Nate contempló la sepultura donde dormía su sueño definitivo
la misionera Rachel, y sintió un dolor que le oprimía el pecho: aquella mujer
ejemplar le había enseñado que el dinero no era nada cuando se vivía entre la
gente que se amaba, como ella, y dedicada a ayudar, servir y hacer el bien sin
ningún tipo de interés. Rachel marcó su vida y su ejemplo perduraría para
siempre en su memoria... Estoy glosando la escena más conmovedora de la novela
EL TESTAMENTO de John Grisham. Una novela que hay que leer con cuidado y
atención. Rodeado de la ambición y la lucha por una fortuna a heredar, que no
hace más que generar desdicha entre los hijos del millonario muerto, hastiado
de ese mundo hipócrita y cainita que sólo busca obtener la parte de esa
herencia que los hará ricos, poderosos, y piensan ellos erróneamente que
felices, el abogado Nate O’Riley se encuentra a una misionera que sin tener ni
querer tener nada y mucho menos la fortuna disputada, es la persona más feliz
que ha conocido.
John Grisham tiene la rara virtud de ganarse al lector desde
las primeras páginas de cada uno de sus libros. El lector que comienza a leerlo siente la necesidad de continuar
leyéndolo y hasta le pesa interrumpir su lectura, siempre larga, pues sus
libros son extensos, aunque (y es otra virtud) nunca aburren, siempre dicen
cosas nuevas que interesan y conmueven, sin usar apenas adjetivos, con un
lenguaje directo y sin adornos, haciendo diana en las miserias humanas que
lamentablemente enturbian este mundo tan complejo y absurdo. EL TESTAMENTO (The
testament) es una gran novela que enseña los valores no económicos que la vida
nos regala... si sabemos aprovecharlos... y de ese modo luchar por ser felices.
Troy Phelan es un anciano multimillonario y cascarrabias que
está a punto de morir y adelanta su muerte por propia decisión, mientras sus
hijos ansían ese desenlace y luchan entre ellos a causa de la inmensa fortuna
que piensan y anhelan heredar. Sus luchas fratricidas son tan crueles como
estúpidas, hasta que se desvela el testamento final que ellos hacen lo posible
por anular, porque no les deja ni un céntimo, sino toda la fortuna a una hija ilegítima que vive rodeada de
indígenas ipicas en el Matto Grosso, ignorante de la tempestad que por ella y
por su enorme herencia se ha desatado en la civilización egoísta. Una herencia
que consta nada menos que de ¡once mil millones de dólares!, en su totalidad
dejados por el viejo a esa hija perdida allá en la tierra ignota como misionera
que vive con esa tribu a la que quiere, defiende, ayuda, y siente como su única
familia.
Y el abogado O’Riley se embarca en una aventura que cambiará
totalmente su vida disipada, en busca de la heredera incógnita, en una zona
intrincada llamada El Pantanal, en el Brasil que desconoce la “civilización”
con sus virtudes y sus vicios cuyas consecuencias los indígenas sabiamente
rechazan. El encuentro entre esas dos personas tan distantes y distintas es un
capítulo que hace pensar. Son dos mundos antípodas en que al final el gran
capitalismo desarrollado es vencido por la humildad y la sencillez de esa
inreíble mujer que vive para los demás y a quien el dinero no le dice lo más
mínimo.
Rachel es un personaje que se mete fácilmente en nuestros
corazones: una mujer a la que nos gustaría conocer, capaz de enseñarnos cuánta
vanidad inútil y estúpida es capaz de almacenar la mente humana. Logra con su
amor a los seres entre los que vive, dichosa por vivir de esa forma, cambiar
totalmente la mentalidad del abogado rico, y esos días que éste pasa junto a
ella en plena selva, serán en lo adelante los días más importantes que ha
vivido.
Aunque Rachel rechaza la fortuna heredada, al final enferma
de malaria y muere, y cuando O’Riley regresa en busca de su respuesta
definitiva, sólo encuentra su sepultura tan sencilla como ella misma, con un
certificado autorizándolo como albacea para que use esos once mil millones en
obras de beneficio a personas necesitadas como esos ipicas entre los que ella
vivió y fue tan feliz...
Augusto Lázaro
http://elcuiclo.blogspot.com.es
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