Nada vale la
pena, le digo a mi imagen reflejada en el espejo, conciente de que el espejo es
lo único que jamás me ha mentido, contando las 3 divisiones naturales:
personas, animales y cosas. Porque aparte del espejo, que pertenece a las
cosas, y de los animales que no mienten porque no hablan, las personas que he
conocido a lo largo de mi vida me han mentido, al menos en algún momento, y
muchas, demasiadas, en muchos y demasiados momentos. Sí, me he vuelto
pesimista, mejor dicho, me he vuelto mucho más pesimista ahora que hace 10 o 25
años, porque pesimista he sido siempre, desde que di el salto inevitable y peligroso
de la infancia a la adolescencia, en la cual comencé a descubrir cuánta maldad
podía esconderse tras la fachada de los seres humanos...
Cada nuevo día
que salgo a la calle y me encuentro con alguien que conozco, veo en sus ojos
falta de sinceridad, porque la vida que vivimos y todo lo que nos rodea nos
obliga a tener una máscara que usamos con todas las personas con las que
tenemos algún tipo de relación. Mentir se ha convertido en cosa natural, y lo
hemos aceptado como lo normal en nuestras relaciones diarias con los seres
humanos que cada vez se alejan (nos alejamos) más de la sinceridad...
Algunas
personas se escudan para mentir en situaciones de excepción o en la llamada
"diplomacia" (que no es más que hipocresía) de que no siempre puede
decirse la verdad, y señalan ejemplos, entre ellos los siguientes:
--si te enseñan
un recién nacido que es un coco, no vas a decirle a la madre "qué niño tan
feo, coño"
--si te acercas
a la cama de un moribundo ¿vas a expresarle tu dolor porque está a punto de
fallecer?
--si te
preguntan cómo estás, suponiendo que estés que no quieres ver a nadie, no te
vas a salir con "estoy fatal, no quiero hablar contigo ni con nadie, así
que circula, hombre, y déjame en paz"
Y así muchos
ejemplos de muchas situaciones que si bien es cierto que son casos
excepcionales, nunca justificarían mentir para quedar bien y engañar al
interlocutor. ¿Qué pudiera decirse en estos casos? Muy sencillo: si el niño
referido es un coco, no tienes que elogiarlo, simplemente decirle a la madre
que te alegras de su nueva condición y ya está, por ejemplo. Y así en todos los
casos. El caso es que para cualquier situación yo entiendo que no es
obligatorio mentir, siempre puede salirse del paso diciendo una verdad, como en
el caso del moribundo: ¿por qué tienes que hacer alusión a su estado de salud
en fase terminal? ¿Es imprescindible?
Pero no hay
manera: seguiremos mintiendo, porque esa es nuestra idiosincrasia inevitable, y
ejercerla es más que una costumbre, una característica propia de los seres
humanos. Pero lo peor, lo que realmente puede hacernos mucho daño (y a veces
nos lo hace en demasía) es que nos mentimos a nosotros mismos, engañándonos,
diciéndonos cosas en las que no creemos, y soñando despiertos (que es tan
bonito como inútil), y sobre todo, prometiéndonos que haremos lo que sabemos
que no vamos a cumplir. Eso, aunque nos pese reconocerlo, es la peor variante
de ejercitar el "arte de mentir"... porque hay quienes proclaman que
mentir es un arte. Y no todos somos artistas...
Augusto Lázaro
@augustodelatorr
No hay comentarios:
Publicar un comentario