Un vecino del
edificio donde vivo me dice que tenga cuidado con lo que yo escribo en
Internet.
--Aunque tú no lo
creas, hasta la CIA nos tiene fichados, registrados, controlados...
Me dice que ésta
y otros tantos organismos y organizaciones siempre están a la caza de datos,
correos electrónicos, cuentas de las redes sociales, blogs, y cualquier cosa
que uno exprese en esa ¿maravilla? que es Internet.
--Es que quieren
tenernos a todos a un clic con el que acceden hasta a los lunares que tenemos
en nuestros cuerpos, ¿sabes?
O sea, mi vecino
está alarmado por lo que puedan hacer con sus datos, que aunque él no los da a
ningún medio, puede que esas instituciones –dice- ya los tengan y puedan
usarlos en su contra. Nada, que hay quienes complican la vida y se empeñan en
martirizarse apriorísticamente, o sea: se quejan antes de que el dolor
aparezca.
--Pues mira,
viejo, a mí me importan un pimiento morrón la CIA, la SOA, el Mossad, el FBI,
la Sureté, Scotland Yard, la mafia rusa, la cossa nostra italiana, la Seguridad
del Estado, la guardia civil, los vigilantes de la playa, las vecinas marujas,
los 7 magníficos, los men in black, y...
Mi vecino se
queda boquiabierto sin poder siquiera interrumpir mi perorata. Me echo a reír y
lo invito a un cafecito rápido (porque tengo prisa, como casi siempre) en la
cafetería de la biblioteca donde nos encontramos. Para calmarlo le digo que
todo eso que le acabo de decir es verdad, o sea, que me importa una mierda los
datos que puedan tener de mí en cualquier registro, porque
--mira, viejo, es
que da la casualidad que ni tú ni yo somos dos personajes importantes, dos
pejes gordos, dos dirigentes políticos, nada de eso, pariente, ¿a quién vamos a
interesarle si no somos más que un par de tipos del montón que no amenazan a
nadie ni le hacen sombra a ningún pajarraco aspirante al famoseo y a la
mamandurria?
Ya saliendo del
almacén de libros mi vecino me mira y me dice que yo soy un descuidado y que
los datos personales no hay que estarlos divulgando a tutiplén, cosa que es
cierta, pero es que a mí no me altera el sueño lo que otros puedan saber,
creer, pensar de mí...
--Porque no se
puede vivir con ese sigilo excesivo, con ese cuidado exagerado, con esa
sensación de que te están vigilando, que ya te dije que tú no eres el rey ni el
jefe del gobierno sirio ni el ayatola Kamenei para cuidarte tanto, viejo, que
se te va la vida dedicándote solamente a tener cuidado con lo que dices, con
quién hablas, dónde, cuándo y cómo hablas, y muchos etcéteras que para qué
contarte...
Y en realidad no
le falta razón al vecino: no es bueno el exceso de confianza y el descuido
impensado, pero tampoco podemos convertir nuestras vidas en una toma anormal de
precauciones que nos lleven a creer que hasta la sombra que proyecta nuestro
cuerpo (cuando se ve el sol) puede estar acechándonos a ver cómo puede
jodernos... Precaución sí, nunca está de más. Pero adicción patológica al
delirio de persecución y acechanza... ¡no! Tampoco así, como diría Pérez Mambo,
el rey del prado...
Augusto Lázaro
http://elcuiclo.blogspot.com.es
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