Todos conocemos a una o más personas que se dedican a
meterse en lo que no les importa, sin que nadie las haya llamado a intervenir
en ningún tipo de conflicto que ocurra entre otras personas. Sucede que en la
mayoría de los casos quien suele “meterse en lo que no le importa” sale mal
parado, pues las partes contrincantes no admiten que un extraño intente
indicarles lo que tienen que hacer y cómo deben resolver sus conflictos. Los
medios han reseñado muchísimos casos de personas que en el fondo lo que han pretendido
es resolver un problema ajeno que no les compete, quizás con la mejor intención
del mundo, pero pasándose de “buenazos” que han ido por lana y han salido
trasquilados. Como era de esperarse. Lección 1: meterse en lo que no le importa
sólo puede traerle consecuencias negativas y a veces hasta peligrosas. Ocúpese
de lo suyo, que seguramente merece mucha más atención de la que suele darle, y
verá qué feliz se siente sin querer “arreglar el mundo” o a los seres humanos,
que mejor están sin que usted quiera
“arreglarlos” ni decirles cómo tienen que pensar, hablar y actuar. Porque eso
no le gusta a nadie que se lo “recuerden”...
Todos conocemos a alguna o a varias de esas personas que al
parecer se creen con sabiduría y facultades suficientes para enmendarle la
plana a quienes tratan, y que están al tanto de lo que dice el otro (o la otra)
para de inmediato rectificarlo y aclararle
que tal cosa no es así, sino como lo ve el que todo lo sabe y lo domina y se
autoconsidera un erudito con la capacidad (y además el deber) para “ayudar” a
que se exprese correctamente, o a que actúe como debe actuar, o a que se
comporte de la manera que la persona entrometida cree que es correcto
comportarse. O sea, decirle cómo tiene (no cómo debe, sino cómo tiene) que
pensar, hablar, actuar, vivir... De ese tipo de personas yo conozco unas
cuantas que sin embargo, ni siquiera tienen buena ortografía y son osadas para
intentar colocarse (eso es lo que quieren en el fondo) por encima del criticado
con tanta insistencia...
Lo más recomendable en estos casos es optar por una
indiferencia que puede interpretarse como menosprecio a los demás, en este caso
no a todos los demás, sino a los enmendadores de plana, a los especialistas en
corregir a los otros, a los rectificadores constantes que sólo esperan a que ud
abra su boca para de inmediato señalarle un error, una falta, una incorrección
que ud ha cometido, y que esa persona tan sabihonda tiene que rectificarle.
Pero no se preocupe de lo que piensen o hablen de ud, acuérdese de lo que dijo
Oscar Wilde: “sólo hay una cosa peor que hablen de uno, y es... ¡que no
hablen!”. Y con más razón si se trata de esos personajes metomentodo que tanto
abundan. Son seres realmente pesados, impresentables, que es una lástima que
ese tiempo que pierden ocupándose de los demás no lo inviertan en ocuparse de
corregir, rectificar y enmendar sus propias planas, que seguramente están
necesitadas de superar las meteduras de pata que tanto cometen mientras pierden
su tiempo intentando hacer ver que son lo que distan mucho de ser, o sea,
personas con suficiente sabiduría para colocarse por encima de los otros
intelectualmente...
Augusto Lázaro
www.facebook.com/augusto.delatorrecasas
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