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Esta mañana me desperté, como de costumbre, a las 07.30. Fui
al baño, me aseé, me afeité. Había electricidad. Desayuné lo que suelo
desayunar todas las mañanas. Tenía alimentos para hacerlo. Estuve un rato
trabajando con la computadora. Funcionó bien, como siempre. Leí durante un par
de horas. Me vestí y salí a la calle. Me subí a un autobús. Funcionaban
correctamente los autobuses. Todo estaba igual. Tras dar mi paseo habitual y
hacer mis gestiones, regresé a mi casa después de almorzar. En el comedor había
comida y el servicio se mantenía igual que siempre. Y así continuó todo el día.
Y seguro que así continuará todo el mes. Y...me pagarán la pensión, llevaré mi
vida normal, iré a donde desee ir por el medio de transporte que más me
convenga, compraré alguna ropa para el verano próximo, visitaré alguna
exposición, leeré, escribiré, oiré música en mi equipo, veré alguna película en
mi televisor, compartiré algunos ratos agradables con mis amistades, etc. O
sea, que en España no hay gobierno, pero ni yo ni los medios que utilizo nos
hemos enterado, porque todo sigue funcionando exactamente igual. Nada se ha
detenido. Nada ha cambiado. Nada se ha desmoronado a pesar de los fuertes
aguaceros que nos han inundado en los últimos días. En resumen: ¿para qué nos hace
falta un gobierno? Si vivimos exactamente igual (quizás mejor) sin ese aparato
cuya mayoría es una panda de sinvergüenzas que sólo se ocupa de acceder al
poder para forrarse y entrar en el “figurao”. ¿Vale la pena tener un gobierno?
A ver, convénzanme de sus bondades, porque yo, la verdad, no las veo por ningún
lugar ni en ningún aspecto...
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Tengo un par de (buenas) amigas con las cuales comparto un
momento del día especialmente delicioso: el almuerzo. Con ellas paso un par de
horas charlando de un montón de asuntos que nos hacen más deliciosa aún esa
ingestión imprescindible que tiene que hacer un ser humano: comer. Pues bien,
entre esos asuntos de que hablamos nunca (o casi para ser más exacto) hablamos
de lo que habla la mayoría de los ciudadanos con minúscula (para no
confundirlos con uno de esos partidos políticos que va a salvar este país según
predican, aunque en realidad no se lo crean ellos mismos), o sea: de fútbol, de
política, de famosos... Porque en este delicioso país todo el mundo es entrenador
de fútbol, político, médico, y hasta crítico de la farándula. Cualquier persona
que conozcas puede darte un consejo sobre qué tomar o consumir en caso de que
no estés bien de salud por algún problema que seguramente esa persona conoce
cómo resolverlo, o darte una detallada explicación del por qué tu equipo perdió
anoche el partido frente al visitante, o de quién será el próximo gobernante
del país y por qué no será el otro, y etc. ¡Qué gente más instruida tenemos,
caramba! Así da gusto conversar y pasar un buen rato disertando sobre estos
temas imprescindibles al parecer en cualquier encuentro, casual o planificado,
móvil aparte...
+++
Y mientras nosotros aquí malgastamos el tiempo hablando de
cosas tan lejanas que no nos interesan, ignoramos la real situación que sí
debería afectarnos y que el tiempo, que jamás se detiene, se encargará algún
día de pasarnos la cuenta por tanta desidia que hemos demostrado y por tantos
desatinos, indiferencias, desatenciones, a esos asuntos que abandonamos por adentrarnos
en cuestiones baladíes y tontas que nada aportan al desarrollo de este país y a
resolver los tremendos problemas que padecemos y que al parecer a muy poca, a
demasiado poca gente interesa de verdad atender y resolver... Pero repitamos
aquel grito famoso de hace tantísimo tiempo que parece ser un himno que todos
entonamos en estos momentos de crisis: ¡QUE VIVA LA PEPA!
Augusto Lázaro
www.facebook.com/augusto.delatorrecasas
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