En el Centro Comercial y de Ocio enclavado en ese lugar que
siempre está lleno de jóvenes y al que voy 1) porque me da la gana, y 2) porque
¿dónde voy a ir, al asilo de ancianos venerables de San Emeterio Santovenia?
Pues no señor, que la juventud es contagiosa, y cuando alguien que ya no es
taaan joven se envuelve en ella, llega a creerse de verdad que todavía es joven
y le queda mucha guerra que dar (y recibir). Pues como decía, en el citado
centro, una de esas mañanas en las que el sol parece que está meditando si se
deja ver o mejor espera a otro día con menos viento y ningún frío, me encuentro
con Nicolás Duermevela (Nico para mí y para algunos que lo tratan todavía), y
aclaro que el apellido no es inventado por mis ínfulas tardías de fabulador: el
hombre se apellida así como lo están leyendo, si es que hay tontorrones del
limbo que todavía leen lo que yo escribo, pero eso no viene al caso abierto,
así que vamos a la concreta. Ah, caramba, si se me olvidaba lo más importante:
el centro es el de Príncipe Pío, ya que centros comerciales y de ocio hay en
Madrid hasta para perderse en ellos. Si no me creen dense una vuelta por La
Vaguada, o mejor aún, por Makro, donde para localizar a un acompañante en la
gastadera en grande con tarjeta tienen que avisar por la megafonía. Pero en
fin...
Nico me confiesa que hasta él ha dejado de leer mi blog,
porque
--la verdad, mi hermano (¿?) es que no me queda tiempo ni
para apretarme el cinturón cuando los pantalones se me aflojan...
Y tiene razón. Por eso le digo:
--Pues sí, Nico, fíjate que después que murió Juan (Maguey)
nuestro común amigo, al que recuerdo cada día con cariño, quedamos 4 gatos,
incluyéndome yo mismo en la lectura del blog, porque déjame decirte que, aunque
tú no lo creas, yo también lo leo...
Me corta como un cuchillo matavaca:
--No son 4 gatos, acuérdate de que Blogger envía
automáticamente a tus contactos cada entrada que publicas, así que vienen
siendo...
--Deja, que yo creo que ni esos que reciben el blog cada
semana se toman el trabajo de leerlo. Y pensándolo bien, ¿para qué van a
leerlo? ¿Qué van a ganar con ello?
--Nada, clarete. Perder el tiempo. Pero cuenta conmigo, soy
tu lector más fiel, no te olvides de eso. Para aliviar tu tristeza de ignorado,
te prometo que a partir del lunes seguiré leyéndote, total, dedicarte unos
minutos no creo que vaya a perjudicar mi bienestar acostumbrado. Y vamos a
echarnos dos calientes, que tú invitas, ¿eh? Acuérdate: tu lector más fiel.
Y claro que tuve que pagar los cafés, el Nico se pasó de
listo con el cuento de que me lee semanalmente, lo que no le cree ni El Tato
(que puede que ese sí lo lea, ya que siempre está detrás del palo, como dicen
en Cuba)...
El caso es que crear un blog y mantenerlo, sabiendo que no
te va a leer ni Dámaso Alonso (si estuviera vivo, claro), es punto menos
edificante que pararse en la esquina de Menéndez Pelayo y O’Donnell, a soñar
con vivir en uno de esos apartamentos que aunque no los he visto deben estar
para dar gritos de euforia cuando entres, así al menos te entretendrías viendo
pasar a gente que ni siquiera sabe lo que es un blog, mucho menos que tú
escribes uno que se llama así o asá, perdiendo tu precioso tiempo, diciendo
tonterías que no tienen punta, en lugar de buscarte una acompañante para tus
noches frías, acordándote del poema Invernal, de Rubén Darío, que tanto echaba
de menos a aquella ingrata que a esa hora lo tenía al pobre vate abandonado
como un latón de basura desperdigado en la acequia... pero esto tampoco viene
al caso, si es que esto es un caso, que no lo parece...
Conclusión arriesgada: que tener un blog y además una cuenta
en Twitter y otra en Facebook, además de conectarte diariamente a Internet a
enterarte (aunque ya lo sabes) de lo jodido que está el mundo y que parece que
va a empeorar... es atracarse de cascaritas de chayote, porque no vas a
resolver con todo eso ni siquiera el placer (¿el placer?) de saber que algún
que otro de tus amigos (o amigas) es tan... que una vez al año se va a dignar
en buscarte en Internet y leer algo de ti para saber si todavía estás vivo,
porque hasta eso, que la comunicación personal está en baja tocando el suelo y
amenazando con meterse debajo de la superficie. De esta superficie que tanto
cuidamos, no hay que olvidarlo, ¿eh? Vamos, que para eso somos ciudadanos
ejemplares. No digo yo...
Augusto Lázaro
@augustodelatorr
www.facebook.com/augusto.delatorrecasas
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