La portera, un personaje. Controla como el Gran Hermano a todos
los vecinos del edificio, y sabe de memoria lo que suele hacer cada uno y cada
una, sobre todo cada una, pues las mujeres son las que más fácilmente divulgan, comentan, riegan,
informan, y así mantienen enterados a todos y especialmente a la portera, que
las conoce bien y sabe cómo sacarles lo que saben y hasta lo que no saben pero
se lo imaginan. Qué interesante y qué movida es la vida en un edificio de
apartamentos, lleno de historias y de historietas que algún día me encargaré,
si me animo a la empresa, a registrar en este aparato a ver si, iluso que soy
todavía, alguna editorial barata se digna a publicar mi obra maestra.
Sí, porque el ser humano es el único ser viviente que se golpea
dos o más veces con la misma piedra (y a veces hasta en el mismo lugar). Si yo
fuera un perro no se me ocurriría escribir no una novela sobre un edificio
donde hay una portera que se entera de todo, no señor, ni siquiera una cuarteta
rimada que dijera algo así como
mi mamá me quiere mucho,
yo la quiero mucho a ella
y estoy mirando una estrella
que se parece a un cartucho...
Genial la cuarteta, pero de eso nada, perder horas sentado (o
parado como en mi caso) frente a una pantalla en blanco, dando tecla como un
poseso, pensando coño, soy un genio, con esto me gano por lo menos el Nobel,
y... no no no, eso se acabó. La literatura es como la política, que se dice que
es el oficio de los que no tienen oficio, y creo que habría que añadir este
otro oficio que no rinde. Mejor fontanero, repartidor de pizzas a domicilio,
vendedor de billetes de lotería (jugadores viciosos habrá siempre) y así. Como
dijo el colombiano para dar punto final a su novela: "ahí les dejo esta
mierda", y la mierda, según él, era y es -para él y para millones más- la
literatura. Quien la toma en serio no escribirá jamás una gran obra. Para
lograr una más o menos regularcita, hay que tirarla a guasa, reírse de ella, y escribir cuando no se tenga nada
mejor que hacer.
¿Contradictorio? ¿Y quién no? O sea, que a escribir o de eso
nada. Da lo mismo. Toda acción que realiza un ser humano a la larga se
convierte en un tiempo perdido. Filosofía de bar de tapas, lo sé, pero el
tiempo, que es el más caro tesoro de que disponemos, no puede dilapidarse
haciendo cosas que después, cuando la sesera vuelva a funcionarnos tras el
sarampión entusiasta, nos hará decirnos: ¡pero qué imbécil soy! Y quizás
tengamos razón y al menos una vez, seremos sinceros con nosotros mismos...
Augusto Lázaro
@augustodelatorr
http://elcuiclo.blogspot.com.es
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