Como diría Félix Rubén García Sarmiento (que los socotrocos que ya casi son mayoría
no saben que era el verdadero nombre de Rubén Darío, que los socotrocos tampoco
saben quién fue ni falta que ellos creen que les hace) si viviera ahora mismo y
aquí mismo: ¿quién que es no es un obstinado? Pues eso, que acabo de exclamar
como El Tato la famosa expresión que injustamente no se le atribuye: ¡EUREKA!
Porque me he dado cuenta al fin de que ¡yo soy un obstinado! Esa es mi
definición más certera: cubre de un tirón mi personalidad al completo. Palabra
mágica, expresión sintética de mi personalidad, denominación genial de mi
idiosioncrasia, si hasta debería llamarme así: Obstinado, sin apellido, como
los griegos antiguos, el nombre es suficiente, no hace falta adorno ni floreo:
yo, obstinado de todo y de todos, sí señor. Y a mucha honra.
Con la que está cayendo, escaparse de la obstinación es punto
menos que imposible: dondequiera que vayas te encuentras la estupidez
campeando, en los autobuses te cae un gordo barrigón al lado que te apachurra
sin compasión o en el Metro se aparece uno de esos genios musicales a amargarte
el día berreando lo que ellos creen que es una canción, siempre la misma, en
cualquier calle puedes enredarte con una manifestación multitudinaria que te
envuelve sin que tú desees incorporarte a los que gritan hasta aturdirte,
además de con sus voces con pitos y matracas, los mamarrachos desfilando con
pelos tricolores, pantalones ripiados, porros a la luz pública, pedacitos de
metal en los labios y en las lenguas, tatuajes en casi todo el cuerpo, olor a
perro muerto, ¡ay!, y en los trenes de cercanías los gamberros con sus patas
encima de los asientos, el fútbol a plena voz, hablando como si los
interlocutores fueran sordos, y... y para qué seguir con las calamidades
generadoras de la obstinación. Me quedo en casa y se acabó.
Ja ja ja... eso creía Cándido, el gran optimista, pero cuando
encendió el radiorreceptor ¿qué es lo que oyó? 2 cosas: anuncios y noticias
sobre un solo tema: la política, y cuando conectó el televisor, ¿qué es lo que
vio? Otras 2 cosas: anuncios coloreados y caras y gestos de políticos diciendo
lo mismo que dicen desde hace dos mil años, y ¡ah, Catana!, cuando abrió el
periódico recién comprado, ¿qué vio y leyó? Otras 2 cosas: noticias políticas y
anuncios a granel... ¿No es como para tirarse de la azotea de un cuarto piso?
Lo malo de tirarse de la azotea no es que te mueras de una vez y
para siempre, no señor, eso sería un logro, porque resolverías todos tus
problemas y descansarías eternamente sin tener que soportar tanta estupidez y
tantas otras cosas que te obstinan implacablemente. No. Lo malo sería que
cayeras como un sapo reventado y siguieras con vida, pero no como estabas antes
de tirarte, sino jorobado, lisiado, con una mueca permenente en la boca, un ojo
casi fuera, un brazo inmóvil, una pierna descompuesta, la nariz torcida, la
cabeza cuarteada, y... mejor no sigo. Por eso no me he tirado desde mi ventana,
porque con todo lo jodido que está este mundo en que por desgracia me ha tocado
vivir, me miro en el espejo y como no me falta nada ni tengo ninguna huella de
suicidio frustrado, me digo: bueno, vamos a dejarlo ahí y olvídate del
suicidio, que con eso no vas a lograr mucho y puedes desgraciarte la vida más
aún de lo que ya crees (a veces) que la tienes. Cuestión, a seguir obstinándome
y además, rajando de la obstinación como si con eso pudiera quitármela de
encima. Ah, y sobre todo, a reírme de la vida y del mundo, que si voy a seguir
viviendo lo mejor que hago es reírme: la risa es como un bálsamo, una medicina,
un helado de chocolate, un granizado de limón, créeme, si hasta puede que, riéndote,
te olvides de que estás obstinado...
Augusto Lázaro
@augustodelatorr
http://elcuiclo.blogspot.com.es
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