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Tengo una amiga cibernética con la cual me comunico vía Internet
y leyendo su blog, cuya cuenta en Twitter no voy a decir para no descubrirla,
pero sí voy a decir que esa amiga que apenas ha rebasado la adolescencia,
suelta al espacio su visión pesimista del mundo y de sus pobladores, con la
cual me identifico totalmente, porque si analizamos sin careta la situación
actual tenemos que estar de acuerdo en que esto se está yendo a volina como el
papalote de Cuquito. O sea, que esto está fatal, como diría don Macareno de la
Palma Real (el gran filósofo, sociólogo, pensador, filólogo, ensayista,
crítico, etc.), obstinado de estudiar el (mal) comportamiento humano en los
últimos 50 años, durante los cuales no ha hecho otra cosa (el ser humano,
claro) que machacar este planeta hasta sacarle el jugo sin aportarle ningún
sucedáneo o sustituto de las energías que se agotan inmisericordemente, sin que
nadie mueva el dedo gordo para intentar (sólo intentar) que La Tierra vuelva a
ser lo que era antes de iniciar (tal vez reiniciar) su camino hacia la nada. A
esa amiga dedico estas pinceladas deseándole que siga tan pesimista, que no es
otra cosa que, como diría Voltaire en su famosa obra, "un optimista bien
informado" o algo así...
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Domingo, día pesado, difícil de matar. Y más en mi caso, por 2
razones de peso: 1) no veo la TV por el día, porque no me gusta la programación
y demás, y 2) los domingos no salgo, todo el día en casa, en tareas domésticas
de mantenimiento, reordenación interna, lecturas extraídas, arreglos ligeros,
etc. Así que paso como en el dominó cuando no llevas el palo tirado, o los
palos si es en los dos extremos del fichero. Aclaro que veo la TV por la noche
por costumbre y porque por la noche pasan pelis para mayores, y además, si no
me gustan acudo al DVD y escojo una de las tantas que tengo en mi cinemateca
privada y se acabó. Por cierto, tengo que actualizarla, hace tiempo que no
compro ningún vídeo y ya van haciéndose aburridas las pelis que tengo de fondo.
Todo llega a aburrirse por el exceso de uso. Pues eso. Los domingos, días que
si yo pudiera borraría del almanaque. A pesar de que leo bastante y todo lo que
enumeré que hacía, a veces me siento en la butaca y me pongo a pensar en... en
nada, en que no tengo deseos de hacer nada, cosa rara en mí que nunca estoy
ocioso, por lo que algún que otro pariente, más bien parienta, me llama
ardillo, así con O, graciosilla la interfecta. Pues hoy es domingo y por lo
tanto, escribo esta cuartilla que supongo no le interesará ni al recogedor de
envases del súper de la Plaza de San Francisco (no dice El Grande, por lo que
deduzco que debe ser otro San Francisco). Y adiós, que ya me cansé de matar el domingo, aunque el muy ladino creo que no es muy
fácil de suprimir del tiempo. Me voy a comer un yogur griego natural edulcorado
a ver si se me pasa la matadera infructuosa...
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A pesar de todo, los domingos tienen ese encanto que no tiene el
resto de la semana: es el día en que uno se pone a pensar y a planificar lo que
va a hacer la semana que entra y se da cuenta de que está perdiendo el tiempo,
ya que lo que lo que va a hacer, que es lo que pueda hacer la semana que entra,
es nada menos que... exactamente lo mismo que acaba de hacer la semana que
sale, por lo que no vale la pena dedicar un minuto a atracarse de cascaritas de
chayote, y lo mejor es reírse, por lo fácil que lo tiene: ya está todo
planeado, pensado, meditado, etc. Entonces llega la hora de exclamar: ¡carajo!
Al fin tengo todo un día libre para no hacer nada...
Augusto Lázaro
@augustodelatorr
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