La diferencia entre Don Quijote y yo se resume en una sola
condición: él tenía un amor que curiosamente, siendo el personaje femenino
central de la obra, no existía, o sea: un personaje fantasma que sin embargo ha
pasado a la historia de la literatura como lo más vivo y real que puede
imaginarse: Dulcinea del Toboso, qué nombrecito, ¿eh? Pues eso, la diferencia
es que yo, simple mortal del que cuando liquide el finiquito de mi existencia a
los 3 días nadie se acordará de mí, también tengo un amor, pero en mi caso no
es imaginario ni de ciencia ficción, aunque tiene algo de fantástico: mi pareja
única, singular, literaria, que yo mismo me pregunto a veces cómo puede aguantarme,
porque a veces yo mismo no me aguanto: Encarni. No necesita presentación.
--Hola –dice ella.
--¿Se te rompió el reloj? –pregunto yo.
--Pues no, funciona perfectamente, mira (me lo muestra).
--Entonces sabrás qué hora es (le señalo el mío).
--No soy retrasada mental como tú... pareces suponer.
--Pues por eso mismo, ¿a qué hora quedamos, cosa linda?
--Pues... no sé, creo que ahora, ¿no?
--Ahora no es ninguna hora.
--Para ti puede que no, pero para mí ahora es la hora de ahora.
--Claro, pero la hora de ahora tenía una hora señalada que tú
has olvidado.
--Bueno, a cualquiera se le olvida una hora señalada.
--Sí, a cualquiera, pero a ti se te suelen olvidar muchas horas
señaladas para nuestros encuentros. Hace media hora que te espero aquí, haciendo
el tonto.
--¿Tanto? Ya decía yo...
--¿Qué decías, si puedo saberlo?
--Ya decía que me iba a coger tarde por demorarme bañándome.
--¿Qué, te estabas dando lija en el cuerpo?
--Muy gracioso.
--Sí, porque otra cosa, con ese delirio que tienes por el agua y
el jabón no digo yo.
--Parece que a ti no te gusta verme limpia.
--A mí lo que me gusta es que si nos citamos a una hora te
aparezcas a esa hora y no media hora después.
--¿Por qué siempre tienes que protestar por todo? ¿No estoy
ahora aquí? Eso es lo que debería importarte, gruñón...
Y así sucesivamente: esa es mi pareja, Encarnación de la Calzada
y Peñavieja, toda una damisela encantadora, sobre todo cuando duerme
plácidamente, que es casi siempre, pues nunca la he visto preocupada por ningún
asunto. Pero así es y así la he aceptado, como ella dice que me ha aceptado así
como soy sin ponerme ningún pero, aunque de vez en cuando me echa su sermoncito
cuando yo digo o hago algo que está en contra de su brillante entendimiento.
Encarni, sí: a veces pienso que es mi hija, o mi hermana, o mi novia, o mi tía,
o mi madre, y hasta pudiera pensar que es mi abuelita que vela por mi seguridad
y por mi bienestar personal y permanente. Como dije: no necesita presentación,
ella se presenta sola... ¡Y de qué manera!
Augusto Lázaro
@augustodelatorr
http://elcuiclo.blogspot.com.es
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