¿Misántropo? Cualquiera se vuelve, no digo yo, con la que nos
está cayendo encima, en este siglo que me he permitido la arrogante soberbia de
denominarlo el siglo de la
estupidez, que avanza a
pasos del gato con botas de tal manera que además he calculado sin computadora
(sólo con mi porfiada cabeza) que de continuar en su avance aerodinámico, para
el 2050 serán mayoría los estúpidos, que terminarán haciéndose los amos
absolutos del planeta. Si no me creen procuren vivir hasta esa fecha, aunque al
menos yo no llegaré, por suerte y por librarme del contagio y convertirme yo
también en un cretino de oficio. ¿La informática? ¿La técnica? ¿La ciencia?
¿Los viajes espaciales? ¿A quién demonios
va a importarle todo eso cuando todos seamos estúpidos? Nadie se dará cuenta,
nadie extrañará, nadie reclamará nada, la gente vivirá quizás más feliz, más
sana, más saludable, como nuestros primitivos que sólo sabían gruñir, pero como
no tenían maldad no hacían guerras ni destruían nada. La felicidad. ¡Quién lo
diría! Un sabio de hoy tal vez: "seremos más felices porque seremos
estúpidos y no analizaremos ni meditaremos ni nos romperemos el coco pensando
cómo arreglar el mundo" (que por supuesto, no tiene arreglo). Qué lástima
que el 2050 no pueda adelantarse.
¿Cómo se llegará a semejante situación de estupidez total? Hay
muchas vías, pero todas pueden resumirse en 3 direcciones, y esas 3 en una
sola: la televisión. No existe fuerza más poderosa para volver estúpidas a las
personas que pasar entre 3 y 4 horas frente a la pantallita (cada día más
grande en los modelos ultras), pues de la programacón televisiva en general y
de todos los canales, los programas que más público logran son aquellos donde
la tontería y la imbecilidad priman por sobre todo lo demás posible.
Diariamente son millones de espectadores los que acomodan sus traseros en
muelles butacones (cosa fatal para los varones por el daño que le hacen a sus
próstatas) para disfrutar de esos reallity
shows y de programas de
participación en los que se presentan supuestos famosetes en combates verbales
unos con otros al sacar a la luz sus indecencias, chismes, chanchullos, hasta
delitos que siempre quedan impunes, o mejor, quedan forrados, al otorgárseles
más dinero, porque por cada visita a los platós reciben cheques que ya quisiera
yo ganar un día nada más en toda mi vida.
De segundones en el noble empeño de estupidizar a la población
aparecen: 2) las revistas de famosetes con sus interioridades que únicamente a
un coeficiente intelectual mínimo puede interesar, y 3) la política, portadora
del germen que inocula una especie de sopor (más bien una especie de opio) que
adormece al pueblo que tiene que seguirla, pues resulta casi imposible
escaparse de su influjo, ya que es omnipotente y omnipresente, y aislarse de
ella y de su fulminante veneno no es tarea al alcance de cualquier vecino. Como
dicen que está Dios, la política está en todas partes (también es ubicua), y
con eso ya tiene para idiotizar al más dotado de reserva intelectual
rechazante.
Así que el grito de sálvese
quien pueda aquí no cabe.
Nadie se salvará.
Estoy de acuerdo: en el 2050, quizás antes, la estupidez habrá
triunfado en esta esfera casi redonda. No hay opción, al menos que yo
conozca... Pero eso sí, seremos más felices, porque nada nos quitará el
sueño...
Augusto Lázaro
@augustodelatorr
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