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jueves, 6 de diciembre de 2012

LA SONRISA PROHIBIDA


Al terminar su sempiterno café cortado, Juan se me queda mirando y me suelta:

 --Pues aunque no lo creas: cincuenta euros por empastarme la muela.

Pero Juan tiene que, además del empaste molar, hacerse unos arreglitos que desde hace meses viene meditando cuidadosamente.

--El dentista me hizo un presupuesto que... mira, aquí lo tengo.

Y saca de su riñonera un papel impreso y algo estrujado, que leo de un tirón, casi sin creer lo que leo.

--¿Trescientos sesenta euros por esos arreglos?

Pues sí, tiene que hacerse dos obturaciones, un curetaje, y otro empaste compuesto, además de una limpieza que le dijo el doctor que era imprescindible.

--Ya puedes imaginarte. Estoy jodido. No puedo disponer ahora de ese dinero, y cuando pueda, si lo uso para eso, tendré que renunciar a otras cosas. Nada, que esto es una cabrona trastada del gobierno. Bueno, de todos los gobiernos que nunca se han ocupado de la atención dental de los pobres como yo. Porque claro, los ricos qué carajo...

Y efectivamente, Juan me pone a pensar y a romperme el moropo intentando en vano descifrar el enigma: todas las especialidades de la salud son gratuitas (aunque las hay privadas para los ricos por supuesto). Todas, menos la salud dental. Juan está echando humo.

--Pero cómo coño voy a estar. A ver, tú mismo: si tienes problemas con los oídos, el otorrino es gratis. Si te salen manchitas en la piel, el dermatólogo es gratis. Si la próstata se te pone pesada, la urología es gratis. Pero coño, si tienes que arreglarte la boca... Nananina la billetera. A pagarle a esos niños lindos que tienen el privilegio de que el Ministerio de Sanidad no tiene contemplada la atención bucal. Los que tengan problemas en la dentadura, si no pueden pagar, a joderse...

Y Juan coge su taza con tanta furia que el café se le derrama sobre la camisa, contribuyendo a aumentar la ira que le sale por los ojos. Le digo que se lo tome con calma, que ni él ni yo ni el Pimpín Tolopué podríamos hacer nada.

--Imagínate (pide otro cortado), que hasta un trasplante de corazón te lo hacen sin cobrarte un céntimo. ¿Cómo entonces por empastarte una puñetera muela te van a cobrar tanto? ¡No te jode!

En casa, acordándome del pobre Juan y de su dentadura dañada, di con la clave: si tú estás enfermo de los riñones, si tienes problemas de audición, si las articulaciones no te funcionan bien, si padeces migrañas, si te duele la espalda a menudo... y te pones un traje con corbata al cuello, puedes entrar en cualquier sitio, por lujoso que sea, si cuando sonríes se te ve la dentadura radiante y esplendorosa. ¡Ah!, pero si al sonreír enseñas huecos o dientes cariados... despídete, hijo mío, se te cerrarán todas las puertas. De ese modo en todas las instituciones conocen a los pobres diablos que no tienen ni dónde caerse, mientras que a los que sí tienen, con buena dentadura, aunque le queden 6 meses de vida por un cáncer hiperplásico, les sonreirán muchachas enmuñecadas y les abrirán las puertas botones o porteros con reverencias y tratamiento de caballero o señora. Esa es la cuestión.

--O sea –me dice Juan unos días después- que según tu elucubración, eso lo hacen a propósito.

--Pues sí, querido Juan. Es un medio que tienen para distinguir a quienes no tienen ni para un café cortado como el que te estás tomando ahora...

Los dos nos quedamos callados, no pensando en lo injusto del mundo y de nuestra sociedad, sino en las madres de tantos gobernantes, políticos, empresarios, etc., culpables directa o indirectamente de que a los dentistas haya que pagarlos a la cañona (como dicen en Cuba)... o joderse y tener vedada una de las más hermosas muestras de amistosidad y simpatía: la sonrisa...

Augusto Lázaro

@augustodelatorr

 

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