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Hay 2 tipos de personas malas: las que lo son sin
saberlo, o sea, que ejecutan la maldad sin pretensiones de hacer daño, y las
que sí saben muy bien cómo joder a alguien a quien odian o por el que sienten
aversión, envidia, u otra de estas "virtudes" que destacan la
iniquidad que hoy existe y cada vez más con más fuerza en nuestras llamadas
sociedades civilizadas. Porque no son los yihadistas los únicos que hacen daño.
No señor. ¡Cuidado! El inicuo puede estar tan cerca de ti, que hasta puede que
duerma bajo tu mismo techo. ¿Cómo reconocerlo? ¿Cómo librarse de él (o de
ella)? No es fácil, porque estos tipos despreciables siempre se las arreglan
para parecer todo lo contrario a lo que son: sonrisas, abrazos, besos, caricias
inocentes, muestras de comprensión y ayuda en caso necesario, y sobre todo,
demostraciones de una disposición a hacer cualquier cosa por ayudar a quien
necesite su ayuda. Sólo que la verdad,
tarde o temprano, surgirá de algún modo, aunque muchas veces la verdad se
descubre demasiado tarde: cuando el daño está hecho y las secuencias durarán
mucho tiempo y hasta a veces serán irreversibles...
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Es casi imposible encontrar a alguien que te acepte
como eres sin decir ni una palabra ante las cosas que tú puedas tener que a esa
persona no le gusten. Es un defecto de la humanidad que no va a desaparecer.
Por eso las personas intolerantes no tienen tantos amigos, porque los
verdaderos amigos te aceptan como eres sin pretender cambiarte. ¿Recuerdan el refrán
“lo bueno viene en pomo chiquito”? Pues con los amigos sucede lo mismo. He
visto enemistarse a amigos de tiempo por algo que bien analizado no pasa de ser
una tontería: opiniones políticas (sobre todo), religiosas, de personalidades y
características, hasta de fútbol. Increíble. Es como una manía que tienen de
creer y aceptar sólo lo que sale de su cerebro, y pensar siempre que “el otro”
es el que está equivocado, porque no hacerlo y reconocer la propia equivocación
sería claudicar ante un amigo o conocido que es cualquier cosa menos un
enemigo, pero que se tiene en esos momentos de ceguera ignorante como tal. Y
esa manera de actuar traerá, con el tiempo, mucho dolor a quien ha cometido un
grave error, no por haberlo cometido, cosa muy humana, sino por negarse
tajantemente a reconocerlo y disculparse con “el otro” que era quien tenía, en
ese caso, toda la razón...
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En fin, que ya he hablado en otras ocasiones sobre
el asunto, que tiene tela y necesita un comentario mucho más extenso, que no es
del caso. Lo existencial demuestra que la cuestión es muy simple: amigos, sólo
cuatro o cinco cuanto más. Conocidos, montones. La amistad no es una enredadera
ni una casualidad que surge de momento. Es una hermosa virtud cuando se siente
de veras, y hay que cultivarla. Porque vale la pena. Recuerdo a mi padre cuando
me dijo una vez que vale más tener una sola camisa de l0 pesos que diez de un
peso cada una. Puede aplicarse al dedillo con los amigos. Yo tengo bastante
pocos, lo confieso, y no me apena. Prefiero tener hasta uno solo que sea amigo
de verdad a ese montón que tanto se ufanan de proclamar sobre todo los
famosetes que se jactan de tener en su lista miles de amigos (eso creen ellos,
o aparentan creerlo) cuando en realidad, a la hora de la verdad responderán a
su llamado sólo esos cuatro o cinco de que hablé. Y hasta quién sabe si menos.
Eso sí: buenos, sinceros, leales y amigos de verdad, que la calidad siempre
será más valiosa que la cantidad, en amigos y en todo lo demás que existe...
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