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España se está
convirtiendo, con velocidad de crucero, en el país de la Unión Europea donde
prima todo lo negativo que puede mostrar una sociedad moderna. Un ejemplo de
ello es la comparación (no odiosa sino dolorosa) del número de aforados que
tienen algunos países occidentales:
Reino
Unido.........................0
Alemania..............................0
EEUU...................................0
Italia....................................1
Portugal...............................1
Francia..............................21
(miembros del gobierno)
España........................17,621
Esto, además de
una desvergüenza tolerada por el gobierno, la oposición, los sindicatos, el
Poder Judicial (dependiente), y todos los organismos e instituciones públicas,
constituye un avance espeluznante de lo que nos espera en un país que es
incapaz de eliminar de una vez sus gravísimos problemas y defectos y se enzarza
en cuestiones baladíes que no tienen importancia y que no afectan realmente a
los ciudadanos, sobre todo a los de a pie, muchos de los cuales se han
acostumbrado a que lo que en cualquier otro país sería un puntual inaceptable,
en el nuestro es, desde hace tiempo, lo más normal que puede esperarse de una
sociedad enferma que ha perdido el norte y se dirige, al parecer,
inevitablemente, al descrédito internacional que ya está apareciendo en muchos
medios en todas partes del mundo.
¿Debemos aceptar
esta situación? ¿Qué podemos hacer los que amamos a España para rescatarla de
la mediocridad, de la incapacidad, de la condena a malvivir elevando a
categoría de héroes a personas que no pasan de ser “destacados” en algunas
manifestaciones menores (y a veces negativas como la “telebasura”)? Ahí les
dejo la pregunta. Yo sólo tengo la preocupación y no dispongo de medios para
ayudar a esta difícil empresa regeneradora.
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Uno de los
principales problemas que confronta España es la ilimitada tolerancia con la
delincuencia y hasta la criminalidad más grave. Es demasiado frecuente en los
medios la noticia de excarcelaciones de personajes que en otro país se
pudrirían encerrados, y que en el nuestro muchos magistrados que parecen o bien
amenazados o bien comprados con dinero --justificándose con su personal
interpretación de las obsoletas leyes que el flamante Poder Legislativo (el
Congreso de los Diputados) no puede, o más bien no quiere cambiar de una vez
para acabar con tanta tolerancia que tanto irrita al pueblo-- ponen en
libertad, a veces sin siquiera cargos ni fianzas. La mano suave sólo conduce al
endurecimiento de las actividades criminales (la historia lo confirma): al
enemigo no puede combatírsele con pétalos de rosa edulcorados con jarabes de
tolerancia. A día de hoy puede notarse a dónde nos ha conducido esa lamentable
equivocación: aumentan los actos delictivos y violentos, y la calle se va
convirtiendo en escenario de batallas campales con vándalos, delincuentes,
ultras y otras yerbas a las que la policía detiene (inútilmente) y los
magistrados devuelven a las vías públicas para que continúen amedrentando y
amenazando, golpeando y destruyendo, mostrando ante turistas extranjeros una
visión muy desfavorable de un país que hace unas décadas no se parecía en nada
a esto que hoy es cosa normal acostumbrada al ojo público.
3
Pero como
contrapartida, un problema que no acaba de resolverse es la intolerancia con
“el otro”, característica al parecer mayoritaria en la sociedad española
actual. Es casi imposible encontrar un interlocutor que esté de acuerdo con
opiniones contrarias a las suyas, lo que provoca un distanciamiento únicamente
salvable cuando se acostumbra a decir SI a cualquier otra opinión o punto de
vista, si no queremos entrar en discusiones inútiles que sólo nos provocarán
alejamiento del “otro” que se mantiene firme en sus convicciones sin aceptar ni
una sola vez que puede estar equivocado o no tener razón. Actitud que parece
cosa de poca monta, pero que puede provocar una reacción unilateral en una
sociedad que poco a poco se va acostumbrando a que hay cosas imposibles de
contradecir, como ha ocurrido recientemente con la cacareada consulta
soberanista de Cataluña, de la que ningún medio español se atrevió a manifestar
en sus locutores, articulistas, tertulianos, columnistas, etc., la menor
discrepancia con el pensamiento único (totalitario a lo cubano) de que LA
CONSULTA (o sea, pedir al pueblo su opinión) ERA ILEGAL... Sólo en regímenes
comunistas como Cuba o Corea del Norte se entiende esa actitud de que consultar
la opinión de una ploblación resulte ilegal. La democracia, en España, con esta
intolerancia que debería aplicarse a los infractores de la ley y no al pueblo
catalán, está padeciendo de una enfermedad muy dañina que puede conducir a
resultados realmente lamentables y sobre todo, ¡peligrosos!
Augusto Lázaro
@augustodelatorr
http://elcuiclo.blogspot.com.es
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