Dos viejos pánicos no es sólo el título de una obra
teatral de Virgilio Piñera (dramaturgo, narrador y poeta cubano fallecido que
fue perseguido por el régimen por su homosexualidad y su actitud
antirrevolucionaria): es el período que nos espera ahora que el rey Felipe VI
ha propuesto un candidato para que intente formar gobierno, conociendo muy bien
la casi imposibilidad de que esto pueda realizarse, debido a las grandes
discrepancias existentes entre los posibles “socios” para La Moncloa, y las
exigencias de los inquilinos del “gallinero” del Gimnasio (permítanme calificar
así al ilustre Congreso de los Diputados), de las cuales (las discrepancias)
han hecho claras muestras en todos los medios que se han dado banquete con el
culebrón del país incapaz de formar un gobierno a casi dos meses de
transcurridas las elecciones generales últimas, que parece que han disparado (y
aumentado) los odios, en lugar del amor que todos los españoles desearían ver
en sus actuales y futuros dirigentes, cosa al parecer imposible en la península
cainita y dividida cada día más...
País éste difícil de gobernar, sin dudas. Pero quienes
realmente padecen (y seguirán padeciendo mucho tiempo todavía) son sus
pobladores, que soportan resignadamente a quienes sólo piensan en ellos, en
alcanzar posiciones que les otorguen sobre todo DINERO Y PODER, que es su
máxima aspiración, a veces patológica, como en el caso que me ocupa en estos
momentos. Aquí los contrincantes (¿?) en la “lucha” por el poder no se
consideran adversarios, como en cualquier país civilizado, sino enemigos, gente
a la que hay que tratar de destruir y si es posible, eliminar de la
“contienda”. ¿Por qué ese odio?, me pregunto. Hay que acudir a nuestros
clásicos en la época de oro de las letras españolas para indagar sobre el
origen de ese porqué. Quizás en sus escritos encontremos razones de peso que
justifiquen que los políticos del patio se esfuercen tanto por dañar el país
que se ufanan en hacer creer que aman y desean que “progrese”. Y ya sabemos
cuál será ese “progreso” en caso de que accedan al poder quienes sueñan con ver
este país fragmentado, empobrecido, “madurado” como Venezuela, implantando un
sistema que aunque el señor Sánchez crea (inocente que es a su edad) que será
él quien gobierne, serán otros quienes le impongan su criterio y su ley, porque
serán los más fuertes y listos que manipularán, como marionetas, a quienes
hayan pactado con ellos con tal de llegar a La Moncloa y repetirse frente a uno
de sus lujosos espejos: “¡soy el presidente del gobierno! ¡He triunfado!”...
A mí, como uno de los millones de blogueros que se permite
opinar en un país donde eso carece cada vez más de importancia y donde menos
afectan las opiniones de eso que llamamos pueblo a quienes lo dirigen y
gobiernan o aspiran a hacerlo, la salida más sensata sería (y en eso estoy)
olvidarme de la dichosa política y dedicar mis esfuerzos que a mi edad ya son
bastante consumidores de energía (necesaria para empeños mayores, como decía mi
ex suegro) a otros asuntos verdaderamente importantes y dejar que cada sartén
fría su huevo y siguiendo la máxima del maestro Juan Sardá: “lo que sea,
sonará”. Y que pasen una feliz semana...
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