creen en cualquier cosa, lo mismo en
religión que en política, aunque no he tenido la suerte (llamémoslo así) de
recibir a cambio el mismo respeto por mis NO creencias sin que por ello me
enemiste con las personas que padecen la manía de no estar de acuerdo más que
con ellos mismos y con lo que ellos piensan, sienten y dicen. Pero apartándonos
de las creencias religiosas y políticas, que son las más “peligrosas”, porque
son las que más fácilmente enemistan a personas que si nunca hablaran de ellas
permanecerían todas sus vidas en una amistad hermosa y compartida, existen
creencias que en verdad dan risa, y con las cuales ni siquiera puede bromearse,
porque enardecen al “creyente” que puede reaccionar enfadado y hasta colérico
en un encuentro de comentarios sin ninguna maldad. Es que mantener una
conversación con los semejantes, últimamente, se ha vuelto difícil. Cito un
solo ejemplo que puede resumir hasta dónde puede llegar el “fanatismo” de
ciertas creencias que, repito, no son religiosas ni políticas, ambas rechazadas
por mí en cualquier conversación, por amargas experiencias que he sufrido en
muchas ocasiones y que he dado por considerarlas como “caso cerrado”. Pero
oigan esto:
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Una mañana, al salir de mi apartamento, me
encuentro en los bajos a una auxiliar leyendo una revista, tan abstraídamente
que al saludarla ni se dio cuenta y no me respondió. Me acerqué con disimulo a
ver qué era lo que la tenía casi en éxtasis y... adivinen: un horóscopo.
Entonces me miró, nos saludamos, y le dije: mira, una sugerencia: compra 10
revistas y 5 periódicos de esos que tienen horóscopos y ponte a leer los 15 sin
distraerte. Si encuentras 2 que digan lo mismo, yo también comenzaré desde
mañana a leer horóscopos, que siempre son firmados por un ser humano igual que
nosotros, por supuesto, para cobrar lo que le paga le entidad contratante por
escribir lo bueno (nunca dicen nada malo) que te puede suceder durante los
próximos días, y que tu signo, que es, digamos Piscis, está en línea con Virgo,
lo que fevorece tus aspiraciones a... y así. La auxiliar, con la que me llevo
de maravillas, se quedó otra vez en éxtasis, quizás pensando “caramba, no había
pensado en eso” o algo parecido. Me pregunto si todavía seguirá leyendo
hróscopos...
Augusto Lázaro
@lazarocasas38
1 comentario:
Atinado como siempre. El caso de Santa es triste ya que, de haber existido alguna vez, murió al instante. Cientos de miles de toneladas de juguetes viajando a tres mil veces la velocidad del sonido son difíciles de frenar...Con respecto al horóscopo, recuerdo un chiste muy viejo que decía algo así:
-- Hola María. ¿Que haces?
-- Leyendo el horóscopo.
-- Ajá. ¿Y que dice?
-- Hoy despertaste con escamas verdes en la piel. De tu espalda brotan alas de murciélago y con tu aliento puedes derretir el acero. Usas espejuelos.
-- ¡Que acertado! Tú sí usas espejuelos.
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