Me gusta la biblioteca: estar dentro y registrar los estantes
llenos de libros ordenados, y pasarme horas revisándolos, escogiendo según la
lista que traigo donde anoto los títulos que pienso sacar, en caso de que no se
los haya llevado algún zoquete que quizás en las primeras páginas los suelte y
los deje abandonados sobre alguna repisa polvorienta de su casa y entonces yo
tenga que esperar que los devuelva cuando se acuerde. Siempre me detengo frente
al estante de las novedades (últimamente, según me dice una de las
bibliotecarias de control, con esa estupidez de los recortes por la no menos
estúpida crisis, llegan muy pocos libros nuevos, y tienen que colocar algunos
no tan nuevos para mantener la ilusión del estante de las novedades que no son
tan nuevas como pueden creérselo los que vienen a jugar con Internet en lugar
de coger un par de libros y ponerse a leer en sus casas a ver si les entra un
poco de cacumen que buena falta les está haciendo) antes de ir a ver la
narrativa, que es lo que más saco, y seleccionar hasta 3 que es lo que permiten
en la circulante. Y en eso le doy un tiro al tiempo, que se paraliza un poco,
aunque enseguida continúa su larga travesía el muy empecinado.
Me gusta la bibliotecaria más delgadita, es como un gorrioncillo
que se mueve de un lado a otro, y procuro que sea ella quien me atienda
siempre, aunque ahora con esa máquina que han puesto para que el usuario no
tenga que pasar por el control ni hablar con ninguna bibliotecaria a no ser
cuando va a devolver los libros que antes sacó, que para eso sólo tiene que
decirle buenos días y a viaje, me quedo con las ganas de ver su sonrisa y oír
su voz de cerca. Cualquier día voy a sacarle una foto con mi móvil sin que se
dé cuenta.
En la biblioteca hay de todo, tanto de lo que sería lógico
encontrarse en una biblioteca como de lo que es ilógico, además de los
empleados que no distinguen entre una novela negra nórdica y un estudio sobre
la diversidad del entorno paulatino en la composición de los riesgos de
invertir en bolsa, lo que no me sorprende, porque yo tampoco entiendo ni un
pisto de ese berenjenal impreso, así que los justifico, o mejor dicho,
justifico su ignorancia, que es la misma mía, vamos. Pero es que entre los
usuarios los hay de observa y mira, y algunos, creo yo, no parecen muy
lectores. Unos con los ordenadores buscando quién sabe qué carajos en Internet,
y otros registrando la prensa escrita, para no caer en la ignorancia total de
las cosas que pasan en este planeta que no es infinito como afirman tantos.
Pero hay otros que vienen por vídeos de películas, que también están en la
circulante, y se los llevan para deleitarse en sus casas con las locuras de
algún aventurero de cine barato o con el sex-appeal de alguna maravilla
corpórea de portada de revistas para personas muy inteligentes... por ejemplo.
Como dije, de todo, como en la viña del Señor (no sé a qué viña ni a qué señor
se refiere esta frasecita tan repetida, otra laguna que tendré que llenar algún
día, y en esto los libros al seguro me ayudan. Creo yo)...
pd: y con este post llego a la hermosa cifra de 300 entradas en
La Envolvencia... a ver cuántas más puedo hacer, escapándome de La Pelona, cosa
muy difícil como todo el mundo sabe...
Augusto Lázaro
@augustodelatorr
http://elcuiclo.blogspot.com.es
1 comentario:
Ser bibliotecaria, definitivamente sería de los pocos trabajos que me gustaría tener, o en el peor de los casos, que no odiaría tener. Muchos libros, poca gente. El paraíso :)
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