Cuando era un niño inocente que comenzaba la escuela, solía
oír cuentos que me fascinaban, sobre todo por el poder de la imaginación que me
transportaba a la realidad de aquellas historias tan llenas de esa fantasía que
un niño necesita para seguir siendo niño tras rebasar la edad de sus primeros
pasos en la primaria. Una de aquellas historias era la de “ahí viene el lobo”,
cuento simple que sólo servía para alertarnos del cuidado con que atender los
avisos metemiedos como aquél de que un lobo venia corriendo a devorarnos, para,
cuando nos poníamos a temblar, aclararnos que no, tontitos, si sólo se trataba
de una broma. O sea, que el lobo no venía en realidad. Y así nosotros creíamos
que el lobo nunca vendría en realidad y mucho menos a devorarnos...
Ahora, ya adultos (quizás demasiado adultos) nos enfrentamos
al mismo cuento de que el lobo puede venir en cualquier momento y devorarnos.
Sólo que el lobo no es ya ese animal tan injustamente tratado en infinitas
descripciones y obras artísticas y literarias, sino algo peor: un hombre. O “el
hombre” para ser exactos, que es el peor enemigo del propio hombre, cuando
debería ser su hermano. Y no nos amenaza con sus colmillos, sino con armas que
pueden devorar miles o millones de seres humanos inocentes que preferirían, sin
dudas, tener por enemigo únicamente al lobo del cuento citado y no al hombre
que carece de virtudes que le impidan aniquilar su propia raza, lo que jamás
haría un lobo con la suya...
Una de esas opciones de “devorarnos” es la del gran
dirigente de Corea del Norte, Kim Jong-un (la dinastía eterna en ese país), que
raro es el día en que no amenaza nada menos que a Estados Unidos, a los que
dice poder destruir en cuestión de horas. Kim no conoce la historia, pues no
puede decirse que es un hombre instruido ni muy inteligente, y parece que su
equipo de asesores sólo se ocupa de tomar notas de las estupideces que se le
ocurren cada vez que abre su boca. Ya ese error lo cometieron los japoneses en
1945 y todo el mundo conoce cuál fue el resultado, lamentable, pero como
respuesta, no como agresión, que es el caso actual a que nos remitimos...
No obstante, sería un error de parte del mundo libre
menospreciar un posible daño irreparable, porque... si a Kim se le ocurriera
lanzar varios de sus misiles nucleares (si es que los tiene y si es que sirven)
a Corea del Sur o a Japón... ¿qué sucedería entonces? Pues que el lobo no era
una broma, sino que al fin se decidió a intentar devorar a los cabritos y se
lanzó al ataque mortal, que aunque jamás podría ganar, causaría quizás miles o
millones de muertes que podrían evitarse si la cordura y el miedo a la muerte
(que no tienen los yihadistas, pero sí los coreanos) pusiera un freno a los
alardes beligerantes de quien padece de una megalomanía sin parangón en la historia...
“Ahí viene el lobo” puede convertirse, de la noche a la
mañana, en una amenaza cumplida que desencadenaría una confrontación que nadie
puede vaticinar lo que costaría a la raza humana. Mejor estar preparados, pues
como dijo uno de los Castro (en algo puede estarse de acuerdo con él): “si
queremos la paz, debemos prepararnos para la guerra”. Y a veces nos olvidamos
de que el lobo está ahí, al acecho, y puede venir en cualquier momento en que
no lo esperemos. O en que cometamos el error de creernos que ese lobo no se
atrevería nunca, porque él sí tiene miedo a morir...
Augusto Lázaro
@lazarocasas38
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